EL PAíS › OPINION
› Por Ernesto Tiffenberg
Fueron doce años extraordinarios. Y en este caso la palabra extraordinarios no debe ser entendida como un calificativo sino en su faceta puramente descriptiva: fueron doce años fuera de lo común.
El centro de esa particularidad quizás haya que buscarlo en el lugar que reclamó el poder político en su relación con el económico. Tras décadas de subordinación y seguidismo, aun a costa de la propia subsistencia de los políticos implicados, el kirchnerismo ocupó una silla en la mesa de las grandes decisiones. Y de esa dura negociación, que dejó de lado las clásicas recetas ortodoxas, surgió un país viable y cada vez más vivible para esa mayoría que siempre había quedado afuera del menú de opciones. No hubo milagros pero el país creció, los negocios y las ganancias florecieron, avanzó la inclusión de los excluidos y la participación en el ingreso de los asalariados. Tanto que en cuatro años el poder económico consideró que era hora de volver a lo de siempre, en ocho resolvió recurrir a todo para lograrlo y a los doce cree, tras las elecciones que consagraron presidente a Mauricio Macri, que está a punto de conseguirlo. Pero lo extraordinario se incorporó a lo cotidiano. Aunque el país arrastra viejos problemas y enfrenta nuevos, se hizo normal tener trabajo y normal discutir los sueldos en paritarias. Normal la Asignación por Hijo y normal la jubilación universal y ajustable. Normal la recuperación de derechos sociales y personalísimos y normal la posibilidad de defenderlos. Normal apostar a la educación, la ciencia y la cultura y normal el acceso gratuito a todas ellas.
Por eso lo extraordinario devino ordinario (con su inevitable costo electoral) y por eso, como antes otros movimientos populares, el kirchnerismo llegó para quedarse y recrearse.
No siempre en el gobierno, no necesariamente en el gobierno, quizá dificultosamente en el gobierno. Pero seguro en los cimientos de cualquier futuro intento de ampliar los márgenes de una democracia que ya aprendió que tendrá que pelear para sobreponerse y expandirse.
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