EL PAíS
› LA ESMA Y EL DISCURSO DE GODOY
El día después
El discurso del almirante Godoy en el Día de Brown fue aprobado por el Consejo de Almirantes, que suscribió un acta con la firma de sus miembros. También fueron prevenidos antes los Jefes de Estado Mayor retirados que asistieron a su lectura. En cambio, el general Bendini designó en un cargo de gran importancia a uno de los secuestradores, torturadores, violadores y asesinos de Marie-Anne Erize. La Secretaría de Seguridad se ha convertido en un refugio de militares de inteligencia y carapintadas.
› Por Horacio Verbitsky
Mientras el jefe de la Armada pronunciaba la más profunda autocrítica acerca de los crímenes de la guerra sucia, el del Ejército promovía a la segunda jefatura del Estado Mayor del Quinto Cuerpo a uno de los secuestradores, torturadores, violadores y asesinos de Marie-Anne Erize, lo cual indica que la comprensión de la política oficial no es pareja en todas las cúpulas designadas el año pasado. Sin embargo, otros generales invitaron a almorzar a Campo de Mayo a Godoy y lo aplaudieron de pie por lo que había dicho.
El mensaje leído por el jefe de la Armada en el día del almirante Guillermo Brown tiene una historia pública y otra secreta. En 1998 Carlos Menem dispuso trasladar a Puerto Belgrano la Escuela de Mecánica de la Armada, dinamitar el edificio histórico y erigir en sus terrenos de la Capital un monumento a la unidad nacional. Pero las víctimas de la represión recurrieron a los tribunales y el juez federal Ernesto Marinelli declaró inconstitucional el decreto. La ESMA, donde ocurrieron hechos horrorosos que avergüenzan, es parte del patrimonio cultural y no puede convertirse en un parque ni levantarse allí un monumento cualquiera, dijo. En 2000 la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires votó una ley por la cual disponía crear en el predio un museo de la memoria. En 2001, el entonces juez federal Gabriel Cavallo declaró nulas e inconstitucionales las leyes de punto final y de obediencia debida. En ese momento un grupo de almirantes envió un emisario a tomar contacto con organismos de derechos humanos. El mensajero explicó que la Marina quería mirar hacia el futuro, integrarse a la sociedad y no seguir fondeada en las aguas turbias del pasado. Uno de sus interlocutores le sugirió que hicieran un gesto público demostrativo de ese anhelo. El emisario respondió que estaban dispuestos y que por eso habían tomado la iniciativa.
Sucedió entonces un diálogo revelador:
–¿Cual podría ser ese gesto? –preguntó el enviado–. Entreguen la ESMA.
–Puede ser, habría que conversarlo. Pero, ¿a cambio de qué?
–A cambio de que no se la quitemos.
–Nosotros queremos ver de qué manera es posible cerrar este capítulo de los juicios.
–No pierdan más tiempo. Ningún organismo aceptará eso. Esta es una de las últimas oportunidades que les queda para hacerlo. Si les interesa el futuro demuéstrenlo.
Nada sucedió. Los almirantes no terminaban de entender que en esos términos no había negociación posible. Una disyuntiva similar enfrentó la actual conducción naval, cuando el presidente Néstor Kir-
chner anunció que en el predio de la ESMA se levantaría el prometido museo y que la toma de posesión ocurriría el próximo 24 de marzo.
Dos almirantes
Dos miembros del almirantazgo (se menciona al Comandante de Operaciones Navales Eduardo Avilés y al subjefe del Estado Mayor Conjunto, Alejandro Giromini) iniciaron conversaciones informales con otros colegas. Una vez que detectaron firmes coincidencias, avanzaron en contactos con la conducción del Ministerio de Defensa. Dijeron que la Armada no quería quedar al margen del proceso que se abrió en el país el 25 de mayo pasado ni aparecer como víctima de una decisión del poder político, al estilo de lo que sucedió en el Ejército con los generales politiqueros Ricardo Brinzoni y Daniel Reimundes, quienes en procura de una reivindicación de la guerra sucia militar contra la sociedad argentina habían estrechado vínculos con el menemismo. Por supuesto, este planteo fue compartido por el ministro de Defensa, José Pampuro. Recién entonces se involucró en la decisión el Jefe de Estado Mayor, almirante Jorge Godoy.
