EL PAíS › LA INCREíBLE HISTORIA DE AUGUSTO JESúS, AYER RECONOCIDO COMO VíCTIMA DEL ATAQUE LA AMIA
Augusto Jesús era un argentino de 20 años que concurrió el día del atentado a la AMIA junto a su madre para hacer un curso, pero nunca había sido identificado. Página/12 reavivió el caso en 2013. El fiscal Nisman había dicho que se trataba de un obrero boliviano.
› Por Raúl Kollmann
El cuerpo del misterioso muerto número 85 en el atentado de la AMIA fue identificado ayer por los fiscales que integran la Unidad AMIA y que sucedieron al fallecido fiscal Alberto Nisman. La víctima número 85 se llama Augusto Daniel Jesus, un joven argentino de 20 años que aquel 18 de julio de 1994 concurrió a la AMIA junto a su madre para hacer un curso de cuidado de enfermos. La madre, María Lourdes Jesús, figuró desde el primer día en la lista oficial de víctimas del atentado y durante 22 años no se pudo identificar que era su hijo el cuerpo que enterró en un osario común en el cementerio de la Chacarita. Página/12 reavivó el caso en 2013 señalando las insólitas incongruencias de la investigación sobre la víctima número 85, que según el fiscal Nisman era “seguramente un obrero boliviano”. La identificación de ayer muestra, una vez más, los graves vacíos de la investigación de Nisman y por qué los familiares de las víctimas agrupadas en Memoria Activa venían exigiendo la destitución del fallecido fiscal. Ayer, Memoria Activa usó las palabras “mentira, nunca les importó la verdad, vergüenza” al referirse al hallazgo que se demoró 22 años (ver recuadro).
Tras la muerte de Nisman, la procuradora Alejandra Gils Carbó designó un equipo de tres fiscales y un coordinador para que se haga cargo de todo lo referente al caso AMIA. Sabrina Namer, Roberto Salum y Leonardo Filippini están hoy a cargo de la Unidad y empezaron a trabajar en todas las cuestiones pendientes. Entre ellas la utilización de la genética en la investigación.
Este periodista tuvo la chance de hablar en numerosas oportunidades con el fiscal Nisman sobre la identificación genética, no sólo del cuerpo NN número 85, sino del supuesto suicida que –según la investigación oficial– condujo la camioneta Trafic hasta incrustarla en el edificio de Pasteur 633. Un relato de aquellos diálogos se puede encontrar en la nota publicada el 17 de marzo de 2013, justamente sobre el misterio del cuerpo 85: http://www.pagina12. com.ar/diario/elpais/1-215975-2013-03-17.html.
En aquella oportunidad, Nisman –que era el interlocutor en la fiscalía– sostuvo que el muerto 85 era casi seguro un obrero boliviano cuya familia no había reclamado el cuerpo. Se trató de una respuesta destinada a ubicar en una segunda categoría a esa víctima y minimizar lo que significaba tener todavía, por entonces a 19 años del atentado, un cuerpo sin identificar. Además, no se respondía a una serie de interrogantes llamativos: ¿era un obrero que entraba a la AMIA sin identificarse? ¿No figuraba en ninguna lista aunque sea de una empresa contratista? ¿Su familia no reclamó el cuerpo pese a que había una indemnización de 50 mil dólares por accidente de trabajo?¿Cómo se podía saber que era un obrero boliviano y no el suicida o un cómplice del suicida? El fiscal respondía dubitativo, con idas y vueltas, a estas preguntas.
La Unidad AMIA, ahora a cargo de los nuevos fiscales, resolvió convocar al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), famoso en todo el mundo porque intervino en algunos de los casos más difíciles de identificación. Desde 1986 trabaja en ponerles nombre y apellido a los cuerpos de quienes fueron asesinados durante la dictadura. Luego intervino en la identificación del cuerpo del Che Guevara, en Bolivia, participó de las exhumaciones de los cuerpos de Salvador Allende, Pablo Neruda y Joao Goulart y hoy trabaja o asesora en 30 países, entre ellos en México, donde los padres de los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa eligieron al EAAF para que hiciera el estudio científico del caso. La Procuración firmó un convenio con el EAAF para que intervenga en el caso, algo que seguramente debió hacerse antes. “¿Un boliviano de 1,85 metro de altura? Sería raro. No nos parece”, arrancaron diagnosticando los expertos del EAAF. Es que Augusto medía eso, 1,85.
