Lun 18.04.2016

EL PAíS  › OPINIóN

El cazador, el retorno, la fiesta y la falopa

› Por Mempo Giardinelli

La semana pasada fue impactante gracias a lo que hoy más de medio país considera torpeza política del juez Claudio Bonadio. Además de sus muy consideradas limitaciones jurídicas y su declarada predilección por las armas y por matar animales y aves, su convocatoria a Cristina Kirchner para declarar en su juzgado devino inesperadamente en un maremoto ciudadano de apoyo a la ex presidenta, que hoy tiene al Sr. Macri, su gobierno y sus apoyadores en estado de sorpresa, irritación y furia.

La causa era lo de menos, porque acusar a un ex jefe de Estado por haber tomado determinadas decisiones políticas o económicas es simplemente un absurdo. A CFK se le podrán pedir explicaciones como a cualquiera, y eventualmente juzgarla y hasta condenarla si acaso se le prueban delitos, pero eso sería, si llegara a serlo, por otros asuntos que hoy excitan más a su prensa enemiga que a la ciudadanía. Por caso Hotesur, Lázaro Báez, el mantenimiento por años del Sr. Jaime en un ministerio sucio, los posibles robos para la corona por parte de algunos subalternos, quizá los reflotados casos Skanska o Antonini Wilson, y alguna otra cuestión judicializable. Pero por ahora todo eso no es más que un enjambre de hipótesis de combate de un gobierno que se sirve de un sistema judicial que, a su vez, se sirve a sí mismo sirviendo a ese gobierno.

Lo cierto es que CFK fue la única jefa de Estado de este país que jamás dejó de hacer públicas sus declaraciones impositivas. Habrán gustado o no, pero ése es un hecho. Y hasta ahora no es sospechosa de tener cuentas offshore, como sí tienen el presidente Macri y casi todos sus amigos, familiares, ministros y hasta los mentimedios que lo protegen con blindajes periodísticos.

Todo eso ayuda a explicar la explosión popular del miércoles pasado, cuando cientos de miles de ciudadanos se volcaron a vivarla y “acompañarla”, convirtiendo así a la fanfarronada del juez Bonadio en una gesta popular como no se veía desde hace mucho tiempo, incluso décadas según algunos memoriosos.

Lo cierto es que éste fue el cambio político más importante del año, a la par y por encima de las realizaciones de “Cambiemos”. Porque “Cambiemos” en efecto está cambiando al país, pero con el raro talento de que cambia todo lo que afecta y enoja a la ciudadanía de a pie, ésa que trabaja o quiere trabajar cada día por un salario digno y ni sueña con tener cuentas offshore como son comunes en el gobierno del PRO, tanto que ahora los mentimedios predican que son cosas de poca importancia.

Todo lo que cambió “Cambiemos” afecta a vastos sectores populares: 100 mil trabajadores despedidos, cierre constante de fábricas, tarifazos descomunales, endeudamientos incalculables que pagarán las próximas generaciones, y clausura de casi todos los programas educativos y culturales, empezando por Conectar Igualdad y el desguace de la Biblioteca Nacional que había sido recuperada como nunca antes en 50 años, y otros “cambios” feroces.

Muchos esperaban el regreso de CFK al primer plano de la política, pero –ahora se ve claro– eran muchos más los que rogaban que no volviese. Y fue este juez cazador de chanchos y aves de plumas e instructor de tiro, como él mismo se definió alguna vez, quien dio en un blanco que nadie en el Gobierno, como ninguna dirigencia política, hubiera siquiera imaginado.

El resultado inmediato fue que la ex presidenta volvió a residir en Buenos Aires, abrió un instituto de estudios políticos y en su primera reunión congregó a 70 diputados, incluso algunos que votaron a favor de los buitres. Nadie, acaso ni ella misma, habría soñado con tan espléndido retorno de un liderazgo que parecía adormecido y que algunos, ilusos o ciegos, creían terminado.

Por eso en el Gobierno y el mentimedierío están tan alterados y ya amenazan con no permitir futuras manifestaciones populares. Habrá que estar alertas y tener cuidado. La sensibilidad de este Gobierno es como de acero líquido, y al menos esta columna cree que serían capaces de cualquier barbaridad.

Por eso, también, hay que subrayar la estupidez de haber impedido el normal trabajo de la periodista Mercedes Ninci, de Canal 13. Más allá de cómo y para quién ejerza ella esta profesión, todo ataque es repudiable e inadmisible, como cuando en las manifestaciones antikirchneristas se molestaba a Cinthia García. Toda intolerancia es repugnante, sea de militantes o de contentos.

Y una reflexión final merece la escandalosa muerte de varios chicos en una “fiesta” infame en Costa Salguero. Que puede llegar a ser, y acaso será, el Cromañón del macrismo.

Esos repudiables “eventos” drogaestimulantes, que se repiten en boliches o en privado, son una peste que crece sin freno: en la Capital, en el conurbano, en todo el país e incluso en los pueblos más pequeños del territorio nacional pululan tugurios como Costa Salguero. Es pavoroso que desde la destitución de Aníbal Ibarra nada parece haber cambiado. Las tolerancias cómplices del gobierno porteño, antes con Macri y ahora con Rodríguez Larreta, permiten hoy decenas de Cromañones en potencia. Y si ninguna persona decente cree los cuentos que circulan después de las tragedias es porque la coima es regla.

Es un hecho que en la Argentina el consumo de drogas crece irrefrenable, guste o no, se acepte o no. Negarlo es necio. Por eso la sociedad debería saber, ser consciente, de que las verdaderas soluciones a este drama de nuestro tiempo debieran basarse en políticas públicas de información, educación, prevención, asistencia y sobre todo en decencia. Todo eso que no distingue a nuestros gobiernos, cuyos inspectores hacen la vista gorda y coimean, mientras los mentimedios que formatean las cabezas de medio país fingen escandalizarse por un par de días y enseguida cambian de tema.

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