Lun 25.03.2002

EL PAíS  › MASIVA PRESENCIA DE LAS ASAMBLEAS EN EL ACTO POR EL ANIVERSARIO DEL GOLPE

“Juicio y castigo, y no más hambrientos”

Uniendo consignas y con un aire de fiesta, los autoconvocados ocuparon tres cuadras compactas de la Avenida. Desde temprano, hicieron homenajes a los desaparecidos en los barrios y un acto frente a la Iglesia de la Santa Cruz, escena de un secuestro en 1977. El fantasma de un golpe.

› Por Laura Vales

Las asambleas barriales participaron de forma masiva en la marcha. A lo largo de la Avenida de Mayo hubo más de tres cuadras compactas de autoconvocados que salieron a la calle con pancartas, cacerolas, bombos, murgas, carteles con los nombres de los desaparecidos. Muchos asambleístas, como Ana, del Cid Campeador, participaban por primera vez de una marcha del 24 de marzo: “Vine para decir a los demás, a mi familia y a mis compañeros de trabajo, que no tengan miedo”. En la larga columna de los autoconvocados ayer había un aire de fiesta. El fantasma del golpe estaba presente, pero también la idea de que es posible enfrentarlo.
Los vecinos se movilizaron con consignas que unieron el repudio al golpe del ‘76 con el reclamo por trabajo. “Juicio y castigo, y no más hambrientos”, escribió sobre una cartulina blanca, que paseó con los brazos en alto, un marchante del barrio de Congreso.
Por encima de cualquier diferencia interna, en las asambleas existe una lectura compartida en cuanto a que esta situación de despojo es efecto de un proceso con fecha de inicio en 1976. En parte por esta certeza común, y en parte porque el encuentro cara a cara de los vecinos en las asambleas sacó del baúl episodios presenciados o sufridos en los años de la dictadura por los propios asambleístas, durante el fin de semana decenas de grupos realizaron actividades vinculando el 24 de marzo con la historia del barrio.
Se trató de homenajes caseros con actividades como pintar siluetas en los lugares donde la dictadura secuestró a alguna de sus víctimas o rebautizar calles con sus nombres.
En San Cristóbal, los vecinos se reunieron dos horas antes del inicio de la marcha en Urquiza y Estados Unidos. En la esquina de la Parroquia Santa Cruz, donde en 1977 secuestraron a un grupo de familiares, entre ellos la fundadora de Madres, Azucena Villaflor.
La idea de la Multisectorial fue generar un espacio de debate sobre lo nuevo de este aniversario del golpe. Ayer, entre los que se juntaron en esa esquina estaba Adolfo Mango, quien 25 años atrás había sido testigo del operativo de secuestro realizado por las patotas de la ESMA.
Los organizadores pegaron en la ochava afiches con los nombres de las víctimas de la dictadura e instalaron el equipo de sonido: un micrófono y un parlante montado sobre un carrito de supermercado. Alrededor se acomodó el vecindario. Había la misma cantidad de hombres que de mujeres, y muchos adolescentes de las escuelas cercanas, algunos acompañados por sus padres. También un grupo de trabajadores del Hospital Ramos Mejía, docentes, monjas y sacerdotes.
A medida que fueron llegando, hubo vecinos que agregaron otros nombres al listado de desaparecidos y contaron lo que sabían sobre ellos. Ocurre algo muy fuerte cuando la imagen de un desaparecido, hasta entonces una foto en un libro o un afiche, se liga al lugar de donde se lo llevaron. Tal vez por eso, más que un acto tradicional, el homenaje terminó destinando la mayor parte de su tiempo a avanzar con la mecánica de la asamblea y se invitó a quien quisiera a usar el micrófono. La primera en hablar fue María Díaz.
“A mí me llevaron un familiar; tenía 27 años, lo secuestraron en el ‘76 y hasta el día de hoy no sabemos nada de él”, empezó la mujer. Y ya no pudo seguir hablando. Con el micrófono en la mano, María respiró profundo intentando poner la emoción bajo control. “Vamos, fuerza”, la alentó otra vecina desde la rueda. “Sólo quiero decir que deseo que seamos muchos y que nos unamos”, cerró la asambleísta.
Otra de las personas presentes leyó un poema. Ricardo Laskowski contó que había pasado 10 años en el exilio. “La dictadura nos sacó nuestros mejores luchadores”, consideró. El sacerdote Bernardo Hughes, que lleva casi tres décadas en el barrio, recordó el clima previo al golpe: “en esos días tenía la sensación de que nos deslizábamos inexorablemente al abismo”, contó. “Los partidos políticos apostaban sólo a llegar a laselecciones, aunque fuera gateando, incapaces de buscar una respuesta ante la emergencia. Me gustaría que ahora nos cuidáramos unos a otros, porque sólo hombres y mujeres nuevos harán una política nueva, que construya un país para todos”.
A las cinco de la tarde los vecinos comenzaron su marcha hacia el Congreso para encontrarse con las otras asambleas. Eran más de doscientos y decidieron por unanimidad pasar por el Hospital Ramos Mejía y por Brukman, la fábrica textil tomada por los trabajadores y puesta a producir luego de que los empresarios la abandonaran al borde de la quiebra.
Ya en Brukman había otra veintena de asambleas, agrupaciones y partidos políticos. A las seis de la tarde, mezclados en una sucesión de carteles de autoconvocados y murgas barriales, los de San Cristóbal llegaban a Entre Ríos y Rivadavia. Faltaban aún dos horas para entrar a la Plaza de Mayo y sólo el conjunto de asambleístas se extendía a lo largo de más de trescientos metros.

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