Lun 15.08.2016

EL PAíS  › TEMAS DE DEBATE: LA FUGA DE CAPITALES SE ACELERO DURANTE EL PRIMER SEMESTRE DEL AÑO

El negocio especulativo está de vuelta

Como en otros períodos de la historia argentina, la fuga va de la mano del aumento del endeudamiento, que se incrementó en 10.000 millones sólo en el primer trimestre del año. El impacto negativo en el mercado de trabajo.

Producción: Javier Lewkowicz

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Por Pablo Chena *

Fugar para negociar

Si algo caracteriza al capitalismo financiero son los enormes niveles sobrantes de factores productivos que genera y administra. Me refiero puntualmente al exceso de dinero que se mueve especulativamente en bolsas, bancos y guaridas fiscales. Pero también a la mano de obra desocupada, que deambula en el subempleo y la marginación. Este despilfarro creciente de capital y trabajo nos revela que ya no estamos frente a la idea de economía como asignación eficiente de recursos, sino que nos enfrentamos a un dispositivo de gobierno de la desigualdad social.

Para comprender la lógica de este fenómeno la Argentina resulta un laboratorio propicio. Como hecho estilizado se destaca una relación positiva, de largo plazo, entre fuga de capitales y endeudamiento externo. Con períodos de gobiernos neoliberales, donde ambos crecen en forma explosiva. Seguidos por gobiernos desarrollistas, donde la fuga se mantiene pero la deuda externa es gestionada para evitar caer en la “trampa de la deuda”. Dos ejemplos de este último caso son: la primera parte del gobierno de Alfonsín, con Grinspun como ministro de Economía, y el gobierno kirchnerista. En este último, la deuda externa bruta bajó de 171.205 millones a 152.632 millones de dólares, entre diciembre de 2004 y diciembre de 2015, según INDEC. Mientras que la fuga de capitales sumó, en el mismo período, casi 110.000 millones de dólares, según estimaciones de la formación de activos externo del Sector Privado No Financiero del INDEC.

En el dos primeros trimestres de este año, el gobierno de Cambiemos exacerbó la fuga de capitales, que llegó a casi 6.000 millones de dólares, según el BCRA. Cuando en los últimos dos años la misma totalizó, 1.665 millones y 3.400 para los mismos trimestres de 2014 y 2015. Sin embargo, la fuga actual no generó las tensiones habituales en las reservas del Banco Central. Esto se debe a que la deuda externa se incrementó 10.000 millones, sólo en el primer trimestre de este año, según INDEC. La tensión se manifestó ésta vez en el mercado de trabajo, a través del desempleo y la precarización laboral. Este nuevo intento de disciplinamiento a los sectores populares, tiene como objetivo aumentar el excedente económico (EE) que se apropia el capital, medido como la diferencia entre la riqueza que se produce en nuestro país y el costo de producción, para luego fugarlo al exterior y renegociar sus condiciones de ingreso. En otras palabras, cuanto mayor es el esfuerzo de los trabajadores por incrementar la rentabilidad empresaria, mayor es la fuga de capitales que, una vez en el exterior exigen, como mínimo, altas tasas de interés, no pagar impuestos y disciplina laboral para regresar.

¿Qué mecanismo hay detrás de esta relación estructural entre la fuga de capitales y la deuda externa? Suele argumentarse que la primera se financia con la segunda. Es decir, que el ingreso de divisas por deuda externa, tarde o temprano, se fuga. Sin embargo, el mecanismo puede pensarse exactamente al revés. Es el EE generado el que, en lugar de reinvertirse internamente, es apropiado por los grupos concentrados, a través del sistema de precios, para dolarizarlo y girarlo al exterior. El objetivo se exigir cambios políticos e institucionales para repatriarlos. Esto da forma a una maquinaria de poder con dos grandes características. La primera es que se alimenta de la riqueza generada en el mismo país que se endeuda. La segunda es que se apropia de la moneda nacional para obligar a que su valor se respalde en divisas y no en la recaudación del Estado. De esta forma, bloquean el crédito público y obligan al país a financiarse con deuda o vivir al contado.

En definitiva, la experiencia argentina muestra que los capitales se fugan para luego negociar las condiciones institucionales de su regreso. Que esas exigencias implican, como mínimo, altas tasas de interés, caída en el salario real y disciplinamiento laboral efectivo. Los gobiernos que no aceptaron la extorsión, sufrieron fuertes ataques de mercado y bloqueos financieros. Aquellos que cedieron, por coincidencia ideológica o miedo a la represalia, tuvieron fuertes dislocaciones en el mercado de trabajo, con desempleo, baja del salario real y precarización laboral. La historia es clara, para evitar tener que elegir entre estabilidad monetaria y empleo, hay que acompañar la política de desendeudamiento con mecanismos que frenen la fuga del EE generado en el país.

