EL PAíS › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
El principal riesgo para la estabilidad económica es que el gobierno de Mauricio Macri se haya convencido de su relato económico desplegado como oposición y en campaña electoral. Le puede suceder lo mismo que al equipo económico de José Luis Machinea al inicio del gobierno de Fernando de la Rúa, que abortó la incipiente recuperación económica con un paquete impositivo que convocó a la recesión. Si el elenco de funcionarios sin corbata del macrismo continúa atrapado en consignas de marketing electoral como que la económica está estancada, sin creación de empleo y con desborde del gasto público, el resultado es previsible: arruinar la leve mejora del mercado interno de este año y afectar un nivel de empleo elevado sin contar con ningún amortiguador por el lado de la economía internacional. O sea, si en lugar de aplicar medidas contracíclicas para evitar el ingreso a un sendero recesivo, el equipo de Alfonso Prat-Gay decide instrumentar el “sinceramiento” de las variables, que no es otra cosa que el ajuste sobre el salario y las jubilaciones, tiene elevadas probabilidades de sumergir a la economía en una de las caídas del PIB más pronunciada desde el 2002. El endeudamiento desenfrenado, que el blindaje de unos 20 mil millones de dólares que está armando la dupla Prat-GayFederico Sturzenegger sería sólo el primer paso, es la principal vía disponible en ese diagnóstico ortodoxo para atenuar el inevitable retroceso del nivel de actividad económica.
Las medidas económicas adelantadas por el gobierno de Macri ignoran la existencia de un muy desfavorable contexto internacional. Por el contrario, si las despliegan agudizarían el impacto negativo que hoy ya tiene el viento de frente sobre el mercado interno. Una fuerte devaluación y disminución de subsidios sin iniciativas compensadoras por el lado de la política de ingresos castigará la economía 2016. La fuerte suba del tipo de cambio no se reflejará en un aumento importante de las exportaciones que sirva para reemplazar como motor del crecimiento al consumo interno. No lo podrá ser porque existen condiciones adversas en el comercio internacional.
La economía de Macri deberá lidiar con un frente económico externo adverso, y si prevalece el dogmatismo de la ortodoxia sólo amplificará los costos ineludibles de esa situación. Un reciente informe de una consultora de la city, entusiasmada con el inicio de la CEOcracia del nuevo gobierno, advierte sobre los riesgos externos que deberá afrontar el equipo económico. La firma Research for traders de Darío Epstein, especialista en mercados de capitales y ex director de la Comisión Nacional de Valores 1992-1994, detalla cinco peligros: 1) precios de las materias primas; 2) la economía de Brasil; 3) la fortaleza del dólar a nivel internacional y devaluaciones de monedas emergentes; 4) probable alza de la tasa de interés de Estados Unidos, y 5) menor crecimiento de las nuevas potencias, en especial China.
1. El informe destaca que los commodities son activos que tienen un buen rendimiento cuando hay inflación en el mundo desarrollado, cuando la tasa de crecimiento mundial es sostenida y fuerte, y cuando el dólar tiene un valor bajo respecto a las demás monedas líderes. “Ninguno de los tres factores se cumple ni se visualizan cambios en el corto plazo”, indica. El índice de precios de materias primas (en base a datos de Thomson Reuters) se ubica en valores de 2003. Para el caso argentino, concentrado en exportaciones de bienes primarios y semi procesados derivados del agro, la caída de los precios no es tan pronunciada aunque igualmente han retrocedido desde sus máximos, ubicándose en niveles de octubre de 2007, según el índice de materias primas del Banco Central.
2. La política económica ortodoxa brasileña (devaluación, ajuste fiscal y alza de la tasa de interés) ha tenido el resultado esperado: economía en recesión. La caída interanual del PIB en el tercer trimestre de este año fue de 1,7 por ciento. El 2015 cerraría con un retroceso del 3 al 4 por ciento, y las estimaciones para el próximo año apuntan a un descenso de la actividad de 1,2 por ciento. El último Coyuntura y desarrollo de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) advierte que lo que ocurre en Brasil se proyecta hacia toda la región y constituye “un factor explicativo relevante de la desaceleración en los niveles de actividad interna en los países latinoamericanos y, a su vez, ha sumado presión a la baja en el comercio interregional, particularmente en el Mercosur”.