Por eso son risibles las versiones que atribuyen el mensaje ya sea a presión del Poder Ejecutivo o, en el mejor de los casos, a una convicción personal de Godoy no compartida por el resto del almirantazgo. Se comprende que las hagan correr algunos medios de comunicación, fieles a su línea de conducta prodictatorial, y algunos funcionarios del gobierno de Raúl Alfonsín, quien usó un tema tan sensible para sus conveniencias políticas, pero sin ninguna convicción profunda. Una vez sumado a la operación, Godoy planteó que él quería hacer el anuncio. El ministro le respondió en forma negativa. Kirchner ya había hecho saber que el 24 dispondría de la ESMA y era lógico prever que esa jornada los micrófonos serían sólo suyos. Pero el 3 de marzo se celebraría el Día de Brown, una de las dos ocasiones anuales en las que la Armada realiza habituales ceremonias públicas en las que habla su jefe. Era la última oportunidad para que la Marina hiciera conocer su posición antes del hecho consumado. Nueve años antes, en esa misma fecha, se conoció la confesión de Adolfo Scilingo, el único oficial de la Armada que hasta la fecha narró los crímenes en los que intervino. Aquel día de 1995, los almirantes formados en la calle no atinaban a responder las preguntas de la prensa y trataban de esconderse, algo muy distinto a lo sucedido ahora.
Detrás de las palabras
El texto que leyó Godoy fue discutido palabra por palabra en el Consejo de Almirantes. La versión acordada fue sometida a la consideración del gobierno nacional, que le introdujo algunas modificaciones de énfasis. Volvió al almirantazgo, que a su vez reajustó las correcciones del Poder Ejecutivo, hasta llegar al texto definitivo, un par de horas antes de la ceremonia. También fueron informados de lo que se diría los ex Jefes de Estado Mayor invitados a la ceremonia, lo cual cuestiona la afirmación de que no hay retirados que coincidan con el mea culpa. Los almirantes Isaac Anaya, Jorge Ferrer, Emilio Molina Pico y Joaquín Stella no sólo acompañaron a Godoy durante la lectura, sino que luego del acto tomaron un café con él en su despacho. El más satisfecho fue Molina Pico, quien en 1995 también reconoció que durante la dictadura militar se aplicó el método descripto por la Justicia de secuestrar, torturar y asesinar clandestinamente a los oponentes políticos, si bien intentó explicarlo (como Balza) por las circunstancias de la época, algo que Godoy descartó ahora en forma categórica. No es que la situación les agrade, pero el ajuste a la realidad social y política es un primer paso de sensatez que hasta ahora no había abundado.
El borrador de la Armada hacía el reconocimiento de la barbarie del pasado en condicional. Esos hechos “se habrían ejecutado” en la ESMA, decía. La pluma presidencial arrancó ese último velo. “Bien sabemos” que allí ocurrieron, decía. La revisión final de los almirantes introdujo un matiz: lo saben “hoy” (o sea no lo sabían antes) y ello se debe a la acción de la Justicia, que es la que los “calificó” de aberrantes. Esta sutil diferencia hace prever que, tal como ocurrió después del mensaje del general Martín Balza en 1995, tampoco habrá personal de la Armada que se preste a contar lo que vio y supo en aquellos años. Ello prorrogará el sufrimiento de las personas que necesitan saber qué pasó con sus seres queridos. También privará a la propia Armada de una dimensión más honda del arrepentimiento, que es la reparación del daño cometido. De todos modos, el deslinde de épocas y actitudes de Godoy ayudará a que la Justicia prosiga las investigaciones acerca de lo sucedido entonces y que los oficiales actuales se desliguen de aquella época tenebrosa. Nueve de cada diez ni siquiera la conocieron, por estrictas razones generacionales. Las palabras nunca son suficientes para curar tanto dolor, pero no hay razones para minimizar la importancia de la ruptura de la Armada no sólo con Massera sino también con Isaac Rojas, es decir con las generaciones navales que, desde el bombardeo sobre la Plaza de Mayo en adelante (investigado en un libro excelente por Gonzalo Chávez), se enfrentaron con todas las manifestaciones populares e iniciaron el trágico ciclo de la violencia argentina. Los almirantes firmaron un acta en la que suscriben las palabras de Godoy, cuyo carácter institucional recibe así un explícito refuerzo. En la reunión posterior de evaluación, sólo dos almirantes expresaron algún reparo. Uno de ellos, Carlos Mazzoni, presentó su solicitud de pase a retiro, lo cual hace aún más ostensible el acuerdo del resto.
