“Hay personas que son imprescindibles y entre esas personas está Carlos Arslanian”, señaló ayer Eduardo Duhalde a Página/12 en un gesto de respaldo absoluto al flamante ministro de Seguridad bonaerense, por quien estuvo gestionando personalmente para que aceptara el cargo.
“La verdad es que a pedido de (el gobernador Felipe) Solá llamé y charlé en varias oportunidades con Arslanian, más allá de la amistad que nos une desde hace tanto tiempo”, precisó el ex mandatario desde Montevideo, donde ayer mantuvo reuniones definitorias en su carácter de presidente de la Comisión de Representantes Permanentes de Mercosur.
Desde las sombras, Duhalde se fue convirtiendo en una pieza clave en el armado de la nueva estructura de seguridad bonaerense. Lo fue primero al dar su guiño a la vicegobernadora Graciela Giannettasio –una duhaldista todo terreno– para que ocupara provisoriamente el cargo, luego de la renuncia de Raúl Rivara. Y también lo fue al “ablandar” a Arslanian para que finalmente aceptara tomar las riendas de una cartera a la que todos escapan.
–¿Cómo lo convenció?
–El no quería volver a la actividad pública. Y la verdad fue difícil convencerlo, pero al final primó una actitud patriótica de parte de él.
–Pero no dijo cómo lo convenció.
–Hay momentos en que hay que jugarse y él se jugó. No hice nada extraño. Yo simplemente le pedí como se lo había pedido la otra vez (cuando Duhalde era gobernador de la provincia de Buenos Aires y el ex camarista aceptó su primera gestión como ministro de Seguridad). Arslanian se está jugando la vida.
–¿Fue un solo llamado?
–Hablamos pero también nos reunimos. Estuvimos con Chiche almorzando en la casa de él una semana antes de que nos fuéramos a Francia. Fue un almuerzo importante, sin dudas.
–El se había ido de la cartera de Seguridad cuando usted promocionó a Carlos Ruckauf como candidato a gobernador.
–La verdad es que los dos candidatos con posibilidades de ganar (se refiere al propio Ruckauf y a la entonces postulante de la Alianza, Graciela Fernández Meijide) proponían políticas de seguridad distintas a la reforma que estaba llevando adelante Arslanian, y entonces él solo decidió dar un paso al costado.
–¿No fue usted el que pidió su renuncia para que no hubiera cortocircuitos entre la prédica de “mano dura” de Ruckauf y la reforma que llevaba adelante Arslanian?
–¡¡¡Yo no lo eché!!!...
–... se fue solo...
–... no sólo no lo eché sino que lloré su pérdida. Por suerte ahora está de nuevo para ordenar la política de seguridad.