EL PAíS
› CRISTINA PERI ROSSI
“Era un hombre triste y lúdico”
Autores de sendas biografías, Peri Rossi y Goloboff intentan un retrato de Cortázar, su entorno, pasiones e identificaciones ideológicas y artísticas.
› Por Silvina Friera
Ella es “Cris”, la destinataria de quince de los poemas que Julio Cortázar escribió en el libro Salvo el crepúsculo, publicado por primera vez en 1993. “En realidad poco me importa/ que tus senos se duerman/ en la azul simetría de otros senos./ Yo los hubiera hollado/ con la cosquilla de mi roce/ y te hubieras reído justamente/ cuando lo necesario y esperable/ era que sollozaras.” “Cris” mantuvo una relación amorosa con Cortázar, que luego se transformó en amistad y complicidad cuando ambos descubrieron que tenían la misma preferencia sexual por las mujeres. “Cris” es la poeta y narradora uruguaya Cristina Peri Rossi, exiliada en España desde 1972.
“Tenía 30 años cuando lo conocí y era uno de mis escritores favoritos”, cuenta. “Pero nunca me había interesado conocer a ninguno. Sin embargo, el exilio creó unas afinidades y unas necesidades que explican que este encuentro tuviera muchos significados para ambos. Me pareció que era un hombre triste, tierno, lúdico, devorador de letras, amante de la música, igual que yo. En seguida nos sentimos cómodos, entusiasmados, cómplices y amigos.” Según Peri Rossi, que nació en Montevideo en 1941, la literatura debe y puede ser transgresora y liberadora. Más de 30 libros publicados dan cuenta de esta concepción: Evohé, Babel bárbara y El amor es una droga dura, entre otros.
Uno de sus textos más polémicos es la biografía Julio Cortázar, en donde, además de rescatar la poesía cortazariana, insinúa que el escritor murió de sida y no de leucemia. “Quienes dicen que murió de leucemia nunca vieron un análisis, como lo vi yo, ni conversaron con el hematólogo François Timal, quien me enseñó las pruebas clínicas que negaban el cáncer y diagnosticaban un virus desconocido que producía una pérdida de defensas inmunológicas. Y hay muchos tontos que, a partir de mi revelación, se han preguntado si Cortázar fue homosexual alguna vez. Esta asociación de homosexualidad y sida es un prejuicio que debería estar ya desterrado”, sostiene la escritora.
–¿Cómo recuerda al Cortázar cotidiano?
–No había mucha diferencia entre el escritor y la persona, lo cual me parecía su mayor virtud. Era un escritor romántico: vida y escritura se corresponden, se entrecruzan, se inspiran mutuamente. Sin embargo, los elementos fantásticos de sus relatos corresponden más a la influencia del surrealismo que a su lado oscuro. Era un hombre equilibrado, que detestaba los excesos emocionales (en eso era poco romántico), y con una clara conciencia de ser un intelectual.
–¿Qué opinión tiene acerca de la poesía cortazariana?
–El siempre me comentó que su máximo deseo había sido ser un gran poeta, porque le parecía que la poesía era el género mayor de la literatura. Pero como era consciente de sus limitaciones, se había convertido en un narrador. Fue un gran lector de poesía y escribía muchos poemas, que él mismo se encargaba de arrojar a la papelera. Sin embargo, creo que escribió algunos muy buenos, por ejemplo, la serie de quince poemas de amor dedicados a mí. Me parecen excelentes, aunque quizás los lazos afectivos no me permiten ser completamente objetiva (risas).
–Muchos intelectuales argentinos interpretaron la transformación política de Cortázar como un giro algo superficial hacia el socialismo...
–El trato que recibió Julio por parte de sus colegas argentinos no ha sido ni justo, ni ecuánime, ni siquiera honesto. La actitud política de Cortázar fue sincera y coherente hasta el último momento. No había nada de superficial: instauró el proceso contra la dictadura de Pinochet a través de sus investigaciones sobre torturados y desaparecidos, formó parte del Tribunal Russell y dedicó buena parte de sus derechos de autor a ayudar a la revolución cubana y a la nicaragüense. Por lo demás, empleó su influencia sobre Fidel Castro y los líderes de la revolución para intentardisuadirlos de su política contra los homosexuales, especialmente en el caso de Reynaldo Arenas, y rescató a muchos presos políticos de las cárceles. Nunca fue un diletante, ni un burgués, sólo vivió humildemente.