Verde sorpresa
Una de las mayores sorpresas se la llevó Godoy el jueves. Invitado a almorzar a Campo de Mayo, fue recibido por los generales con destino en Buenos Aires con un aplauso y felicitaciones por su discurso. Entre los asistentes no estaba el Jefe de Estado Mayor, Roberto Bendini, pero sí el subjefe, Mario Chrétien. A diferencia de Godoy, Bendini consulta poco y decide menos. Peor aún, descarga responsabilidades en sus subordinados. Bien lo sabe el ex secretario general del Ejército, general Jorge Tereso, a quien Kirchner ordenó relevar cuando supo que había intercedido para que seis ex integrantes del Batallón de Inteligencia 601, detenidos por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura militar, pasaran las fiestas de Navidad y Año Nuevo con sus familias. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, informó en aquel momento, tal como le dijo Bendini, que Tereso no lo consultó. En el Ejército todos saben que Bendini decidió presentar el pedido y Tereso se encargó de concretarlo.
Hay cosas peores, que el Gobierno ignora. Bendini designó para la jefatura del Estado Mayor del Quinto Cuerpo de Ejército al general Daniel Eduardo Cardozo, quien asumió sus funciones el 10 de febrero, en Bahía Blanca. Su curriculum oficial distribuido por el Ejército dice que en 2002 y 2003 fue agregado militar en Bolivia y que antes fue secretario general del Comando de Institutos Militares, jefe del Regimiento de Infantería III y ayudante del jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. El miércoles, mientras Godoy entonaba su palinodia, Cardozo despedía a los diecisiete cascos azules del Quinto Cuerpo que partieron hacia Chipre. Lo que la información oficial no dice y el Poder Ejecutivo desconoce es que en octubre de 1976, Cardozo fue uno de los oficiales del Regimiento de Infantería de San Juan que participaron en el secuestro, violación, tortura y asesinato de la militante montonera Marie-Anne Erize. La Cámara Federal de Mendoza los procesó por esos delitos, pero los rescató la ley de obediencia debida, con el voto en contra del camarista Juan González Macías. La ex modelo, de nacionalidad francesa, era prima política de María Julia Alsogaray.
El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) denunció los antecedentes de Cardozo al Senado, cuando el ex presidente Fernando de la Rúa solicitó su ascenso hace cuatro años, pero la presión del Ejército de Brinzoni y del gobierno de la Alianza pudo más que esa objeción, y obtuvo el acuerdo. El entonces ministro de Defensa, Ricardo López Murphy, presionó a los senadores radicales y De la Rúa a los justicialistas, según reveló durante el debate sobre tablas del 15 de marzo el entonces senador Augusto Alasino.
Los retratos
Junto con la cesión por la Armada del terreno en el que funciona la ESMA, Kirchner también resolvió que el 24 de marzo deberán descolgarse del Colegio Militar los retratos de dos ex directores de triste fama: Jorge Videla y Benito Bignone, ambos bajo arresto domiciliario en causas por la apropiación de hijos de detenidos-desaparecidos. Impuesto de la orden, Bendini ofreció retirar los cuadros de todos los ex directores, lo cual indica su escasa comprensión del asunto. De lo que se trata es de liberar a las nuevas generaciones de oficiales de la sombra de quienes ensuciaron con los peores crímenes el uniforme del Ejército y la historia argentina. A Bendini le quedan menos de tres semanas para elegir si quiere ser como Godoy o como Brinzoni.
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