EL PAíS
› LA NEGOCIACION DE LA DEUDA PRIVADA, CUESTION NACIONAL
Lo prometido no es deuda (externa)
La tensión en la Rosada y Economía y la bronca compartida. Lavagna, un gramsciano sui generis. La buena fe, según acreedores y deudores. Los bancos, un sindicato lleno de carneros. Las razones oficiales para plantarse en 25. Apostillas de una escaramuza prematura y, por ahora, suburbana. Y algo más.
› Por Mario Wainfeld
Opinion
Néstor Kirchner y Roberto Lavagna tienen, al menos, una costumbre en común. Leen los diarios con enconada fruición, los analizan, los marcan con resaltadores o biromes. Furibundamente en muchos casos. En cambio, el Presidente y el ministro de Economía no suelen tener retórica similar. Kirchner es un orador que define trazos gruesos, pasional hasta desgañitarse, con un vocabulario coloquial que suele remitir a los tópicos de la retórica nac & pop. Lavagna, irónico hasta el sarcasmo, lacónico, escatima gestos y énfasis y suele albergarse en la jerga técnica.
Pero, en la semana que recién fue, coincidieron en casi todo. En resaltar los medios gráficos argentinos y en despotricar contra quienes no se suman a la “causa nacional” o carecen de “sentimiento nacional”. Kirchner ya venía instalando el concepto desde su viaje a España, como se comentó en varias notas de este diario el domingo pasado. Lavagna marcó furioso los titulares de varios medios gráficos que se imprimen en Argentina dándoles, a su ver, una entidad descomunal a declaraciones del subsecretario del Tesoro norteamericano John Taylor. “No tienen sentimiento nacional”, descerrajó ante oídos muy allegados. “En Brasil, en medio de una negociación, jamás podrían verse titulares así. En Estados Unidos, ni hablar.” Le fue sencillo compartir la bronca con el Presidente y repasar las tapas de variados diarios muy sensibles a las “presiones” norteñas.
La definición tan drástica de propios y ajenos remite a la gravedad de la instancia actual y a la tensión que el Gobierno trata de minimizar, pero que se palpa en sus oficinas más empinadas. La segunda revisión de metas por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI) da trazas de ser más trabada que la primera y ya es decir. Lavagna afiló su pluma –o su procesador de textos– y escribió su segundo artículo periodístico sobre el tema en menos de un mes. El primero, algo más recargado de tecnicismos, fue publicado en El Cronista el 15 de enero. El más reciente, pensado para un público menos especializado, salió el 4 de febrero en La Nación. Lavagna, en un párrafo con (¿no deseadas?) reminiscencias gramscianas, alude a la existencia de un “viejo paradigma” económico que ya no opera internacionalmente y va en pos de ser sustituido por un nuevo paradigma que (¡ay!) “aún no emergió totalmente”. El ministro sostiene que –en el caso de pagos de deuda internacional– la aceptabilidad de las ofertas suele no converger con “su sustentabilidad, sustentabilidad en el tiempo”. Aceptabilidad y sustentabilidad deben tener un punto de intersección. “En la práctica –escribió de puño y letra Lavagna para ser entendido por muchos– hoy esa intersección parece no existir.” Un cierto pesimismo, seguramente de la inteligencia pero no de la voluntad, se deja leer sin necesidad de entrelíneas.
Lavagna, como Kirchner otra vez, está convencido de que está naciendo un nuevo escenario internacional con reglas nuevas, acaso más propicias para países como Argentina. Pero, ambos lo saben, esta emergencia toma sus tiempos y está por verse si éstos coinciden con los plazos angustiosos de las tratativas con el FMI.
Convengamos, por ahora, en que los argentinos hemos accedido a un logro con el que coqueteamos por años. Argentina es un “caso”, un leading case de nivel mundial. Tenemos default record, ofrecemos quita record, nuestra deuda es proporcionalmente record. Por años soñamos con ser el ejemplar único, el ornitorrinco del mundo, esa rara especie que desafía a las clasificaciones y al sentido común. Hete aquí, hoy lo somos. Otro logro de la camiseta celeste y blanca, siempre lista para disputar el podio en toda justa deportiva.
