Sáb 17.04.2004

EL PAíS

El reclamo por justicia y contra la impunidad ahora llegó a Morón

Los familiares de Daniel Bogani y de las otras víctimas de “Juancito” marcharon ayer en Morón junto a varios miles de vecinos. Fuertes críticas a la policía. Discurso de Blumberg.

› Por Horacio Cecchi

Claudia, la viuda del comerciante Daniel Bogani asesinado el 8 de abril pasado, y sus cuatro hijas marcharon al frente de una gruesa columna de unas siete cuadras de largo, reclamando justicia y el fin de la corrupción político-policial por las calles de Morón. Con ellos también marcharon los familiares de otras tres víctimas de “Juancito” Pagnotta y del encubrimiento policial de la 4ª de Ituzaingó y la comisaría de Villa Ariza. El acto fue cerrado por Juan Blumberg. Hubo fuertes cuestionamientos a la policía por su complicidad con la delincuencia, a la Justicia por su ausencia y a muchos políticos por desinterés, complicidad o desidia, pero ningún cuestionamiento al indentende de Morón, el ex frepasista Martín Sabatella.
La marcha fue organizada por un grupo de amigos directos de Daniel Bogani y su núcleo familiar. El recorrido era tan simple como simbólico: se partiría desde la puerta de la Iglesia Nuestra Señora del Buen Viaje, en la plaza central de Morón, pasaría por la puerta de la Departamental de Morón, donde la columna se detendría para mantener un minuto de silencio, seguiría hasta la puerta de los Tribunales y regresaría a la plaza donde los familiares de Bogani y de las otras tres víctimas de “Juancito”, Eduardo Angiono, Mario Medina y Leonardo Valls, hablarían desde las escalinatas.
El acto fue un acto convocado por una franja de clase media que luce sublevada ante la constatación de que la corrupción política apaña a la desidia judicial y a la connivencia policial con el delito.
Lo dijo Estrella Valls, hermana de Leonardo, desde las escalinatas de la iglesia: “Salimos a la calle no a pedir justicia sino a exigirla”. Lo afirmó Juan Blumberg al cerrar al acto: “¿Cuándo un gobernante le iba a dedicar a un ciudadano una hora y media para atendernos?”. Y lo definieron con precisión los organizadores de la marcha: “¿Quién era Daniel Bogani? –decía el locutor–. No era político. Tampoco delincuente. Ni policía, ni funcionario, ni rico, ni pobre. Era un tipo común, de clase media. Una clase media que mira para arriba sorprendida cómo unos pocos de golpe se enriquecen pero también mira para abajo y ve cómo muchos se mueren de hambre por la desocupación.”
El intendente Sabatella se encargó de colocar los equipos de audio. Antes había amparado a la familia Bogani. Al mismo tiempo, defiende la estrategia de León Carlos Arslanian de reformar la policía desde el Ministerio de Seguridad.
La familia Bogani reaccionó al caso tejiendo una organización que parece ocupar las ausencias dejadas por el Estado. Así, mientras se reunía la multitud en la plaza, el locutor pidió que se aproximaran familiares de otras víctimas para denunciar su caso en una mesa, ubicada detrás del escenario. Allí, dos mujeres amigas de la familia Bogani fueron anotando con lujo de detalles los datos de cada caso. En pocos minutos se aglomeró una multitud formando fila para relatar su indignación: medio centenar de casos, desconocidos o sin solución en la Justicia dejaron su constancia.
La primera estación de la marcha fue la Departamental de Morón. Allí la columna se detuvo. Se mantuvo un minuto de silencio. “Por acá pasaron todos los buenos –dijo a Página/12 Susana, una vecina de El Palomar–. Acá tuvimos como jefe a (Alberto) Sobrado, se fue Sobrado y vino (Claudio) Smith. Cada uno con su receta. Sólo hay que ver la comisaría de El Palomar para darse cuenta. Complicidad con los delincuentes. Y mucha.” Mientras la multitud reclamaba, la Departamental mantuvo sus persianas cerradas. La curiosidad uniformada se revelaba cuando se entreabrían espasmódicamente los pliegues metálicos de las persianas. “¡La culpa la tiene la policía que es una basura!”, gritaba una mujer fuera de sí. “No te olvides de los políticos”, le recomendó un hombre.
Después siguieron hasta la puerta de los Tribunales. Allí la gente depositó sus velas sobre las rejas que separaban a la gente de un grupo de policías dedicados a mirar absortos y a esquivar alguno que otro escupitajo. “¡Son todos corruptos!”, gritaba una mujer. “¡Justicia, justicia!”, gritaban todos. “¡El pueblo, unido, jamás será vencido!”, alentaba Raúl, cuñado de Daniel Bogani.
Empezó el regreso a la plaza, mientras el locutor leía: “A Juancito lo encontramos entre todos, entre todos nos vamos a encargar de que no salga, y si de sus derechos humanos se trata, que sean atendidos como corresponde, pero también los de mucha gente que vive en la miseria, en la calle, mucha gente buena, humilde, sin trabajo, que vive día a día, presa del hambre y la desocupación, pero que no roba ni mata. Por eso vamos a la plaza”.
“La Justicia nos dejó solos a mí y a mi familia”, dijo Andrea, hermana de Mario Medina. “Nadie me escuchó –dijo Luisa, hermana de Eduardo Angiono–. Pude llegar hasta acá a través del pobre Daniel Bogani.” “Les pido a esos que nos representan que se vayan de sus puestos –dijo Estrella Valls– si no pueden resolver un asesinato.” “Que la muerte de mi marido sirva para algo”, dijo Claudia Bogani, acompañada por sus cuatro hijas, entre ellas Daniela, secuestrada en el hecho que derivó en la muerte de su padre.

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