EL PAíS
› OPINION
Clonación divino tesoro
› Por Leonardo Moledo
Es muy probable que ya la Iglesia Católica y los sectores reaccionarios de todos los colores estén rasgándose las vestiduras ante el terror de que la clonación coreana de índole terapéutica lleve a futuras clonaciones reproductivas. No deja de ser un espectáculo interesante este revival de las cosas que se dijeron cuando se produjo la primera fertilización in vitro, y los anuncios apocalípticos que predecían un próximo mundo feliz de Huxley. Pero el panorama del terror de esa gente (capaz de hacer mucho daño, por otra parte) sirve en última instancia para recordar que esos sectores están allí, dispuestos a mostrar las uñas ante cualquier desarrollo técnico o científico.
Quizá sea más alarmante la mala prensa que la clonación tiene entre los sectores progresistas y el público en general (suponiendo que uno sepa más o menos claramente de qué habla cuando habla del público en general) que, aunque no invoquen a un dudoso dios recuerdan lo que se dijo una y otra vez, ya sea de las computadoras o del proyecto genoma humano, temen que los avances técnicos refuercen las formas de dominación, como si a lo largo de la historia, que no gozó precisamente de una técnica tan desarrollada como la que promete depararnos el siglo XXI, las formas de dominación, de explotación y de genocidio no hubieran sido bastantes. Ultimamente está de moda la ilusión del buen salvaje, el paraíso perdido y la añoranza de la época de las cavernas, o de la agricultura sin pesticidas; aunque es probable que quienes la añoran no hayan cultivado nada en su vida. La brutalidad de los norteamericanos invadiendo Irak con sus soldados disfrazados de robots tecnológicos suele hacer olvidar que Saddam Hussein usaba las tecnologías más refinadas para suprimir a kurdos y chiítas.
La clonación, pues. ¿Y qué decir? Respecto de la clonación con fines reproductivos, por ahora está verde: las tecnologías apropiadas distan de estar disponibles, y en el caso de los animales los experimentos se llevan a cabo con un altísimo riesgo y un elevado número de muertes, lo cual desde ya, no es admisible en seres humanos. Por ese lado, quien tema a la clonación reproductiva puede sentirse perfectamente tranquilo por un tiempo, y entonces se verá. Aunque nadie puede descartar que, de aquí a algunas décadas, o un siglo, la clonación como método reproductivo (¿alternativo?) se vuelva tan normal como lo han hecho tantas actividades humanas, aún las más extravagantes como el fútbol. ¿Quién puede saberlo? También es interesante que los mismos sectores que aceptan la violación como método reproductivo, en especial los jueces que niegan la posibilidad de un aborto a las víctimas, sean quienes con más énfasis se espantan ante estas cosas.
Sea como fuere, la clonación coreana tiene solamente fines terapéuticos; ojalá que este programa de investigación siga y que pronto se puedan producir tejidos in vitro, capaces de mejorar toda la técnica de trasplantes y sus inconvenientes, como el rechazo inmunológico. Si las cosas andan bien, habrá alguna vez (aunque, desde ya falte mucho tiempo) órganos artificiales que harán inútiles las angustiosas campañas pidiendo donantes de corazones, hígados y riñones. Es de esperar que ese momento llegue, y cuanto antes mejor; y los resultados obtenidos por el equipo coreano parecen ser un paso decisivo en este asunto.
Seguro que es un golpe para muchos; bienvenido sea. Es de suponer que Bush, cuya afición a los líquidos lo lleva a sustituir el alcohol pasado por la sangre presente y que descree de Darwin, lo considerará un espanto. O tal vez, en su confusión, e ignorancia paranoica, piensa que se están clonando células terroristas, trasplantando ADN que codifica a Bin Laden.