Dejando de lado las bromas, la novedad descoloca a propios y extraños. “Ellos entienden menos que nosotros”, describe un alto negociador argentino y alude a cierta seguridad-vanidad (tache el lector lo que juzgue que no corresponde) que tienen del lado de acá de la mesa. Los sureños “leyeron” mejor la crisis local, previeron con más precisión el rebote de la economía y también midieron con más astucia los límites de la contraparte. Lavagna dispensa entre sus íntimos una anécdota ilustrativa. “En septiembre de 2003 propusimos la creación de bonos cuya actualización se ligara al crecimiento futuro de la economía. Los del Fondo y los norteamericanos ni nos escucharon. Ahora, en las vísperas de la cumbre de Monterrey, fueron los de Estados Unidos quienes propusieron esos bonos. Me llamaron para sondearme y luego hablé con Rafael Bielsa, a quien le dije ‘si proponen eso, firmalo a cuatro manos’. “ El proyecto no cuajó, por falta de convicción de otros países latinoamericanos, pero para el titular de Hacienda es un indicador de cuánto cambian las percepciones en un puñado de meses. El país creció más de lo esperado por el FMI y esto los negociadores de acá lo sabían. No está sellado el resultado del partido, piensan de este lado de la mesa, pero hace rato que “lo leemos” mejor.
Más baqueanos que sus contendientes, los negociadores argentinos perciben que ese saber criollo, su decisión, su homogeneidad interna y el apoyo ciudadano son todas sus fuerzas. Kirchner está convencido de que la solidez del frente interno, aludiendo a su relación con los argentinos de a pie y con su propio equipo de gobierno, depende de que no ceda un ápice.
Decisores y abogados
Y le están pidiendo una prueba de amor mayor que un ápice. Es que la negociación está muy cuesta arriba. En Economía explican que no hay motivos válidos para tanto escombro. Las pautas monetarias y fiscales (que Lavagna calificó de “objetivas” en sus durísimas declaraciones de prensa de anteayer) se han sobrecumplido. Y las otras, bautizó Lavagna, son “subjetivas”. En privado metaforiza un poco más y las denomina “gaseosas”: la “buena fe” que exige el FMI, la formación del sindicato de bancos.
El sindicato no se formó, arguye Economía, en parte por la demora en la aprobación del primer tramo de las metas, dilación imputable al FMI. Algo de eso habrá, pero lo esencial es que muchos bancos no quisieron agremiarse. Lavagna explica que sus departamentos jurídicos le recomendaron cautela, por temor a eventuales reclamos de clientes de los susodichos bancos, que compraron bonos en el pasado. Si esos bancos saltaran al otro lado del mostrador, postulan los asesores legales, los clientes podrían reclamarles la devolución de la comisión cobrada o aún daños y perjuicios más vastos. Esa prevención arredra a los banqueros, comenta Lavagna con un tintín de desdén en la voz, respecto de los que no toman el timón dando la derecha a burócratas o asesores por muy letrados que sean. Hombre de aguzada percepción política, Lavagna advierte algo que no expresa en voz alta: los bancos se someten al dictamen de sus abogados porque no están decididos a decidir. Los que mandan –bien lo sabe el ministro, que tiene leído a Maquiavelo y hasta podría soplarle unos párrafos–, cuando tienen ganas de hacer, remedan a Napoleón. El corso, cuenta la historia, tomaba las decisiones sin asesoramiento jurídico. Luego convocaba a sus abogados para que las justificaran. La pasividad del sector financiero, que también se expresa a la hora de hacer sus propios negocios, es todo un tema en Argentina. Mucho tendrá que ver la incapacidad del sector para gerenciar una situación con oportunidades pero novedosa.
