EL PAíS
› EL EGIPCIO QUE ATACA A ARGENTINA EN EL FMI
El enemigo Nº 1
Abdel Shakour Shaalan, representante de los países árabes ante el FMI, se transformó en un escollo. Generó las iras del Presidente y el Gobierno se puso a operar para desarticular una maniobra suya. Las faenas de Lavagna y Bielsa. La injerencia en el gabinete egipcio.
› Por Sergio Moreno
En unos pocos días, el egipcio Abdel Shakour Shaalan se erigió en enemigo público número uno de la Argentina. En viaje hacia Venezuela, el jueves pasado, el presidente Néstor Kirchner echó pestes contra él. Días antes, los ministros de Economía y Relaciones Exteriores, Roberto Lavagna y Rafael Bielsa, respectivamente, intercambiaron mensajes y armaron estrategias conjuntas para desarticular una movida atribuida al egipcio, mediante la cual intentaba volcar el voto de los países árabes en el board del FMI contra la Argentina. Abdel Shakour Shaalan había solicitado para hoy, 3 de marzo, una reunión para expresar a Horst Köhler que el Grupo de los 11 (todos los países árabes) que él representa ante el organismo, prefiere “una Argentina en default a una Argentina que chantajee”. Página/12 revela quién es Abdel Shakour Shaalan y cómo el gobierno argentino maniobró para desarticular sus intentos, en un territorio –el board del FMI– donde la causa nacional viene ganando cada vez más adversarios.
Sabido es que la negociación con el Fondo Monetario será de ahora en más una ardua pendiente a trepar por la Argentina. Hoy, el directorio (board) del Fondo se reúne informalmente para comenzar a tratar la situación argentina (el organismo debe aprobar las metas correspondientes a este trimestre), el lunes 8 de marzo habrá un encuentro formal y al día siguiente, el 9, vencen unos 3100 millones de dólares que el país les adeuda a los organismos financieros. Kirchner no quiere efectuar ese pago con las reservas nacionales si antes no hay aprobación de dichas metas por parte del Fondo.
Enemigos poderosos
Hace tiempo ya que el canciller y el jefe del Palacio de Hacienda mantienen las luces rojas encendidas al ver el comportamiento de los directores ejecutivos del board del Fondo. Desde septiembre de 2001 hasta enero de 2004, los países miembros de dicho directorio que se abstienen de votar a favor de un acuerdo entre el organismo y la Argentina vienen creciendo. Medido en porcentaje de poder de voto, en 2001 era el 7,71 por ciento que se abstenían (sólo Holanda y Suiza lo hicieron en aquella oportunidad, una cuarta revisión y segundo aumento del programa stand by), mientras que en la actualidad, el 28 de enero pasado, dicho porcentaje ascendió al 35,02 por ciento (de votar a favor de la primera revisión del tratado vigente se abstuvieron Japón, Bélgica, el Reino Unido, Holanda, Italia, los países nórdicos, Australia y Suiza).
A partir de ese incremento, el Gobierno se lanzó al ruedo. Bielsa convocó a Buenos Aires a los embajadores argentinos en esos países y los encuadró con letra oficial sobre la posición del gobierno argentino respecto de la deuda, el acuerdo con el Fondo y el por qué de la oferta para los acreedores privados. Desde Economía comenzaron a hablar con los ministros de hacienda de esos países –el propio Lavagna fue el interlocutor– sobre el asunto.
El Gobierno detectó un fuerte lobby sobre los gobiernos de los países donde se encuentra la mayor cantidad de bonistas privados en default. Dichos gobiernos son, a su vez, mandantes de sus respectivos representantes en el board. La expresión mediática de ese lobby, consideran en la Casa Rosada y aledaños, quedó expuesta brutalmente en el artículo que el 28 de enero pasado publicó el columnista Wolf Martin en el influyente diario de negocios Financial Times. La nota de marras se titulaba “El FMI debe oponerse al chantaje” (“IMF must stand up to blackmail”) y en ella descerrajaba una serie de argumentos sobre la necesidad de no revalidar el acuerdo y de apoyar los reclamos de los deudores y de las empresas privatizadas que claman por aumentar sus tarifas. El chantaje argentino radicaba en que la carga de la deuda que mantiene con el FMI, el BM y el BID es tan grande que, al decir de Lord Keynes, el problema es de los acreedores. Bielsa le respondió en una carta de lectores que publicó el mismo diario el pasado 18 de febrero. Tras desglosar estadísticamente datos y cifras del PBI nacional, de gasto público, desempleo y exclusión social, el canciller se pregunta si en su nota Martin había pecado de ignorante o incurrido en mala fe.