La insólita ineficacia en el caso del NN número 85 parte de un dato que los nuevos fiscales descubrieron revisando el expediente. En 2002, durante el juicio oral en el que se debatían responsabilidades y la existencia o no de una camioneta y un suicida, los magistrados le dieron la importancia a un hallazgo: entre los escombros de la AMIA, apareció un documento a nombre de Augusto Jesús. Los jueces le ordenaron a la Policía Federal que buscara a ese ciudadano para que fuera a declarar como testigo. No lo pudieron encontrar.
Los datos que este año aportaron los nuevos fiscales sobre el tratamiento del cuerpo del NN son asombrosos. Un testigo declaró que el FBI se llevó tres falanges de dedos. El hecho no está consignado documentalmente y el FBI nunca entregó ningún informe sobre sus conclusiones. La impresión es que los norteamericanos se llevaron esas falanges para hacer estudios de ADN e identificar de qué región del mundo era la persona a la que, seguramente, consideraban que podría ser el terrorista. Al final de la historia y sin tomar mayores medidas de preservación, sin las tres falanges, el cuerpo fue enterrado en una zona del osario común de la Chacarita.
Namer, Salum y Filippini resolvieron entonces hacer una comparación del ADN del cuerpo NN con las demás víctimas y con esa prueba determinaron que Augusto era hijo de María Lourdes. La comparación fue hecha, al mismo tiempo, por dos prestigiosas instituciones: el EAAF y el laboratorio genético de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, que conduce Daniel Corach. En ambos casos dio un 99,99 por ciento de compatibilidad.
Otro dato llamativo es que los nuevos fiscales convocaron a dos tíos de Augusto. Uno de ellos señaló que concurrieron al juzgado después del atentado, justamente porque pensaban que Augusto podía haber también fallecido en el ataque. Sin embargo –según afirman–, no se les prestó atención. “Nos ningunearon”, habría dicho uno de los tíos. Sobre esa presencia de los familiares, al principio del expediente, no hay ninguna constancia. No aparece en la causa.
La increíble desidia en el caso del cuerpo número 85 puede obedecer a falta de eficiencia por parte de Nisman y, antes que él, del ex juez Galeano y todo su equipo. Sin embargo, este periodista tuvo la oportunidad de hablar varias veces de la cuestión del cuerpo 85 con el fallecido fiscal e incluso de la utilización de la genética para avanzar en el caso. Por ejemplo, en el Cementerio de La Tablada hay varias bolsas con partes de cuerpos sin identificar. Si allí se detectan restos cuyo ADN no coincide con el de los 85 familiares de las víctimas, estaríamos ante el supuesto suicida. Es decir, que la genética debía servir para identificar el cuerpo no identificado y, además, para verificar la existencia de un suicida. A eso, Nisman siempre contestó con evasivas, tal cual se transcribió en este diario en 2013.
Pero más grave aún sería concluir que no se recurrió a la genética para no arruinar ninguna hipótesis ya existente en la causa. Es decir, la hipótesis oficial de que se usó una camioneta, hubo un suicida, fue un individuo vinculado a Irán, más concretamente Ibrahim Berro, un libanés de 21 años, integrante de Hezbolá.
Resulta llamativo que Nisman nunca haya querido recurrir a la genética, por ejemplo, para comparar con Hassan y Abbas Berro, hermanos de Ibrahim, que viven en Chicago. Los dos negaron que Ibrahim haya sido el suicida, pero Hassan estaba dispuesto a que le extraigan sangre para hacer los estudios genéticos comparando ese ADN con el de los restos. Que el fiscal no haya tomado la iniciativa en ese terreno habla de que no se quiso avanzar demasiado ante el peligro de que los estudios arruinaran la hipótesis oficial.
Hoy por hoy, la ciencia avanzó de forma espectacular y se necesita, en muchos casos, ínfimo material para hacer comparaciones genéticas. El hallazgo del nuevo equipo de fiscales demuestra que se consiguen resultados si hay voluntad de avanzar. Y también que todavía hay muchas, muchísimas cosas por hacer y que no se hicieron.
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