EL PAíS
› LOS QUE QUIEREN PAGAR MAS DEUDA Y MAS RAPIDO
El fan club de la señora K
Son los mismos que antes defendieron el ajuste y la concentración de la economía, ex funcionarios menemistas, banqueros, gurúes liberales, empresarios y políticos de distintos plumajes que critican la quita.
› Por Claudio Zlotnik
No se los puede acusar de incoherentes. Son los mismos que durante la década pasada reclamaban el ajuste sobre el ajuste y aplaudieron la masiva extranjerización y concentración de la economía. Siempre parecían tener un buen argumento a mano para justificar su receta. Cuanto más profunda era la crisis, más recomendaban ellos acentuar las medidas de ajuste. Y cuando hace dos años sobrevino el default, se pusieron en primera fila para criticarlo. No se les ocurrió, al menos en público, relacionar el estallido de la crisis con el fracaso de su fórmula ortodoxa. Ahora volvieron a la carga. Forman parte de quienes piden a viva voz que el Gobierno se baje de su propuesta de quita de la deuda y les pague más a los acreedores, se manifiestan abiertamente en contra de una quita nominal del 75 por ciento. En el grupo conviven economistas, pero también empresarios, políticos y dirigentes de distintas asociaciones. Son de diferentes extracciones y también son disímiles sus responsabilidades sociales y políticas.
La Casa Rosada les salió rápido al cruce. A algunos de ellos, Néstor Kirchner los tildó de “atorrantes” por haber endeudado a la Argentina hasta límites exorbitantes. Son los que, desde la Argentina, proponen mejorar la propuesta a los acreedores internacionales y también a las AFJP. ¿Quiénes son y por qué se pusieron en la vereda de enfrente? Una pista: varios son nombres conocidos para el común de la gente. Otros lectores los recordarán por anteriores pasos en la función pública o bien como recurrentes voceros del establishment. Algunos no pueden sorprender ya que formaron parte del elenco estable del menemismo. Otros vienen participando desde hace varios años en las usinas ideológicas ligadas al liberalismo económico.
- Ex funcionarios. Un primer repaso de los profesionales que están abiertamente en contra de la quita del 75 por ciento nominal de la deuda permite reencuentros con caras conocidas. Aparece por ejemplo el ex viceministro de Economía Pablo Guidotti. También, en el mismo equipo que acompañó a Roque Fernández en el palacio de Hacienda, surge el ex jefe de asesores, Miguel Kiguel. Como actual profesor de la universidad Torcuato Di Tella, Guidotti resultó uno de los más audaces. El ex funcionario, que tuvo responsabilidad directa en el voluminoso endeudamiento de los años ‘90, le puso cifras a su reclamo a favor de los acreedores: dijo que la Argentina debería elevar del 3 al 4,5 por ciento el superávit primario para aumentar los giros. Significaría aumentar los pagos nada menos que en 6250 millones de pesos. Un monto que representa dos veces y media el presupuesto para este año del Ministerio de Desarrollo Social. La comparación brinda una dimensión de lo que ocurre cuando se propone “hacer un esfuerzo” y ser más prolijos con los acreedores. ¿Acaso alguien pueda sorprenderse de que entre los partidarios de ese mayor esfuerzo se encuentre el argentino Claudio Loser? Es el mismo técnico que durante años se desempeñó como director para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario y desde su despacho convalidó las políticas de la década pasada.
También entre los ex funcionarios críticos se encuentra Guillermo Mondino, quien tuvo un rol importante en el último equipo de Domingo Cavallo. Ahora, desde la consultora MacroVision Consulting, es uno de los que advierte futuros malos momentos si no se arregla rápido con los acreedores.
- Gurúes. El caso de los gurúes de la city se inscribe en otro capítulo. Antes que ministro de Economía durante un par de semanas, Ricardo López Murphy tuvo una carrera en FIEL, una de las usinas ideológicas del liberalismo. Semanas más tarde de conocida la propuesta de Dubai, López Murphy semostró moderado en sus pretensiones. Dijo que en lugar de una quita del 75 por ciento podría tomarse una del 70 por ciento.
Sin las presiones que impone una carrera política pretenciosa, Miguel Angel Broda fue directo a la cuestión. Calificó de “un error” plantear un recorte del 75 por ciento de la deuda. Propuso, a cambio, que el Gobierno intente minimizar la fuga de divisas al extranjero antes que minimizar los giros a los acreedores. La pregunta que queda en el aire refiere a si el consultor no se quejaría si el Estado ajustara los controles a la salida de capitales.
Párrafo aparte para Luis Secco, un economista que fue asesor de Fernando de Santibañes en la Side, y que ahora desde las páginas de Ambito Financiero asegura, en tono quejoso, que tanto Estados Unidos como el Fondo Monetario tienen “actitudes condescendientes” con Kirchner, lo que convierte a la Argentina “en un mal ejemplo” para otros países que “hacen esfuerzos para cumplir con todos sus compromisos”. Secco aseguró en esa columna que “el crecimiento se irá desacelerando a lo largo del año” por la demora en la salida del default. Y todo porque no se mejora la oferta a los inversores.
El ultraliberal José Luis Espert, y Dardo Ferrer, de la Fundación Mercado, también se suman a la lista de los que piden pagar más.
Ex funcionarios y gurúes de la city presentan un diagnóstico similar. Presumen que el actual buen momento económico se diluirá en caso de que sigan los tironeos con la comunidad financiera internacional. Y, en especial, con los Estados Unidos. La administración Bush volvió a ejercer una fuerte presión a favor de un rápido acuerdo. La última ocurrió el último viernes, cuando el secretario del Tesoro estadounidense, John Snow, enfatizó que la Argentina debería demostrar “buena fe” ante los acreedores y plantear “negociaciones abiertas y efectivas”. Si se filtran esos dichos de los vagos términos diplomáticos, lo que queda en limpio es que la administración Bush volvió a la carga en su defensa de los tenedores de bonos. Otro apriete, en términos vulgares.