La “buena fe” requerida desde el Norte da trazas de requerir una mejor oferta de Argentina. “Por lo menos –dice un portavoz calificado del sector financiero– que expliquen por qué el 25 por ciento es un tope inamovible.” Lavagna alega que los acreedores tienen esa data y se hacen los distraídos para apretar a los argentinos. La página web de Economía, en su tramo “Lineamientos de reestructuración de la deuda”, provee al usuario de Internet de un modelo de simulación reactivo. El usuario puede alterar alguna variable, el montante a pagar por caso y el modelo explica cómo mutan otras, ligadas al interés nacional de los argentinos. El lector de estas líneas puede jugar a ser un fondo buitre interesado en el gasto social argentino, si tiene una compu más o menos poderosa. Los resultados son abracadantes, si a usted le interesa algo más que los derechos de propiedad de los bonistas.
La meneada “buena fe” es el (nuevo y mal) nombre de las efectividades conducentes. Lo que piden los acreedores bonistas es lo que siempre piden los acreedores: plata. Pero, ya se sabe, un cambio de paradigma acarrea un cambio de lenguaje.
Con ese contexto denso, Lavagna va a Miami a toparse con el mandamás del FMI, Horst Köhler. El alemán y el argentino han dialogado varias veces en el pasado, en inglés y sin intérpretes, y volverán a hacerlo mañana. El objetivo será “darle un marco político” a la próxima revisión de metas. Lavagna asegura no llevarse mal con el teutón. Les explica a sus allegados que Köhler, en su estilo nacional seco y duro, le cae más confiable que muchos chantas latinos. El sambenito de chanta es toda un arma en manos del ministro, que la blande con asiduidad.
Lavagna y Kirchner no lo dirán de viva voz, pero están convencidos de no necesitar crédito externo ni masivas inversiones extranjeras para seguir creciendo durante un par de años o acaso más. Con esa fe, mirando muy de cerca al frente interno, que de momento les es fiel, afrontan un tramo denso de las negociaciones. A la espera, claro, de que lo que nuevo termine de emerger.
Escaramuzas
Mientras velan armas para la madre de todas las batallas, los integrantes de la coalición de gobierno (al menos algunos de ellos) se entretienen con escaramuzas de cabotaje. La provincia de Buenos Aires aviva ambiciones y promueve internas que todos niegan, pero que, como las brujas, están.
“Eduardo Duhalde y Kirchner siguen estando bastante cerca entre sí. Pero ahora juegan las damas y entre ellas la distancia es mayor”, mensura unhombre que bisagrea entre Lomas y Santa Cruz. Las diferencias entre Chiche Duhalde y su esposo también se registran en el mapa de los operadores kirchneristas: “El es más pragmático y sabe que, si Cristina baja a la provincia, tendrá que bancarla. Chiche está mucho más dispuesta a resistir”, dice un aliado de la primera hora del Presidente que suele caminar el conurbano.
“Si Cristina se decide a candidatearse, le saca ventaja a Chiche –tabula un duhaldista racional, que los hay–, la gente valoriza lo nuevo y la primera dama expresa eso mejor que Chiche.” Paradojalmente, añade el operador, “Chiche, como cuadro político, está menos fogueada que Cristina. Comenzó a incursionar recién en los ‘90, desde la Dirección Provincial de la Mujer. Lo suyo es el perfil social. Su exposición como política para ‘afuera’ es baja. ¿Usted la escuchó hablar en el Congreso?”.
Página/12 sí la escuchó pero es cabal que la ex primera dama no ha tenido centralidad parlamentaria y tampoco se la ha procurado en este nuevo turno donde (todo sugiere) no liderará comisiones de fuste ni será autoridad de bloque.
En la Casa Rosada la consigna parece ser, a esta altura, poner silenciador al tema. Pero en las Lomas de Zamora, nadie cree en ese silencio. Duhalde, fiel a sí mismo, dice uno de sus fieles, midió en sondeos a las dos candidatas. La distancia fue marcada, en favor de la primera ciudadana.
De cualquier modo, por ahora, lo esencial es la gobernabilidad. Para espadear en el Parlamento Kirchner ha depositado su confianza (algo no tan sencillo de lograr) en un duhaldista de ley, José María Díaz Bancalari. El crecimiento de la estrella del nicoleño, dicen en la Rosada y fincas aledañas, es directamente proporcional a la poca fe que dispensa K a Eduardo Camaño. El Presidente, aseguran, le imputa “haber jugado con el menemismo hasta el final” y ve con malos ojos algo que muchos parlamentarios valoran como virtud: la buena relación que tiene el presidente de la Cámara baja con diputados de todas las bancadas: tirios, troyanos, persas e ainda mais.