3. El dólar se ha fortalecido y el índice de monedas emergentes ha retrocedido desde su pico de 2008, aún incluso después de la recuperación entre 2009 y 2011. “Un dólar más fuerte y precios de los commodities a la baja condicionan estructuralmente a la región”, señala el informe de Epstein, sugiriendo que esos países deben deslizar su moneda para corregir desequilibrios en la balanza de pagos. De todos modos, indica que “lo positivo de este proceso y, a diferencia de los años 80 y 2000-2002, es que se producen con reservas acumuladas en los bancos centrales (a excepción de Venezuela y Argentina justamente)”.
4. Otra señal negativa proveniente de la economía mundial es que la tasa de referencia de Estados Unidos (de la Reserva Federal), luego de un período prolongado de tasas cercanas al 0 por ciento, la expectativa apunta a que esta semana en la reunión de directorio de la banca central estadounidense se decida subirla. Los expertos en finanzas esperan ajustes graduales al alza evitando la FED un sendero empinado, pero la tendencia ya habrá cambiado. “Habrá que ver si el mercado condicionará de ahora en más las posibles emisiones futuras externas de mercados emergentes, bonos de alto rendimiento y de Argentina en el mercado de deuda voluntaria”, apunta el informe de Research for traders.
5. La quinta amenaza externa proviene del mediocre crecimiento mundial que apenas se ubica por encima del 2 por ciento, por debajo de los valores del 2004-2007. Los motores del crecimiento durante la primera década del nuevo siglo estuvieron en los países Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Ahora dos de ellos (Brasil y Rusia) están en recesión, y la potencia China se encuentra en franca desaceleración. Sólo India mantiene tasas de crecimiento elevadas. De ese modo, las potencias emergentes han dejado de traccionar la actividad económica global. El informe de FIDE explica que el Plan Quinquenal de China (2016-2020) proyecta un crecimiento del PIB anual promedio del 5,9 por ciento, la mitad del que proyectó al gigante asiático a las ligas mayores de las potencias mundiales. La estrategia económica china es crecer menos y sustituir importaciones apuntando a que el motor de la actividad sea el mercado interno más que el sector externo. Esa sustitución queda reflejada en la caída del contenido importado de sus exportaciones industriales que pasó del 75 al 35 por ciento de mediados de los años noventa a 2012.
En la economía internacional no solo persisten los factores que contribuyeron a la irrupción de la crisis 2008-2009, sino que la evolución de las principales economías emergentes no resulta alentadora. Además, la actual fase de la globalización dominada por las finanzas acentúa la inestabilidad de la economía real. FIDE denomina esta situación como “tormenta perfecta”. Se combina el fin del auge en el mercado de materias primas, la desaceleración de China, la debilidad del comercio internacional por la caída de la demanda mundial, la recesión de Brasil, el fortalecimiento del dólar y el probable aumento de la tasa de interés de Estados Unidos. Por ese motivo, una megadevaluación aporta poco y nada a la competitividad exportadora y si viene acompañada de un ajuste fiscal y monetario sólo se agravarían las tensiones internas.
La ortodoxia que ocupa puestos relevantes en el gobierno de Macri quiere presentar esa estrategia regresiva en términos económicos y sociales como inevitable. No lo es. Es bastante probable que su maquinaria de marketing electoral respaldada por los grandes medios amarrillos busque trasladar la culpa de los efectos negativos de esa política económica al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Pero si el gobierno de Macri quiere alejarse de una fuerte recesión en 2016 debería dejar sus convicciones ortodoxas en la puerta de la Casa Rosada. En caso contrario, las indudables tensiones internas y externas las convertirá en una recesión. Si Macri no sabe discriminar entre discurso opositor y gestión de gobierno deberá asumir la responsabilidad política de sumergir a la economía argentina en una crisis.
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