EL PAíS
› LA ARMADA HIZO UNA HISTORICA AUTOCRITICA Y ENTREGO LA ESMA
“Nada ni nadie puede justificarlo”
El jefe de la Marina de Guerra, almirante Jorge Godoy, hizo un discurso de severa mea culpa de lo actuado por su fuerza durante la dictadura. Cómo fue la trama que desembocó en la entrega de la ESMA. La orden de Kirchner y la labor de Pampuro.
› Por Sergio Moreno
Tres meses atrás, el ministro de Defensa, José Pampuro, confesó a Página/12: “Espero que antes de que termine mi gestión pueda producir algún mea culpa en alguno de los comandantes en jefe de la calidad de aquel que hizo (el general Martín) Balza en 1995”. Ayer, en el patio de armas del Edificio Libertad, sede de la Armada, Pampuro escuchó las palabras que hacían realidad aquel deseo del Gobierno. “Sabemos hoy, por la acción de la Justicia, que aquel lugar (la ESMA)... fue utilizado para la ejecución de hechos calificados como aberrantes y agraviantes de la dignidad humana, la ética y la ley, para acabar convirtiéndose en un símbolo de barbarie e irracionalidad. Así como no puede ocultarse el sol tras un arnero, no pueden esgrimirse argumentos válidos para negar o excusar la comisión de hechos violentos y trágicos en ese ámbito. Hechos que nada ni nadie podría justificar, aun en las gravísimas circunstancias vividas.” Así habló el almirante Jorge Godoy, jefe de la Armada.
El sol de las cinco de la tarde caía suave en el patio de armas del Edificio Libertad, frente a los tribunales federales de Comodoro Py. La formación en U era impecable, tanto como los uniformes blancos de los marinos. La banda de la Armada entonó el Himno, con un oficial cantante, de canora voz. Antes, una gaita sopló una melodía irlandesa, en honor al almirante Guillermo Brown, de quien ayer se cumplieron 147 años de su fallecimiento.
Además de Pampuro y Godoy, autoridades de Defensa y el almirantazgo, y hasta un joven descendiente de Brown, estuvieron presentes cinco ex jefes de la fuerza: Joaquín Stella, Enrique Molina Pico, Jorge Ferrer, Ramón Arosa y Jorge Isaac Anaya. Todos escucharon el discurso con atención, parados, firmes, vestidos de civil, bajo el sol. Todos sabían que Godoy diría “algo” referido a la Escuela de Mecánica de la Armada. Ese algo sería, intuían entonces, armonioso con el anuncio que el presidente Néstor Kirchner hizo a los organismos de defensores de los derechos humanos el pasado 9 de febrero en la Casa Rosada: que la ESMA sería transformada en Museo de la Memoria.
Pampuro, Godoy y el Presidente sabían de lo que se trataba. Por la mañana, ambos funcionarios, civil y militar, entregaron la copia final del discurso de marras a Kirchner, que lo aprobó sin cortapisas, según informó un marino a Página/12. Tras el OK presidencial, sólo faltaba hacerlo público.
La fecha para emitir las palabras del jefe de la Marina de Guerra fue cuidadosamente escogida: en el aniversario de la muerte del gran héroe naval argentino estaría presente toda la oficialidad del arma y los invitados, allegados y retirados de la fuerza, un compacto, este último, refractario a cualquier gesto a favor de la verdad y la justicia.
El discurso de Godoy (donde curiosamente no se nombra en toda su extensión la sigla ESMA; ver textuales aparte) fue precisamente lo que no deseaban los dinosaurios. Unos diez abandonaron la ceremonia, entre ellos el almirante Julio Italo Lavezzo, conocido por haber firmado una solicitada en repudio a la derogación del decreto que impedía extraditar a militares criminales de lesa humanidad. En aquella oportunidad, Lavezzo fue sancionado por Godoy, junto con los otros firmantes de la solicitada, con seis de días de arresto. El resto de los retirados presentes –que serían un par de centenares– escucharon en su totalidad el discurso y, después de finalizado el acto, se quedaron conversando sobre el prolijo y soberbiamente verde césped inglés del patio.
