EL PAíS › OPINION
› Por Laura Contrera y
Nicolás Cuello *
La alocución oficial del ministro Alfonso Prat-Gay, plagada de guiños y frases ocurrentes, desató polémica. Lxs foristas de La Nazión, ante la furia por el uso discriminatorio del término “grasa” que sobrevoló las redes sociales, se indignaron por la ignorancia popular: “Cut the fat” es una expresión económica que sugiere ese corte necesario de lo que sobra para mejorar la productividad. Así, el ministro canchero, sugirió que el ensañamiento de su gobierno con el trabajo estatal no es más que quitar el remanente inservible, sacarse de encima lo que no permite avanzar, lo que molesta, lo indeseado. El ñoqui grasa que sólo le pesa al músculo magro que debe ser el brazo del Estado neoliberal y la mano leve, imperceptible, del mercado, que se deshace de lo que está de más.
No es novedoso que las derechas recurran a terminología injuriante para poner en caja las aspiraciones populares y señalar el buen orden jerárquico que debe imperar en la sociedad. Grasa no es cualquier término en nuestro contexto histórico-político. Pero, por otro lado, el sesgo economicista de la frase nos presenta un escenario que desde el activismo gordo venimos denunciando. La grasa como cosa que se extiende por los cuerpos populares y la gordura como pandemia a exterminar, deben ser vistas desde una perspectiva de clase. Siempre la gordofobia tiene como latencia la criminalización de la pobreza, el devenir gordo pobre, el devenir sucio, el devenir gorda trabajadora pública, el devenir justamente ñoqui a ser despedidx.
Cortar la grasa, reducir el excedente es una operación que simboliza el llamado eugenésico de las políticas neoliberales. No sólo se trata del recorte precarizante y de reducción del empleo (público o privado), sino que funciona como metáfora del cuerpo exigido por el dispositivo de producción normados contemporáneos. Eliminar la grasa implica eliminar esos vestigios y signos que hacen del cuerpo un cuerpo improductivo, un cuerpo salvaje, un cuerpo bruto, bárbaro, molesto, incómodo, cabeza, negro y grasa; un cuerpo que desde el desprecio por sus desmesuras desobedece el patrón corporal de este sistema político donde triunfa la estación saludable y el descenso de peso de una candidata la catapulta al éxito electoral.
Eliminar la grasa del Estado no sólo es persecución ideológica, es también eliminar el excedente de alteridad que simboliza en el estadio actual del capitalismo neoliberal local, las referencias a los cuerpos otros, a los cuerpos de clases populares, a los cuerpos no sofisticados. Eliminar la grasa es en esa expresión reducida el punto de encuentro de una ansiedad clasista, xenofóbica y gordofóbica.
* Activistas por la diversidad corporal.
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