A las conocidas veinte verdades el peronismo agrega, en tinta limón, otras vinculadas a la práctica cotidiana. Son invisibles para los profanos, legibles para los iniciados. La número veintitrés reza “Ningún político peronista debe aceptar pagos diferidos lo que lo convierte en un traidor o un gil, según el momento”. La máxima fue actualizada por un kirchnerista que aguanta los trapos analizando la conducta de sus compañeros gobernadores, diputados y senadores que votaron “sí” a la Ley Buitre. “Se les fue la mano –tabula– entregaron todo. Pagaron de más, al contado y esperan la devolución en cuotas”.
Cuesta creer que dirigentes peronistas con mucho millaje hayan olvidado las máximas del movimiento. Su táctica, de momento, es reconocer el esquema de poder que el presidente Mauricio Macri heredó y volcó en otro sentido. La Nación domina el escenario, maneja la caja y tiene recursos para repartir. Desde 2003 los gobernadores lograron sostenerse, mejorar la economía de sus distritos, revalidarse en las urnas. Se presume que ahora buscan lo mismo.
La relación entre las provincias y el Estado nacional es de tracto sucesivo, durará años. La aquiescencia del PJ, explican los acuerdistas, es conceder manteniendo las llaves del Senado. He ahí la motivación pragmática de mantener unido un bloque que votó (tan) separado sobre un tema central. Si no se cobra, se traiciona a la doctrina.
Una pregunta de la etapa es cuando hará valer el peronismo su mayoría latente. Puede que sea a cambio de contraprestaciones contantes y sonantes.
Un enigma denso es si el peronismo real existente pondrá freno a leyes que el proyecto macrista tiene en el sabó. Las reformas laborales regresivas son consistentes con el nuevo modelo. O acaso imprescindibles. Hasta dónde llegarán las concesiones, that is the question.
Las elecciones de 2017 son legislativas, se desplegarán en las 24 provincias. Solo dos eligen gobernador: Corrientes y Santiago del Estero.
El esquema permite diferir la pugna por supremacías nacionales y le abre chances a los taitas provinciales para alambrar su terruño y hacerse torazos en rodeo propio. Los gobernadores o jefes territoriales del Frente para la Victoria (FpV) lo saben.
El punto también atañe al diputado bonaerense Sergio Massa que termina su mandato y necesita una confirmación en las urnas.
La fragmentación del FpV es buena nueva para el líder del Frente Renovador (FR) quien juega a dos bandas con(tra) el macrismo.
Massa bancó sin ambages el pacto buitre y admitió sin escándalo que tres de sus diputados le hurtaran el cuerpo a la votación.
La ancha avenida del medio deja margen para volantear.
En el espacio opositor al macrismo quedan en pie también los partidos de izquierda y las dos CTA. Las CGT buscan su destino.
Los socialistas o el GEN de Margarita Stolbizer no encuentran espacio, ni discurso verosímil o inteligible. Fea la actitud de Stolbizer auto proponiéndose para integrar la Corte Suprema. Carece de pergaminos para el puesto, como le hizo notar Macri acudiendo al vocablo “empepinado” que hará época. La trayectoria de Margarita conoció antaño mejores momentos, que no deben olvidarse ni se borran con un papelón supremo que sí la mella. Dejó la impresión de querer “cobrar” caro y de contado sus denuncias judiciales contra el kirchnerismo y la ex presidenta Cristina Kirchner en especial. Superar a la macrista Laura Alonso. Too much.
El kirchnerismo fue y sigue siendo la principal oposición al gobierno. El macrismo lo sabe y saca ventaja de sus divisiones, pragmáticas e ideológicas. Las denuncias por corrupción buscan desprestigiar el legado político, arrojar al rival por el tobogán. Va formateando una versión peculiar del pan y circo: los alimentos se van a las nubes, la diversión la prodigan Comodoro Py y los medios dominantes.
Al oficialismo le va mucho mejor en la política que en lo económico-social. Tales dicotomías perviven poco en democracia. La legitimidad de origen se mella... durante la semana pasada el gobierno dio pasos de gigante en esa dirección. La subas en tarifa y combustibles lastiman el bolsillo popular de contado. Las secuelas del endeudamiento desatinado se percibirán de modo diferido.
Cambiemos y el kirchnerismo concuerdan, sagazmente, en tipificarse mutuamente como “la contradicción principal”. Claro que la política no es un sube y baja ni un juego de suma cero. El FpV no capitalizará automáticamente un descenso del macrismo en las preferencias ciudadanas. Menos con el escenario electoral ya descripto.
Reconquistar la mayoría perdida exige mucho más: recrearse, moverse en un cuadro social nuevo. La interna partidaria no valdrá de mucho, si sirve de algo. El internismo verbal, seguramente, tampoco. “Hacer política” es la clave en la coyuntura... algo más fácil de decir que de realizar paso a paso, día tras día.
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