Breve historia
Varios meses atrás, Kirchner le pidió a Pampuro una tarea que, en un comienzo parecía ímproba. “Quiero la ESMA”, le dijo el Presidente. Pampuro tragó saliva y dijo: “Bueno, veremos qué puedo hacer”. El ministro, que cada vez se siente más cómodo en su cartera, puso en funcionamiento su vieja muñeca de operador político curtido en cientos de batallas. Debía ablandar a los marinos. Una labor de apariencia ingrata y difícil pero largamente facilitada por el consenso social alcanzado por la larga prédica de los organismos de derechos humanos y la resuelta política oficial en el tema.
El 9 de febrero, Kirchner anunció a los organismos que el 24 de marzo la ESMA sería transformada en Museo de la Memoria. Los marinos se enteraron por los diarios.
Pampuro se reunió con Godoy y propuso una pipa de la paz, si bien los marinos no llegaron a presentar batalla. “Se les dio una salida honorable y Godoy, que es un cuadrazo político, un tipo que manda, enseguida comprendió el camino más conveniente para todos”, dijo a Página/12 una alta fuente del gobierno nacional.
Un allegado al ministro dijo que la faena no fue tan fácil. Si bien el trabajo de convencimiento de Pampuro no encontró escollos demasiado grandes con la oficialidad, debió soportar amenazas anónimas a él y a su familia. “Hay mucho loquito suelto”, suele decir el ministro, serio pero con sangre fría.
Intramuros de la Marina de Guerra, la determinación recorrió un camino farragoso, hasta que la discusión llegó al Consejo de Almirantes. Allí, en el máximo órgano de decisión interna de la fuerza, Godoy planteó la necesidad de entregar la ESMA y realizar una autocrítica pública. El Consejo acordó hacer lo que se produjo ayer. Un integrante del staff de comando de la Armada dijo a Página/12 que “la decisión fue hacerlo y bancársela; y al que no le guste que se joda”. La frase está dirigida a los retirados, defensores de lo actuado por la Marina durante el terrorismo de Estado y de la ESMA como símbolo de la “resistencia” de los dinosaurios. “Esta es una Armada joven”, señaló un militar a este diario, dejando claro que la edad fungía como divisoria de aguas con el pasado.
Balance
“El discurso, la autocrítica, excedió lo que nosotros esperábamos”, dijo un alto funcionario del Gobierno, que no escondía su alegría, a este diario. Para este miembro del gabinete, “el discurso (de Godoy) va más allá de la ESMA, más lejos; apunta a los juicios, a la actitud que van a mantener con los juicios (por violaciones a los derechos humanos), a sacarse una pesada mochila de encima”.
Un alto oficial de la Armada, sin saber lo que se evaluaba en la Casa Rosada, coincidió con esa idea. Dijo a Página/12: “Este es un momento para mirar adelante. Queremos terminar con el pasado, y terminarlo como se debe; queremos hablar de políticas de defensa, queremos construir barcos, queremos producir y queremos que se termine con el escarnio. Nos parece que este es el camino”.
El ministro de Defensa, en tanto, destacó la valentía de la Marina para ceder a la ciudad de Buenos Aires el edificio de la ESMA. No obstante, admitió que “puede haber alguna gente (de la fuerza) que no esté de acuerdo” con tal decisión, pero “la mayoría y el grueso tanto de la Marina como de la sociedad civil está a favor”. Pampuro, además, dijo:
- “Estoy muy contento y también el señor Presidente.”
- “Godoy ha tenido la valentía y la posición de avanzar hacia una Argentina nueva, apostando por el reencuentro definitivo de todos los argentinos.”
Ahora resta finiquitar los detalles técnicos y judiciales para el traspaso de la ESMA a la ciudad de Buenos Aires y el destino de varios establecimientos educativos, militares y civiles, que funcionan allí, así como el de los trabajadores que desarrollan labores en el predio.
Pero esta faena se antoja minúscula a la luz del resultado de una tarea que años atrás parecía imposible. Ayer la Argentina mejoró su calidad institucional y la memoria ganó una nueva batalla.
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