EL PAíS › ENTREVISTA CON JORGE LUIS BERNETTI, AUTOR DE LA GUERRA DE PAPEL, SOBRE LOS MEDIOS Y LAS POLíTICAS DE DEFENSA
Bernetti analizó la cobertura que los medios de comunicación le dieron a la política de defensa puesta en marcha por el kirchnerismo. “La respuesta fue centralmente conservadora, con diferencias y variaciones de estilo y contenido en cada diario”, dijo.
› Por Javier Lorca
Jorge Luis Bernetti, doctor en Comunicación y profesor de periodismo en la UBA y la UNLP, se propuso investigar cómo representaron los medios gráficos las políticas instrumentadas bajo el kirchnerismo por el Ministerio de Defensa, donde él estuvo a cargo del área de comunicación entre 2005 y 2010. El resultado es La guerra de papel, el libro recién publicado por la Universidad de Quilmes y el Centro Cultural de la Cooperación, sobre el que Bernetti dialogó con Página/12.
–¿Cuáles fueron los objetivos de la investigación que dio origen al libro?
–El objetivo fue dejar testimonio de una experiencia y, al mismo tiempo, plantear las contradicciones existentes entre, por un lado, una política y la comunicación de esa política y, por otro lado, la interpretación de esa política por parte de la prensa gráfica. Para mi trabajo, tomé cuatro medios, tres integran la prensa hegemónica –Clarín, La Nación y Ambito Financiero– y uno no –me refiero a Página/12–. Frente a la política del Ministerio de Defensa, que consistió en una reforma de la perspectiva de la defensa en una línea democrática, nacional y popular, latinoamericana, de género, la respuesta fue centralmente conservadora, con diferencias y variaciones de estilo y contenido en cada uno de esos diarios. Quise analizar cómo esa política de defensa fue enfrentada de manera injusta por una parte sustancial o hegemónica de la prensa.
–¿Qué aspectos considera que caracterizaron a la política de defensa del kirchnerismo?
–El país venía de una enorme tragedia, que fue la última dictadura, y también venía de un largo período en el que las Fuerzas Armadas quedaron planteadas con una fuerza militarista, aún en momentos en que el poder de gobierno fue ejercido democráticamente por el movimiento popular. Se ha dicho que desde 1930 hasta 1982 hubo una Argentina militarista y, desde 1982, una Argentina antimilitarista, con plena razón. En ese contexto, la característica fundamental de la política de defensa del kirchnerismo fue subordinar el poder militar al poder civil. Esto no es una particularidad sólo del kirchnerismo, pero el kirchnerismo lo enfatizó de una manera muy notable, hasta en los modos: por ejemplo, los jefes de las fuerzas difícilmente hablaban con el presidente o la presidenta de la República, sino que lo hacían con el ministro o ministra de Defensa, y eso planteaba un distanciamiento lógico para subrayar, como dice la Constitución, que el Presidente de la Nación es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, y que los jefes de las fuerzas ejecutan las órdenes de la política de defensa planteada por el Ejecutivo. Luego de eso, que es lo central, otro aspecto proviene de que las Fuerzas Armadas son representativas de los diversos sectores sociales, pero había un sector que estaba especialmente subrepresentado y discriminado: la mujer. Por eso se asumió una política de género, que no se limita a la mujer, sino que se relaciona también con la homosexualidad. Otro aspecto clave fue que se derogó el Código de Justicia Militar, una reforma jurídica para que los integrantes de las Fuerzas Armadas respondan ante la Justicia como cualquier funcionario o ciudadano. También se planteó una reforma educativa, que introdujo una formación de los oficiales y suboficiales en un plano democrático, plural y científico, algo ausente en el modelo anterior. Hasta 2006 se enseñaba en el Colegio Militar el manual de derecho constitucional de (Alberto) Rodríguez Varela. ¿Cómo podía ser que las Fuerzas Armadas aprendieran derecho constitucional con el manual escrito por quien fue ministro de Justicia de la dictadura?
–¿Qué grandes rasgos tuvo la cobertura de medios sobre esa política de defensa?
–En el libro me ocupo sólo de dos años, 2005-2007, con Nilda Garré como ministra y Néstor Kirchner como presidente. Hay dos cuestiones. Una, en términos generales, encontré un gran desinterés por los temas de defensa. Es lógico, en el sentido de que la sociedad argentina tomó distancia del tema, como si dijera “todo eso fue horrible, no hablemos más de eso”. A la vez, las Fuerzas Armadas se replegaron. La distancia que hay entre el tratamiento, por ejemplo, del discurso de un jefe de regimiento antes de 1982 y ahora es enorme. Hoy eso para los grandes medios no existe. Hoy casi nadie sabe quién es el jefe del Ejército. Y esto es bueno, hasta a los militares les parece bien. La segunda cuestión que encontré fue que, cuando aparecían los temas de defensa, aparecían en tanto temas de derechos humanos; en general, los juicios a militares por delitos cometidos durante la dictadura. El Ministerio de Defensa acompañó y colaboró con esos procesos judiciales, pero eso no era propiamente una política de defensa, era algo que estaba en manos de la Justicia.