De manera interesada, o no, lo cierto que las opiniones de los opositores del Gobierno en el tema deuda muestran plena coincidencia con los planteos que se realizan desde el exterior.
- Banqueros. Cuando Roberto Lavagna convocó en el quinto piso del Palacio de Hacienda a las principales entidades representativas de empresarios y banqueros, le llamó la atención una ausencia. Los directivos de la Bolsa de Comercio habían faltado sin aviso. La ausencia no empañó el objetivo del ministro, que buscaba un respaldo contundente a la propuesta que días antes había lanzado en los Emiratos Arabes. Como el apoyo había sido masivo, el faltazo pasó inadvertido, pero dejó en claro la resistencia a la oferta oficial de los operadores bursátiles. Y contrastó con el fuerte respaldo que la movida oficial tuvo de parte de los banqueros nacionales. Las dos cámaras que los agrupan salieron a apoyar a Néstor Kirchner: tanto Adeba (bancos privados) como Abappra (bancos cooperativos y públicos).
Los extranjeros, en cambio, prefieren el bajo perfil. No quieren confrontar con la Casa Rosada y evitan mencionar su posición frente a los micrófonos. Aunque, en reserva, los bancos foráneos son muy críticos de la estrategia oficial. No hay que olvidar que los grandes grupos extranjeros tuvieron amplia participación en la colocación de títulos en el mercado local, y varios de ellos hicieron lo propio en sus países de origen. Sería políticamente incorrecto que un banco de origen italiano o estadounidense respaldara al Gobierno mientras miles de ahorristas de esos países claman por cobrar.
- Empresarios. Desde el sector empresario, la crítica más fuerte partió de Cristiano Rattazzi. “Pagar 25 por ciento es como no pagar nada. Podríamos pagar elciento por ciento”, aseguró el titular de Fiat Auto. “Es una vergüenza lo que se está haciendo con la deuda”, completó, en una arenga provocadora.
La postura de Rattazzi contrastó con la de sus colegas empresarios. Las principales cámaras del sector avalaron la estrategia oficial. El Gobierno tomó nota especialmente del apoyo de AEA, que nuclea a las compañías líderes. La decisión de los empresarios tiene su lógica –y por eso causó sorpresa el cruce de Rattazzi–: tanto los empresarios como los financistas están jugados a que la recuperación económica les devuelva los negocios que perdieron con la crisis. Si el Gobierno destinara mayores pagos a los acreedores, restringiría margen de acción en el mercado doméstico. Por eso Kirchner habla de que, antes de pagar más, hay que cumplir con la “deuda interna”.
En las empresas también se dio un escenario más propicio al esperado: a pesar del default, las más grandes endeudadas en dólares van concretando, sin impedimentos, sus propias reestructuraciones.
¿Por qué los empresarios dieron mayoritariamente su apoyo? Dos referentes del sector dieron sus versiones a este diario: por un lado respetan la estrategia negociadora del tándem Kirchner-Lavagna luego de los acuerdos positivos sellados con Washington. Les tienen confianza. Entre las privatizadas, por su parte, prefieren el perfil bajo: si van a alzar la voz será por el esquema tarifario y no por otra cosa. Incluso, después de los contrapuntos con el Presidente, la orden es que los reclamos se centralizarán en los países de origen.
También es cierto que, más allá de los ejemplos expuestos más arriba, la mayoría de los economistas y de los empresarios críticos suelen esconder su verdadera posición sobre la reestructuración de la deuda. Es difícil encontrar definiciones taxativas entre quienes, fuera de micrófono, son detractores de la propuesta oficial. Suelen disimular esa postura con frases del estilo “debe apurarse la negociación con los acreedores”. Tal vez, un ejemplo de esto último lo haya dado el ex gerente general del Banco Central Julio Piekarz. Señaló que por “las dificultades en la reestructuración”, la economía se expandirá 4 por ciento este año (por debajo del consenso) y en una medida “mucho más débil” en 2005 y 2006. Esta sería una forma menos virulenta de confrontar con la Casa Rosada.
- Políticos. A pesar de que la negociación con los acreedores se convirtió en el tema más ríspido del verano 2004, por lo menos en el campo económico, la dirigencia política se mostró esquiva. Es un asunto que los incomoda y prefieren no exponerse demasiado. Los oficialistas acompañan la postura del Gobierno con perfil bajo, contribuyendo al espíritu de la Casa Rosada de centralizar todo lo referido a la cuestión. Algunos radicales, como Rodolfo Terragno, adhieren a la postura oficial, mientras que desde la izquierda alzan la voz para reclamar mayor dureza.
Además de Ricardo López Murphy, otro que dejó entrever su postura favorable a un ablandamiento de la oferta fue el demócrata progresista Alberto Natale. El santafesino advirtió que si no se arregla pronto se retrasarán las inversiones. Un discurso muy parecido a aquel que pregonaba que el círculo virtuoso haría bajar el riesgo país y sobrevendría el bienestar general, etc., etc. Patricia Bullrich, a mediados de 2002, planteó sin rodeos que podría cumplirse con un mayor superávit fiscal con tal de “terminar con la deuda en un lapso de 25 a 30 años”.
Sea por convicciones, o bien por los intereses que representan, economistas, consultores de la city, empresarios y políticos ya tienen formado el imaginario Club Defensores de la Deuda.
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