EL PAíS
Asaltos a la carta, un menú para la indigestión
En forma sorpresiva, el fin de semana recrudecieron los asaltos a restaurantes. Hubo dos muertos en otros tantos hechos y al menos otros seis casos. El Gobierno quiere alejar fantasmas, pero no descarta un “pase de facturas”.
› Por Horacio Cecchi
Al asesinato de Pablo Badino, dueño del restaurante Oliverio, de la Recoleta, ocurrido el domingo unos diez minutos antes de las nueve de la noche, se sumó otro caso, el mismo día, pero seis horas antes, en el restaurante Plaza del Carmen de Villa Urquiza. No hubo disparos, pero los delincuentes fueron los mismos que habían asaltado el mismo local dos semanas antes. En Oliverio, el asalto tuvo lugar diez minutos antes de la recorrida del patrullero. Según una aseguradora, otros cinco restaurantes fueron asaltados en los últimos cuatro días. La preocupación entre los dueños de locales gastronómicos derivó ayer por la tarde en una reunión de sus integrantes. “Son hechos sorpresivos –dijo a Página/12 el presidente de la cámara, Juan Carlos Leal, poco antes de entrar a la reunión–. Nos llama la atención porque hasta ahora parecía todo bajo control.” Según las hipótesis oficiales, el de Oliverio fue un robo al voleo y trágicamente “casual”, bajando de ese modo los decibeles del caso. Pero la sorpresiva “ola de inseguridad” a algunos no los sorprende: muy por lo bajo, en las oficinas gubernamentales sospechan que detrás de la tal “ola” se esconde el pase de una factura por recientes remezones y remociones.
A los casos mencionados habrá que agregar los datos vertidos por la productora de seguros María Díaz, de Mapfre Aconcagua. Según dijo la aseguradora a Radio Mitre, desde el jueves hasta ayer, cinco restaurantes de su cartera de clientes fueron asaltados. Desde la superficie, todo indica que, una vez más, la inseguridad viene a arrasar con todo. Algunas aristas de los casos ponen en duda tal hipótesis.
Primero: Plaza del Carmen se encuentra en Olazábal y Triunvirato, en el barrio de Villa Urquiza. A las tres de la tarde del domingo, dos hombres y una mujer entraron al restaurante, amenazaron a los clientes y empleados. Dificultades para llegar no tuvieron. La dirección ya la conocían: dos semanas antes habían asaltado el mismo local. Cuando uno de los delincuentes se acercó a la caja, le dijo al encargado: “Ya me conocés, sabés a lo que vengo”. El trío embolsó 2 mil pesos y escapó en un vehículo.
Segundo: a 300 metros de Plaza del Carmen se encuentra La Farola de Villa Urquiza. El viernes, uno de sus clientes, Juan Carlos Godino, fue asesinado de un balazo al resistirse al robo. La Farola está ubicada en Monroe y Colodrero, pleno centro comercial del barrio. A la banda no le importó llamar la atención: eran siete y actuaron a cara descubierta.
Tercero: Oliverio está ubicado en Pacheco de Melo y Junín, de la Recoleta. Según el comisario Rodolfo Alí, de la seccional 19ª con jurisdicción en el lugar, “el hecho fue a las 20.50 y nosotros tenemos el móvil restaurante de 21 a 3. Hay que ver si los ladrones tomaron en cuenta esto”.
–¿No le parece raro que los asaltantes conocieran el horario?
–Fue un hecho al voleo –respondió el comisario–. No es que el móvil hubiera llegado primero a Oliverio. Tenemos 75 restaurantes en la zona. No creo que pase por el conocimiento.
La casualidad tiene sombras curiosas o la realidad ofrece otras preguntas. ¿Conocían los asaltantes el recorrido del patrullero? ¿Será parte de la casualidad que el restaurante estuviera a dos cuadras de la comisaría 17ª, que no tiene jurisdicción en el lugar? Suponiendo que todo fuera una trágica coincidencia, ¿qué azar es el del bolsillo de los asaltantes, que los empuja a un local cuando la caja aún está vacía? Una pregunta semejante quedó sugerida en los dos casos de Villa Urquiza: ¿qué clase de impunidad hace falta para asaltar un mismo restaurante (Plaza del Carmen) con dos semanas de diferencia y a cara descubierta? ¿Por qué eligieron Plaza del Carmen, cuando el lugar debería estar bajo la lupa? (Dos días antes y a tres cuadras, en La Farola, una banda numerosa y a cara descubierta asesinó a un cliente.) Los hechos dejan espacio a dos sospechas: o los delincuentes son kamikazes de Al-Qaida o gozan de un importante grado de impunidad.
Se sabe que los asaltos a restaurantes son un costado sensible a la opinión pública. El caso Dolli es el más emblemático: la ola de inseguridad de la que se supone formó parte, concluyó con la condena en juicio de uniformados y presos con salida libre. Poco después, los federales obtenían la implementación de la “Espiral Urbana” y la satisfacción de algunos reclamos. Ayer, los efectos de la agitada ola repercutió en los dirigentes empresarios. La Cámara de Restaurantes se reunió de urgencia. Antes de la reunión, este diario conversó con su presidente, Juan Carlos Leal. “Son hechos sorpresivos. Hasta ahora todo esto parecía dominado.” Al término de la reunión, más sorpresivamente que los propios asaltos, Leal anunciaba que “son hechos aislados. Buenos Aires sigue siendo segura”.
Desde el Gobierno también negaron en forma tajante que existieran “fantasmas detrás de todo esto”. Pero, por lo bajo, diferentes fuentes oficiales indicaron que investigan una vendetta, “el pase de una factura”, como indicó una de esas fuentes a este diario. “Demasiadas coincidencias, saben bien cómo agitar y dónde golpear.”
Siempre siguiendo con la teoría de la realidad casual, la ola de asaltos a restaurantes comenzó tres días después de que el Gobierno informara sobre los negocios por 18 millones de pesos por los que está acusado el ex jefe Roberto Giacomino, y el mismo día en que la Oficina Anticorrupción presentó formalmente la denuncia ante la Justicia.
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