EL PAíS › AYER, A LOS 84 AñOS, MURIó LA ACTRIZ Y EX DIPUTADA IRMA ROY
Como actriz, fue proscripta y debió exiliarse en 1955 y 1976. En 1987 fue electa diputada por el peronismo. Impulsó proyectos sobre cultura, adopción, violencia familiar y cupo femenino.
Los primeros registros de la actuación formal de Irma Roy en política datan de los ‘80, tras el retorno de la democracia, aunque su vida personal y artística estuvieron marcadas desde siempre por el peronismo. Nacida en 1932, decía con orgullo que integró la generación de niños que Perón consideraba “los únicos privilegiados”. En 1952, poco antes de morir, Evita le tramitó un papel en la compañía teatral de Eduardo Cuitiño, que se convirtió en su marido. Tres años después, tras el bombardeo de Plaza de Mayo y la llegada de la denominada “Revolución Libertadora”, conoció la proscripción y el exilio en Colombia.
En 1973 acompañó a Perón en el chárter que lo trajo desde Madrid. Su segundo marido, el periodista Osvaldo Papaleo, se convertiría luego en secretario de prensa del gobierno de la viuda, Isabel Martínez de Perón. La última dictadura volvió a condenarla al exilio, entonces en México. Su amigo Rogelio Frigerio (abuelo del actual ministro) le anticipó que irían por su esposo. Una patota de la bonaerense se apersonó en su departamento de Recoleta, les puso una ametralladora en la nuca y se llevó a Papaleo. Roy golpeó puertas, visitó a militares amigos pero volvió a verlo recién seis meses después, todavía con marcas de picana. Por esos meses manos anónimas levantaron una tumba en Lanús, cerca de Banfield (donde estaba secuestrado Papaleo) con su nombre. “La gente me encontraba por la calle, me abrazaba y me decía: ‘Yo llevé flores a su tumba’”, recordó años atrás.
En 1985 participó activamente de la campaña de los renovadores que convirtieron en gobernador bonaerense a Antonio Cafiero. Entonces se abrió su camino hacia la política formal: dos años después llegó a la Cámara de Diputados de la mano del peronismo, referenciada en el liderazgo de Eduardo Duhalde. En 1991, durante su segundo mandato en el Congreso, se encolumnó con el menemismo. Como legisladora llegó a presidir la Comisión de Familia y Minoridad, desde donde impulsó una reforma a la ley de adopción para facilitar el paso a esa forma de paternidad, la ley de violencia familiar para atender un problema que ya despuntaba, y apoyó la de cupo femenino que consiguió sentar en las bancas a centenares de mujeres. En 1999, cuando ATC entró en convocatoria de acreedores, activó desde el Congreso para solucionar ese problema.
En 2000 se alineó en la disidencia de centroderecha liderada por Gustavo Béliz y llegó a competir como candidata a jefa de Gobierno y legisladora porteña. En campaña se presentó como “defensora de una clase media que ha perdido status y de una clase humilde pauperizada”, y tildó a Aníbal Ibarra y Domingo Cavallo de “candidatos de los ricos”. Fue electa legisladora pero debió renunciar cuando se reveló que cobraba una jubilación de privilegio. En 2001 inició su último mandato como diputada, hasta 2005. Dos años después, el gobernador puntano Alberto Rodríguez Saa la puso a la cabeza de su lista de candidatos a diputados pero los votos no le alcanzaron. “Fue una etapa. Estoy tranquila en tanto y en cuanto tengo cómo expresarme -contó en una entrevista en El Cronista–. Fui una política honesta y la gente me quiere. No necesito guardaespaldas.”
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