EL PAíS › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
Se sabía que iban a culpar al gobierno anterior con la retórica neoliberal: “la pesada herencia”; “no es posible vivir por encima de nuestras posibilidades”; “hay que abrir la economía”; “el costo social es inevitable”. Es el retorno de los 90, sí, pero en un país donde millones de votantes no vivieron los 90.
Hoy Menem, De la Rúa y Duhalde son sólo rémoras, y para desdicha de la democracia radicales y socialistas ya no cuentan.
Por eso los M, para diferenciarse velozmente de los K, son más que formales; van a lo esencial. Y por eso se sienten, y de verdad son, revolucionarios restauradores que imponen tres cambios fundamentales: la economía vuelve a someter a la política; del espíritu redistributivo se retrocede al prebendario agroexportador; y el realineamiento internacional recoloca a la Argentina como satélite genuflexo-servil.
Hay que reconocer que volvieron con todo. Aunque son Atilas de plástico –porque el pasto volverá a crecer–, el daño a la República y a la Nación está siendo ejecutado fríamente, con la tutela de los Mentimedios y el guión de sus plumas a sueldo.
La sociedad argentina, entre espantados, distraídos y contentos, fue muda testigo de un mes aluvional de decretos dignos de gobiernos de facto, medidas antipopulares, aumento de la deuda externa que pagarán nuestros hijos y nietos, despidos masivos, acusaciones indiscriminadas de ñoquismo, directivos de transnacionales a cargo de ministerios y empresas estratégicas, retorno de la represión y la violencia reempoderando a las malditas policías, y hasta suspensión de paritarias por decreto. En el máximo organismo de custodia republicana, la Corte Suprema, y también por DNU, instalan dos jueces “empleados” anulando así todo el sistema de leyes, la función del Congreso y la Constitución misma. Y empleados, sea dicho, que se autoinvalidan porque ni siquiera cuestionaron el procedimiento anticonstitucional de su designación. Colmo perfecto, mientras el presidente Lorenzetti contrata aviones privados y flirtea con los M como antes con los K, la Corte acepta el atropello de la más democrática de las leyes, la de Medios, que fue debatida por la sociedad y aprobada por el parlamento y esa misma Corte, y consiente la destrucción de la Afsca y la Aftic para congraciarse con Clarín, La Nación y el presidente argentino en las sombras.
Esta columna prefirió, este mes, no escribir denuncias de lo evidente y por eso no enumera el repertorio de medidas M, aunque sí las considera memoria activa del desastre de un país que pierde todo rumbo de soberanía y autodeterminación. Y es que la cuestión no es sólo denunciar, sino pensar cómo rehacer la sociedad imperfecta pero con rumbo independiente que fuimos durante tres cuatrienios, y cómo profundizar la construcción de una nación más igualitaria y decente. Estamos obligados a cambiar este presente, y hacerlo en paz, por las buenas, preservando la Constitución (nosotros sí, como siempre) y la democracia.
Es urgente, además, porque el riesgo es que esto termine mal, con ellos huyendo en helicóptero pero dejando en las plazas matazones que nadie desea y que serían terribles para el país. El único camino para evitar el caos que promueven pero no ven (si es que no ven) consiste en organizarnos para que el ideario nacional y popular, de soberanía, equidad y autodeterminación, gane abrumadoramente las elecciones legislativas de 2017. Esto es fundamental. Tanto como la construcción de nuevos liderazgos decentes, preparados, confiables, dialogantes y muy firmes en convicciones y lealtad al pueblo argentino para 2019.
De ahí que el hipotético retorno de CFK al gobierno es todavía, en opinión de esta columna, más un deseo de muchos que una certeza. Hay muchísimo que agradecer al kirchnerismo y echar de menos, pero es sabido que la Historia nunca se repite. Parece muchas veces que sí, pero jamás se copia a sí misma. Y esta columna sabe, y lo testimonió en el libro “Cartas a Cristina” en 2011 (como también lo comprobaron otras cartas) que predicar en el desierto es más que una sensación. Es muy largo el historial de críticas propositivas y de buena leche desatendidas, como es inmutable el estilo de la ex presidenta: no dialoga, no escucha, toma decisiones muchas veces acertadas pero también pifia. Esta columna siempre sostuvo que no se puede gobernar sin abrirse a los contrarios, sin escucharlos aunque sean horribles. Esos errores los estamos pagando.
Ahora al camino hay que recorrerlo enalteciendo lo mejor que se hizo durante los gobiernos de Néstor y de Cristina. Habrá que descubrir y estimular dirigencias decentes, trabajadoras, conscientes de las necesidades populares y con sentido de soberanía y vocación latinoamericana. Las estructuras del PJ, el FpV y ese magma fabuloso llamado kirchnerismo son un gran punto de partida para recuperar lo mejor de 12 años que fueron los mejores de la vida republicana para dos generaciones de argentinos.
Pero si ahora lo que viene son urtubeys y massas, ése no es el camino. Faltan entonces propuestas concretas que esclarezcan y aglutinen a la militancia y a la sociedad en defensa de sus verdaderos intereses, y así enfrentar y vencer al sistema Mentimediático que es la verdadera dictadura oculta de este país. No se puede gobernar con miedos o paranoias, fue la gran enseñanza de Néstor.
Una mínima autocrítica ha de recordar que la política exige conductas y modos, y no sólo decisiones. Si el gobierno K hubiera hecho política, hubiésemos tenido kirchnerismo para rato, y se hubiese ido limpiando y democratizando, porque había un buen rumbo. Pero se eligió dirigirse a los ya convencidos, y así, entre otras penosas consecuencias, se entregó el viejo radicalismo y el viejo socialismo a lo peor de las ideas argentinas. No se puede gobernar desde el ensimismamiento. Sería bueno haberlo aprendido en el camino de recuperar las mejores ideas, que necesitamos escuchar y ver en boca y actitud de dirigentes. No todo está perdido y el festival de decretos se terminará por decreto; ése no es el tema porque tenemos un corpus legal que en gran medida se sancionó en estos 12 años. Y hay buenos idearios para apuntalar el retorno con principios y valores, y sin miedos. Algunos ciudadanos/as, ya en 2002, desde lo que llamamos El Manifiesto Argentino elaboramos propuestas en materia de Justicia, Reforma Política, Educación y Transparencia. Y no fuimos los únicos.
Lo anterior no desdeña ninguna expresión popular. Ni el masivo reconocimiento a Cristina el 9 de diciembre, ni la movilización espontánea durante el ballottage a pesar del candidato deslavado, ni mucho menos las multitudinarias plazas porteñas (casi todas sólo porteñas) de protestas antiM. Todo eso está bien, pero no alcanza. Las movilizaciones son importantísimas en lo emocional, y habría que sumar al interior, pero la lucha es otra y exige las mejores propuestas. Hay una inmensa tarea por delante. Que ya comenzó.
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