Martin, a la fecha, no respondió.
En medio de esa pelea, apareció el lobbista del Nilo, Abdel Shakour Shaalan.
La maldición del Nilo
Shaalan es director ejecutivo del G-11 en el board del FMI, representa a los (once) países árabes ante el organismo. Entre Economía y Cancillería detectaron, antes de que fragüe, una operación que lograron abortar. Shaalan trabajaba en la concreción de un meeting entre los países árabes y Horst Köhler, que debería realizarse hoy, 3 de marzo, a efectos de transmitirle que el G-11 “prefiere una Argentina en default que la continuación del chantaje argentino”, según contó a Página/12 un actor principal de esta historia. Está claro que el vocablo chantaje responde a la misma idea que la utilizada por Wolf Martin.
Enterados de la maniobra en cierne, los argentinos se lanzaron a abortarla. Una de las labores fue detectar cuál era el móvil de Abdel Shakour Shaalan para actuar de esta manera si los países que debe representar ante el Fondo nada tienen que perder o ganar en relación a la Argentina. Para desentrañar las razones, en el gobierno argentino se lanzaron de lleno a la interna del gabinete de Hosni Mubarak, presidente del ancestral país.
La pesquisa fue exitosa. En un escrito que Lavagna le envió a Bielsa, el ministro de Economía –como si fuese un agente salido de una novela de Graham Greene– “le contó las costillas” a los miembros del gabinete egipcio. Lavagna desmenuzaba que había conversado con el primer ministro Atef Efeib y que su asistente había hablado con el de él. Lo mismo había hecho con el ministro de Industria, doctor El Saidi, “un buen amigo”, según Lavagna, “puesto por Efeib y muy dispuesto a ayudar” a la Argentina. Lavagna cuenta que El Saidi se había contactado con su par de Finanzas y con la ministra de Cooperación Internacional de Egipto y que, tras esos contactos, le transmitió lo siguiente:
1) Que Abdel Sharouk Shaalan era de origen egipcio pero era el representante regional de los países árabes ante el directorio del Fondo. Lavagna interpretó que, a partir de esa explicación, el gobierno egipcio trataba de despegarse “un poco” de la actuación del sujeto en cuestión. “Por supuesto, yo no doy ninguna importancia a ese argumento”, dijo Lavagna.
2) Que Shaalan es una figura conocida y de cierta trayectoria en los medios económicos y de prensa especializados, en Egipto y otros países árabes, y que el hombre tiene “ambiciones de protagonismo y figuración”. “Creo que esto explicaría su alto perfil con un tema no conflictivo para su región y que tiene alta visibilidad en los medios internacionales”, colige el titular de Hacienda.
3) Que Boutros Ghali, actual titular de comercio exterior de Egipto (y sobrino del ex secretario general de las Naciones Unidas), es el ministro del gabinete de ese país más involucrado con el FMI y con Shaalan. “Ignoro las razones, pero conociendo al gabinete egipcio no me parece imposible, dado que las carteras de los ministros no siempre reflejan los temas clave que manejan.”
4) Que El Saidi le pidió a Boutros Ghali un decidido apoyo para el caso argentino y se comprometió a seguir el caso con él y con el primer ministro Atef Ebeid.
Lavagna sugirió a Bielsa que manejara los tiempos antes de ponerse en contacto con su par egipcio mientras él seguía fogoneando el tema “a todo vapor”.
Los movimientos argentinos fueron tan frenéticos y decididos que consiguieron desarticular la maniobra de Shaalan, incidiendo en la interna del gabinete egipcio. Sorprendente y notable a la vez.
El flamante enemigo público número uno de la patria, Abdel Shakour Shaalan, fue obturado por el momento. Hoy, el board del Fondo Monetario se reúne informalmente para comenzar a evaluar el “caso argentino”, una pelea que recién comienza y que durará tanto como la deuda misma.