Vie 05.03.2004

EL PAíS  › EL GOBIERNO SOLO PAGARIA EL MARTES SI
ANTES LLEGA UNA SEÑAL FAVORABLE DE WASHINGTON

Era un duro, pero cómo se lo va a extrañar

Hoerst Köhler renunció como director gerente del FMI para aceptar la nominación a la presidencia de Alemania. Lo reemplaza, de manera interina, Anne Krueger, una economista conservadora hipercrítica de la Argentina. Más allá del cambio, la suerte del acuerdo firmado por Kirchner con el Fondo pasa hoy por una decisión política de los países del G-7. Y en particular de Washington, que demora la señal más esperada.

› Por Maximiliano Montenegro

Hay una noticia buena y otra mala. La buena es que Hoerst Köhler, quien desde la crisis de la convertibilidad predicó “mano dura” con Argentina, renunció como director gerente del FMI para aceptar la nominación a la presidencia de Alemania. La mala es que será reemplazado, interinamente, por Anne Krueger, para quien Köhler era demasiado blando. En los próximos meses se lo va a extrañar. Pero hoy, más allá de la operación K x K en la gerencia del Fondo Monetario, la suerte del acuerdo firmado por la administración Kirchner pasa por otro lado. Depende, como dijo Lavagna, de una “decisión política” de los países del G-7 –que liderados por Italia, Japón e Inglaterra buscan presionar hasta último momento por una mejora en la oferta a los acreedores privados– y en particular de Washington, que demora una señal decisiva. Anoche, el presidente se reunió con su ministro de Economía para evaluar la estrategia a seguir a escasos 5 días del Día D.
Ya no hay tiempo para que el Directorio del Fondo apruebe la segunda revisión del caso argentino antes del martes, cuando vencen 3100 millones de dólares con el organismo. “Para pagar tenemos que tener una señal, que el director gerente del FMI comunique públicamente que recomendará al directorio la aprobación de las metas”, reveló el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Sólo con ese aval sería sensato comprometer el 20 por ciento de las reservas del Banco Central para esperar luego un reembolso parcial (de acuerdo con el cronograma de refinanciaciones pautado a lo largo de tres años, en términos netos al principio Argentina paga y al final recibe).
En los papeles parece una mera formalidad, porque los técnicos del organismo, que responden jerárquicamente a Anne Krueger, ya manifestaron que el gobierno sobrecumplió todas las metas fiscales y monetarias. Pero, en la práctica, esa señal sólo llegará si la administración Bush levanta el pulgar, y garantiza así una votación favorable en el Directorio.
Hasta tanto eso suceda, Kirchner no parece dispuesto a bajar los decibeles en su confrontación verbal con los organismos internacionales. “La Argentina crece un poco y lo poco que crece ya se lo quieren llevar”, les dedicó ayer.
Como informó Página/12, el miércoles, durante una reunión informal de más de 3 horas, volvieron a florecer como hongos en el Directorio del Fondo las preguntas sobre qué pensaba hacer el gobierno de Kirchner con el superávit fiscal excedente, ahora que era evidente que se habían sobrecumplido las metas fiscales (en el primer trimestre “sobrarían” unos 2000 millones de pesos), y que la economía crecía bastante más de lo previsto en la carta de intención firmada en septiembre. Los representantes de Italia y Japón en el Board, en tanto, llevaron la voz cantante del reclamo para que ese dinero se destine a mejorar la oferta a los acreedores privados. Como es sabido, en ambos países residen gran cantidad de tenedores de bonos de la deuda argentina. Las discusiones en el Directorio también desnudaron el hecho de que algunos delegados europeos actúan como lobbistas de ciertos acreedores antes que como integrantes de un organismo multilateral.
“Sería irracional que no aprobaran ahora el acuerdo”, confesó a este diario el ejecutivo de un banco de estrechos vínculos en el Norte. “Puede ser que bajen el pulgar en junio, cuando ya debería quedar más claro qué se hizo con la deuda. Pero no ahora, a cuarenta días de que el gobierno formalice la propuesta”, agregó la fuente.
El reemplazo de Köhler por Krueger no cambia en lo sustancial ese escenario. El alemán, en su conferencia de despedida, no prodigó aplausos al país, ni mucho menos. Coló la idea que perturba a Kirchner: “con la mejora del desarrollo económico en Argentina debería ser más fácil encontrar una solución” al problema de la deuda, dijo. Un eufemismo para sugerir que si la economía crece más, hay que pagar más. Midiendo las palabras, dijo que es “cautelosamente optimista” sobre la situación argentina.
Si le preguntaran a Krueger, seguramente el elogio le sonaría exagerado. La economista norteamericana, de extracción conservadora, es hipercrítica de Argentina. “En privado, no para de hablar barbaridades”, cuenta alguien con teléfono abierto en el Fondo.
Pero con cualquiera de las dos K, la decisión en estos días pasa por la administración Bush. Es impensable que Krueger pronuncie la palabra Argentina en las próximas horas sin la autorización del Departamento de Estado o del Tesoro, un gesto que en la Rosada esperan con ansiedad.
El problema puede aparecer más adelante. Köhler, político al fin, sabía navegar en las aguas del Grupo de los 7, que cuenta con el 50 por ciento de las acciones del FMI. Krueger, en cambio, es una economista sin visión política.

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