Mié 03.03.2004

EL PAíS  › DESMIENTEN RUMORES SOBRE EL GENOCIDA DE LA ESMA

Massera espanta a la muerte

“Fue una versión falsa”, explicaron en el juzgado de Servini de Cubría. Massera está con prisión domiciliaria por robo de bebés.

› Por Victoria Ginzberg

El rumor se extendió entre el periodismo y se propagó en los pasillos de los tribunales de Retiro: el dictador Emilio Eduardo Massera había muerto. El murmullo se apagó cuando la jueza María Servini de Cubría envió al secretario de su juzgado al domicilio del ex almirante y se encontró con el represor en silla de ruedas. Le estaban ayudando a comer unos ravioles con tuco.
“Fue una versión falsa”, aseguraron desde el juzgado de Servini. Massera está a disposición de la jueza desde que en 1998 ordenó su arresto por la apropiación del hijo de la desaparecida Cecilia Viñas. Luego, el ex juez Adolfo Bagnasco –ahora reemplazado por Jorge Urso– lo detuvo por su participación en el plan sistemático de robo de bebés durante la última dictadura militar.
La noticia de la supuesta muerte del Almirante Cero surgió de Radio Diez. A pesar de los buenos contactos del periodista Eduardo Feinman con las Fuerzas Armadas, su “primicia” no fue confirmada. Ante el rumor, Servini de Cubría llamó al Hospital Naval, pero allí le informaron que el dictador no había sido ingresado. Los miembros de Gendarmería que custodian el lujoso edificio de Libertador y San Martín de Tours donde se aloja el ex almirante tampoco habían registrado nada fuera de lo común. Finalmente, la jueza decidió enviar un funcionario del juzgado para que hiciera una “constatación”.
“Yo no estoy muerta y mi marido tampoco”, le dijo la esposa de Massera al secretario de Servini no bien éste ingresó en el comedor diario del más que espacioso piso de Palermo. De todas formas, la imagen del dictador distaba de ser la de una persona saludable.
El Almirante Cero está convaleciente desde hace más de un año, cuando sufrió un derrame cerebral y fue operado de urgencia. El hombre espantó hasta a la muerte. Aunque su pronóstico era “muy reservado”, se repuso. Sin embargo, le quedaron secuelas.
Massera, de 78 años, pesa 57 kilos, puede mover con dificultad las manos y habla en forma gutural. Está consciente. Por lo tanto, pudo enterarse de que después de que sufrió una hemorragia cerebral se anularon las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, se reabrieron causas judiciales sobre los crímenes de la última dictadura militar, varios de sus subordinados fueron encerrados y, en poco tiempo, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde montó su centro de tortura y muerte, se convertirá en un espacio de reflexión sobre el terrorismo de Estado. El recuerdo de su figura que se levantará en ese sitio será muy distinto al que planeó para sí en los días en que definía el destino de miles de personas y soñaba con un futuro como dirigente político.
Massera fue condenado en el juicio a las Juntas por tres homicidios agravados por alevosía, 12 tormentos, 69 privaciones de la libertad calificada por violencia y amenazas y siete robos. Ocho años después del indulto, fue encerrado, acusado de apropiación de menores, pero como era mayor de 70 años le fue otorgada la prisión domiciliaria. El beneficio se suspendió luego de que se descubriera que salía a pasear afuera de la quinta en la que estaba recluido. Debido a problemas de salud, regresó a su casa, esta vez al departamento de Palermo. La semana próxima volverá al Hospital Naval para un chequeo. Ayer, como hace un año, botellas de champagne que no habían llegado a descorcharse fueron retiradas de las heladeras.

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