Jue 10.12.2015

EL PAíS  › OPINION

La Plaza del aguante

› Por Luis Bruschtein

“Dígannos cómo podemos ayudar”, “No nos quedan muchos medios, ahora dependemos de ustedes”, “Hagan el aguante, muchachos.” El cronista salió en televisión y es conocido como integrante de Página/12, por lo que fue muy emocionante la cantidad de personas que se acercaban a expresar su solidaridad. “¿Todavía no saben de dónde vienen los ataques?”, “Justo cuando se va Cristina y viene Macri” y así numerosas personas de todas las edades y sexos expresaron su solidaridad por el ataque informático que sufre Página/12. Y quedaba clara la preocupación por la supervivencia de espacios plurales en la información ante la uniformidad neoficialista de los medios corporativos que hicieron campaña por Macri, a los que ahora se sumarán los medios públicos.

El acto no transmitió fin de ciclo ni derrota. Por lo menos en cuanto al volumen y el entusiasmo. Una sombra de tristeza asomaba de a ratos, más que por la derrota podría decirse que por la despedida de Cristina. En lo demás era difícil afirmar que se trataba del acto posterior a una derrota electoral. Decenas de miles de personas y una mayoría que había llegado por las suyas, a pie, en colectivo o en subte, en grupos de amigos, en familias. “Vamos a volver” fue la consigna más repetida.

Un hombre atravesó la Diagonal Norte gritando estilo cacerolero “¡Hay que fusilar a la chorra!”. Podría haber sido su última acción sobre la Tierra, pero la gente lo tomó por loco y siguió caminando. Dos autos quisieron salir cuando Rivadavia ya estaba atestada. Avanzaron tocando bocina a paso de hormiga. Hubo protestas, pero se abrieron camino. No hubo violencia ni predisposición para ella. Son personas invisibilizadas por los medios corporativos, son insultadas en forma permanente por los periodistas de esos medios, por el macrismo y, en general, por los que ahora son el oficialismo. Pero cuando se juntan, a diferencia de los cacerolazos, no son manifestaciones de odio.

El kirchnerismo fue derrotado en las urnas. Por muy poca diferencia, pero fue derrotado. Pero el acto no mostró desolación ni desesperanza, sino más bien una vocación de aguante y resistencia. Sería bueno que el macrismo lo tuviera en cuenta. Esa pequeña diferencia con la que ganó ni siquiera le concede los tradicionales cien días de gracia. La prepotencia con que negoció el traspaso de gobierno limó todavía más ese tiempo que le da cierta libertad de acción. Frente a un escenario tan disputado, el gobierno siempre tiene la iniciativa y la responsabilidad. No se trata de cogobernar, sino de hacer política, que es lo contrario a despreciar lo que representa Cristina Kirchner en política.

Un sector de las clases medias urbanas se ha cerrado en un microclima. Suponen que todos son y piensan como ellos. Pero hay una mitad en las antípodas y cuanto más la ignoran, más profunda se hace la separación. Macri tuvo menos votos que el Frente para la Victoria en la primera vuelta. Y la diferencia que sacó en la segunda vuelta fue muy chica. Tendrá que defenderla para no perder su mayoría a poco de empezar. Como gobierno nuevo, hasta hubiera tenido la posibilidad de generar alguna expectativa en una parte de los que no lo votaron. Su estrategia de choque con el kirchnerismo le recortó esa posibilidad.

Uno de los párrafos más aplaudidos por la multitud fue cuando Cristina habló del “partido judicial”. Para la mitad del país –una mitad coyuntural que por lógica crecerá en la oposición–, el Poder Judicial y la figura de los jueces quedó totalmente equiparada a la de operadores políticos de baja estofa. Para esa mitad, la mayoría de los jueces hace el trabajo sucio para el nuevo oficialismo. Ese Poder Judicial sirve para una mitad, pero perdió la confianza de la otra mitad. Es un Poder Judicial que ya no sirve a toda la sociedad. Y en esas cuestiones no hay retorno. Es un proceso creciente en el que cada vez será más popular hablar mal de los jueces. La necesidad de democratizar el Poder Judicial será cada vez más fuerte hasta convertirse en una prioridad para los gobiernos futuros si es que requieren de una Justicia confiable.

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