EL PAíS › QUE HAY DETRAS DEL ACERCAMIENTO A LA ALIANZA DEL PACIFICO
La Argentina es el primero de los países grandes del Mercosur en sumarse como observador al pacto de México, Colombia, Perú y Chile. No lo hacen Brasil ni Venezuela. La falta de coordinación sudamericana, un sueño de Washington.
› Por Martín Granovsky
Con un Brasil en suspenso porque Michel Temer es un presidente interino, ilegal y frágil, Mauricio Macri tiene un mes por delante para jugar al solitario que más le gusta: el solitario de convertirse en el latinoamericano diferente.
El Presidente está entusiasmado con la entrada de la Argentina como país observador en la Alianza del Pacífico que integran Chile, Perú, Colombia y México. Será el 1° de julio en Chile. La Argentina lo pidió y naturalmente fue bien recibida. De los cinco integrantes del Mercosur ya son observadores Uruguay y Paraguay. Faltarían la Argentina, Brasil y Venezuela, los tres más grandes. Uruguay y Paraguay no se destacan por su desarrollo industrial. Tampoco, es cierto, Venezuela. Incluso con sus debilidades, la Argentina y Brasil son los dos países de Sudamérica con la mayor participación de manufacturas industriales en el Producto Bruto Interno. Su configuración es distinta a la de los demás. Uno de los dos, la Argentina, entrará en la órbita de la Alianza del Pacífico, donde Chile tiene una participación en la industria manufacturera en el PBI del 11 por ciento,
La decisión, por el momento, es simbólica. La condición de país observador no cambia la estructura de unión aduanera del Mercosur ni destruye comercialmente su arancel externo común. Pero en política internacional los símbolos cuentan. El gesto de Macri es la primera iniciativa diplomática de peso sin Brasil desde que la Argentina de Carlos Menem decidió –sola– ser parte de la coalición liderada por los Estados Unidos en la Guerra del Golfo de 1991 y luego, 1998, se incorporó como aliada extra-OTAN.
El punto, ahora, no es la diferencia con Brasil. Quizás a Temer y a su canciller, el biderrotado candidato presidencial José Serra, no les disguste imitar un gesto simbólico como el de Macri. El punto objetivo es que la Argentina concreta el sueño de Washington de que los países del Mercosur no coordinen su política exterior y vayan debilitando las prácticas del mercado común. Así tengan gobiernos ideológicamente afines.
En realidad el Mercosur y la Alianza del Pacífico ya se habían acercado antes de la llegada de los conservadores a la Casa Rosada y el Planalto. En noviembre de 2014 los cancilleres de los nueve países se reunieron por primera vez en Cartagena de Indias con la coordinación del argentino Héctor Timerman y el mexicano José Antonio Meade.
Destacaron que, juntos, el Mercosur y la AP representan el 85 por ciento de la población, el 91 por ciento del PBI y el 92 por ciento del intercambio comercial de América latina y el Caribe.
Este mismo año, antes del golpe esclavócrata en Brasil, el propio Florisvaldo Flier, conocido como Doctor Rosinha, coordinador del Mercosur y dirigente del Partido de los Trabajadores, dijo en Bolivia que el Mercosur y la AP deben “avanzar todavía más”. También recordó que los países de la AP comercian más con los del Mercosur que entre ellos.
Las cifras de la AP son impresionantes por el peso de México pero conviene introducir una precisión: desde 1994 México forma parte del NAFTA, el tratado de libre comercio firmado con los Estados Unidos y Canadá. México pertenece geográfica, comercial y geopolíticamente a América del Norte. Hasta sus dos mayores tragedias –el narco y la guerra militar contra el narco, que dejaron 100 mil muertos– se explican por su contigüidad con el mayor mercado de cocaína y drogas sintéticas del mundo.
Los Estados Unidos acarician dos sueños. Uno, que el Mercosur no llegue a fortalecerse políticamente ni sea un polo con influencia en el multilateralismo global. Otro, llegar a un acuerdo de libre comercio con Sudamérica pero sobre todo con Brasil, la sexta economía del mundo. Detrás de los dos objetivos está la meta, nunca cumplida desde la independencia norteamericana de 1776, de formar un bloque político y estratégico americano con los Estados Unidos a la cabeza. Era ése el objetivo del Área de Libre Comercio de las Américas que troncharon el 5 de noviembre en Mar del Plata Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez, Nicanor Duarte Frutos y Tabaré Vázquez. Los cinco impidieron el consenso americano. Y no hubo bloque.
Un Macri moviéndose solo sirve al objetivo del bloque hemisférico. También sirve el cambio en Brasil, que la élite de los vecinos quiere consolidar con el apartamiento definitivo de Dilma Rousseff este mismo año. Incluso con gobiernos conservadores simultáneos, como sucedió con Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso, toda falta de coordinación entre Brasilia y Buenos Aires será bienvenida en Washington, que siempre gana con la relación cabeza a cabeza porque impone su poder descomunal. Que vengan de a uno. Ni hablar de los Brics, el grupo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica que llegó a construir una instancia bancaria común y sufre hoy la debilidad política y económica de Brasil y la desaceleración relativa de China. En 2015 China creció un 6,9 por ciento. Fue la cifra más baja en 25 años y por eso no entró en la categoría legendaria de “crecimiento a tasas chinas”, o sea del 10 por ciento, aunque haya superado largamente el crecimiento de los Estados Unidos, con un 2,4 por ciento.
La formación de un bloque nunca restringe sus aspiraciones al plano comercial. Entran o las compras gubernamentales, o las licitaciones, o la desregulación, o los derechos de propiedad intelectual o las inversiones, e incluso la mirada estratégico-militar del mundo, o todo eso junto.
La misma variedad de temas estaba en debate antes de la formación del ALCA.
“Por detrás de movidas como el acercamiento a la Alianza del Pacífico en la forma en que Macri lo está haciendo está la posibilidad de negocios de los grandes empresarios argentinos asociados a las empresas de otros países, en primer lugar los Estados Unidos y luego algunos de los asiáticos”, explicó el economista y ex director del Banco Central Arnaldo Bocco a Página/12. “¿Qué competencia nacional con chances de éxito podemos esperar si se abren sin límites las licitaciones del Estado a empresas proveedoras o de servicios de los Estados Unidos o de Corea, por ejemplo? Sería imposible competir.”
La entrada de la Argentina en un bloque político contradictorio con el Mercosur o con la Unasur cambiaría parámetros que fueron consensuados no solo entre gobiernos ideológicamente afines. La Unión Suramericana de Naciones no es un bloque comercial pero sus miembros se pusieron de acuerdo en formar el Consejo Sudamericano de Defensa con los objetivos de “consolidar una zona de paz suramericana”, “construir una visión común en materia de defensa”, “articular posiciones regionales en foros multisectoriales sobre defensa”, “articular posiciones regionales en foros multilaterales sobre defensa”, “cooperar regionalmente en materia de defensa” y “apoyar acciones de desminado, prevención, mitigación y asistencia a víctimas de desastres naturales”.
En el primer semestre de Administración Macri, que se cumplió el viernes, el tema no apareció en el discurso de ningún funcionario argentino.
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