–¿Qué diferencias encontró en el tratamiento que les daban a estos temas los diferentes medios?
–La Nación, el diario tradicional de los sectores conservadores de la Argentina, fundado por un general, siguió los temas de defensa y lo hizo desde una perspectiva editorial de derecha, muy crítica de las reformas, acompañando la línea ultra que sostenía que el objetivo oficial era desarmar a las Fuerzas Armadas. Al mismo tiempo –por obra de los periodistas que lo realizaban, y acá hay que recordar que los periodistas son diferentes de las empresas en que trabajan–, esto se hacía con un nivel informativo muy importante. Con un menor nivel de información, Clarín también tomó esa línea editorial, pero la fue modificando, se fue exasperando: sus posiciones críticas ante las políticas de defensa fueron creciendo exageradamente a partir del conflicto con las entidades rurales. Ambito Financiero –el Ambito de Ramos y sus sucesores, antes de cambiar de manos– fue un diario que llevó el pensamiento de la ultraderecha militar y se opuso a cada decisión del ministerio con una visión conspirativa: en cada reforma señalaba la presencia de una conspiración montonera... En contraste, en Página/12 observé una perspectiva diferente, las reformas fueron seguidas desde su interés por los temas de derechos humanos, y lo hizo de manera muy independiente. Por supuesto, hubo una diferencia muy notable en dimensión y en alcance entre el accionar de la prensa hegemónica y el accionar más solitario de Página. Ahí están las principales características.
–¿Qué casos concretos exponían esos contrastes?
–Los ascensos de militares eran un tema que preocupaba muchísimo a Clarín y La Nación, como si el nombramiento de oficiales superiores no fuera un hecho político previsto por la Constitución, donde el Ejecutivo propone y el Senado recibe. No deciden las Fuerzas Armadas. Es una decisión política, no técnica. En función de los ascensos, entonces, hubo muchos casos. Otro caso se produjo cuando hubo una crisis de funcionamiento de radares en los aeropuertos, por un rayo que cayó en Ezeiza. La dependencia tecnológica del país hace que, si hay que reemplazar una pieza muy específica, es necesario traerla del exterior y eso lleva cierto tiempo; el aeropuerto de Ezeiza estuvo funcionado en forma restringida varios días y desde algunos medios, sobre todo Clarín, hubo acciones deliberadas de desinformación contra el ministerio, todos los días parecía que iba a haber un choque de aviones... Otro caso fue el acto de insubordinación más notable que se registró en esos años, que fue fuertemente reprimido: la movilización militar que se hizo en Plaza San Martín en 2006. Eso llevó a una campaña deliberada de Clarín y La Nación, que sostenían que había una gran movilización militar. Ahí hubo una acción deliberada, no tanto porque Clarín o La Nación hicieran una apología de esos sectores, sino porque lo que les importaba era atacar la base de sustentación del ministerio para parar las reformas que se estaban introduciendo y que tenían resistencia en algunos sectores militares. El ministerio reaccionó duramente contra la insubordinación y con información inmediata ante la campaña de esos diarios.
–¿Qué repercusión tuvo esa información en los diarios?
–El hecho de que se sancionara a oficiales tuvo, digamos, una transcripción en los diarios hegemónicos, con una mirada crítica porque no había un reconocimiento de la institución que había sido agredida. La política del ministerio fue siempre dar toda la información primero, no esperar a que trascendiera. Con Clarín se planteó otro tema, había quejas porque el ministerio decidió no dar un acceso desigual a la información. Hubo un gran esfuerzo de gestión por ofrecer mucha información en forma igualitaria para todos los medios y eso generaba reclamos de Clarín, no de La Nación, que conceptualmente tenía un posicionamiento más severo frente a las políticas oficiales. En un primer momento, la relación con los medios hegemónicos incluía cierto margen que después se fue perdiendo en forma progresiva, no porque el ministerio cercenara información, sino porque en función de la política global de los medios frente al gobierno se cortaron numerosas relaciones. A partir de entonces hubo un gran descuido de la información brindada por el ministerio y hubo ataques directos, tratamientos extraordinariamente subjetivos frente a las políticas de defensa.
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