EL PAíS › INSPECCIóN JUDICIAL EN EL CENTRO CLANDESTINO RIBA
› Por Ailín Bullentini
Sobrevivientes del terrorismo de Estado que aseguran haber estado secuestrados allí y Guillermo Pérez Roisinblit, quien solía visitarla durante su infancia, cuando aún era un niño apropiado, recorrieron junto al Tribunal Oral en lo Criminal Federal 5 de San Martín el predio en donde funcionó la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA) en el marco del juicio por el secuestro y las torturas sufridas allí por Patricia Roisinblit y José Pérez Rojo durante la última dictadura cívico militar. También aportó su testimonio al ritmo de la inspección ocular un arquitecto de Memoria Abierta quien sumó información valiosa durante la instrucción de la causa en torno de las modificaciones que sufrió el lugar.
El tribunal presidido por el juez Alfredo Ruiz Paz había ordenado la recorrida de la RIBA algunas semanas atrás, acompañada por el relato de Guillermo, los sobrevivientes María del Carmen Ramallo y Víctor Calefa, y el coordinador de Proyectos del área Topografía de la Memoria, Gonzalo Conte, quienes ya habían testimoniado en el juicio. Para Mariana, la primera hija del matrimonio que permanece desaparecido, la inspección sirvió para “reforzar una hipótesis” que no tenía clara hasta el desarrollo del debate. “Un montón de elementos me hicieron ver que hubo otras personas secuestradas en donde estuvieron mis padres, que la RIBA no era un espacio de detención clandestino tan excepcional”, reflexionó. Mencionó la situación “por momentos escalofriante” de caminar el último lugar en donde sus padres estuvieron vivos junto con Luis Trillo, uno de los acusados en el juicio. Destacó, además, el testimonio de Conte, quien había investigado posibles modificaciones al predio durante la etapa de instrucción de la causa, a cargo del juez federal Daniel Rafecas, y “la seguridad” con la que Calefa y Ramallo “reconocieron en donde estuvieron secuestrados”. Así, remarcó que Calefa reconoció en el lugar “un hogar, un baño y una habitación”, que se supone fue la celda de sus padres. El sobreviviente recordó que “lo mantenían con los ojos tapados con una venda y con cinta y que lo obligaban a dormir con la cabeza dentro de un hogar en desuso”, reconstruyó Guillermo.
A él, la recorrida del predio le sirvió para “demostrar a las defensas que por más de que son muy viejos, mis recuerdos de la RIBA están más que frescos. Como testigo del juicio, Guillermo -que nació en la ESMA y fue apropiado por uno de los acusados, Francisco López- pisó por tercera vez la RIBA desde que recuperó su identidad, y sintió el cimbronazo: “Caminar por los mismos lugares que sacaban a pasear a mi mamá mientras estaba embarazada de mí no es sencillo. No se puede sentir su presencia y la de papá, pero sí imaginarla”, reconoció a Página/12 horas después.
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