La gobernabilidad impera en el pensamiento de Kirchner y de Duhalde, quien no se privará de dar pruebas de lealtad a su aliado. “El primero de marzo, cuando empiecen las sesiones ordinarias –dice una espalda de Duhalde– vamos a estar apoyando a Lupín en la Plaza del Congreso. Le vamos a armar una bruta movilización.” “Perdón –añade socarrón, chanceando con el signo de los tiempos– ahora se dice ‘convocatoria’ y no ‘movilización’.”
–¿Cómo será la convocatoria? –se allana al léxico Página/12.
“Como las movilizaciones, llevando micros”, bromea y se autocelebra el renovador del lenguaje.
Piedra libre
detrás de la cortina
La pregunta de rigor es cómo encaja el gobernador de la provincia de cara a tantas movidas referidas a su territorio. En la Rosada, las descripciones acerca del temperamento y los recelos de Felipe Solá se han tornado un lugar común.
“Felipe cree que acá hay una mesa con tres cubiertos, a la que se quiere sentar. Y los comensales son dos. A él pueden invitarlo alguna vez, pero en la mesa caben dos”, poetiza un dirigente que puede compartir la comida con los dos dueños de la mesa.
“Felipe entra a una habitación y lo primero que mira es detrás de los cortinados y dentro del ropero”, describe un alto funcionario del Gobierno, que dice no querer mal al gobernador, aludiendo con esa imagen a las suspicacias y hasta la paranoia que suele endilgarse a Solá.
–¿Nunca encuentra nada detrás de los cortinados? –se interesa Página/12. “Bueno –concede el bonaerense–, si me apura puede encontrar a Graciela Giannetasio caminándole la provincia, juntando a los intendentes, soliviantando a los diputados.”
La vicegobernadora, confirman otros observadores interesados pero verosímiles, está haciendo un “armado” propio.
–¿Por su cuenta?
“Graciela no hace nada sin el visto bueno de Chiche”, dice el autor de la imagen sobre los roperos.
Mucho activismo, mucha interna dentro del gobierno en la provincia de Perón cuando las elecciones, de tan lejanas, se ven chiquitas, chiquitas.
Lo prometido no es deuda
Pero eso son escaramuzas de arrabal. Lo central, en el magín de todos los integrantes del Gobierno es la negociación de la deuda externa. La detención de Suárez Mason, incluida la rápida y respetuosa reacción del gobierno de Ecuador retirando a su embajador, son gratificantes entremeses. Pero nada más.
Avido escrutador de los humores colectivos, Kirchner sabe que cualquier parada grande puede llevarse buena parte de las fichas que ha ido acumulando a pulso. El Presidente ha sabido interpretar que la manda “que se vayan todos” no expresaba un reclamo anarquista ni iba por una Comuna del siglo XXI. Expresaba, bien vista, el pedido de más gobierno, de más Estado, de más representación, de más liderazgo. Corriendo en pos de lograr esas metas y de conservarlas, sujeto a permanente revalidación de sus títulos, Kirchner considera que su legitimidad también corre el riesgo de ser insustentable.
Su prédica referida a la “cuestión nacional” busca atizar un aval más o menos explícito a su política de negociación. Un aval que, en algún punto, puede requerir algo más que la lectura de los sondeos de opinión. La idea de una consulta popular surge así como una consecuencia más o menos lógica del rumbo que van tomando las cosas. Pero en el Gobierno, empezando por el Presidente, hacen cola para negar esa hipótesis.
Con todo, Página/12 encontró al menos un interlocutor oficial que abrió un resquicio. “¿Una consulta para apoyar el modo en que se negocia? Jamás lo escuché. Ahora, si fuera para romper con el Fondo...”, precisa el ministro y luego calla para siempre. Una hipótesis que parece lejana. Pero no es fácil medir las distancias en el mágico Sur. Mucho menos cuando la tierra tiembla y cambian los paradigmas.