* Economista. Investigador del Conicet. Profesor en la UNLP. Miembro de la Mesa de Economía del Movimiento Evita.

Por Eduardo Crespo * y Juan Matías De Lucchi **

El verdadero riesgo

Algunos analistas sostienen que la eliminación de las restricciones cambiarias estaría provocando una renovada fuga de capitales. Entendemos que esta conclusión es equivocada, aunque ciertamente varias medidas del Gobierno comprometen la sustentabilidad macroeconómica en el mediano plazo. Con la devaluación y la supresión del cepo la cotización del dólar se estabilizó rápidamente. La tendencia alcista de enero y febrero fue más el resultado de errores operativos de política que de tensiones estructurales en el mercado de cambios. Las autoridades del Banco Central, obsesionadas por imponer un programa monetarista consistente en fijar metas de agregados monetarios, abandonaron el control de las tasas de interés (las tasas de corte de las Lebac seguían las tendencias bajistas del mercado secundario), lo que recalentó la demanda especulativa de dólares. Pero desde marzo, cuando el Central retomó el control de la tasa de interés con vistas a formalizar un sistema de metas de inflación, el tipo de cambio no solo se estabilizó sino que incluso registró una tendencia a la baja solo interrumpida por el Brexit.

Varios indicadores confirman esta tendencia. Pese a la reticencia del Banco Central a intervenir en el mercado cambiario, las reservas internacionales mostraron cierta recuperación. En el mercado a término el sistema bancario acrecentó su posición vendida. Simultáneamente el resultado de la cuenta capital ahora es positivo, tanto por entrada de capitales especulativos como por el creciente endeudamiento en dólares del sector público. Aunque la economía argentina es hoy mucho más cara que el año anterior, la cotización del dólar tiende a reducirse. Esta evidencia refuta a quienes explicaban la tendencia devaluatoria observada hasta diciembre de 2015 como una consecuencia de la inflación, apelando al argumento de que el tipo de cambio real estaba “sobrevaluado” o en “desequilibrio”.

Quienes visualizan fuga de capitales apuntan que la llamada formación de activos externos del sector privado no financiero casi alcanzó los 6 mil millones de dólares en el primer semestre. Si hay fuga, ¿cómo se explica entonces la decreciente cotización del dólar? La aparente contradicción debe atribuirse al carácter bimonetario de la economía argentina. En una economía de este tipo, los dólares adquiridos por el sector privado pueden permanecer en el sistema a través de la creación de depósitos en moneda extranjera, la suscripción de activos financieros dolarizados y varios otros mecanismos. En efecto, los depósitos en dólares del sector privado aumentaron en 3255 millones de dólares entre diciembre de 2015 y julio de 2016. Aunque representen una dolarización de carteras, y pongan en evidencia la fragilidad estructural de nuestro sistema monetario, estos comportamientos deben distinguirse de la tradicional fuga de capitales al exterior o al “colchón”. ¿Es lo mismo hacer un depósito en dólares en el Banco Nación que fugarlos a Panamá o cualquier otro paraíso financiero?

La principal amenaza a la sostenibilidad macroeconómica es la dolarización de contratos, particularmente el endeudamiento externo, en una coyuntura en la que los dólares sobran, práctica que se extiende a todo el sector público –provincias incluidas– y también al sector privado. Sin dudas el gobierno debe financiar el déficit fiscal. La opción de recortar más aún el gasto público debería descartarse, ya que profundiza la recesión, reduce la recaudación y acentúa el déficit. Frente al rechazo ideológico a la monetización directa, el gobierno cuenta con una única opción: el endeudamiento. Lo insólito es que decide hacerlo colocando deuda en dólares cuando la tasa de interés nominal por la deuda doméstica es inferior a la inflación. Y peor aún es que el endeudamiento apunta a financiar ¡gastos en pesos! Las deudas contraídas no están pagando infraestructuras basadas en bienes de capital producidos en el exterior. Las provincias emiten deuda para pagar gastos corrientes y luego venden los dólares prestados en el mercado cambiario, o al propio Banco Central quien a regañadientes debe emitir pesos para adquirirlos. Pese a la abrumadora experiencia argentina y mundial, las autoridades parecen desconocer los peligros inherentes al endeudamiento nominado en monedas extranjeras.

* Profesor de Unsam.
** Profesor de la UFRJ y de la Universidad N. de Moreno.

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