EL PAíS
› LAS DESVENTURAS DE CAVALLO
Una sombra ya pronto serás
No se muestra en la calle, pero todavía sueña con un regreso con gloria. Por eso se enoja con los consultores que le muestran encuestas catastróficas y observa con furia cómo crecen las deserciones en su partido. Hasta su hija trabaja para la fundación de Macri.
› Por José Natanson
La anécdota pinta el momento y la personalidad del personaje, desesperado por volver aunque no sabe bien cómo, ni cuándo, ni a dónde. La semana pasada, cansado del encierro y el silencio, Domingo Cavallo le pidió a un consultor de confianza un estudio sobre su partido, su imagen, sus chances. Cuando el pobre hombre, que encima no le cobró el trabajo, le entregó los resultados, el ex ministro entró en cólera. Por supuesto, la gente no tiene la mejor opinión sobre su figura. Un dato bastante evidente, que Cavallo conocía, pero que se resistió a aceptar en toda su magnitud. Resultado: el ex ministro se enojó con el consultor que, como tantos, tuvo que soportar sus gritos.
Las encuestas coinciden en ubicarlo entre los políticos con peor imagen del país. La recesión, que no pudo quebrar durante su paso por Economía, marcó el final de su gestión y enterró sus ambiciones presidenciales. “A pesar de que todo eso le pesa, sabe que lo que hace imposible cualquier posibilidad de recuperación es el corralito”, admite uno de sus colaboradores, que se niega a creer que el rechazo social dure para siempre. “En este país nunca se sabe”, se esperanza.
Lo cierto es que Cavallo enfrenta muchos problemas. Uno de ellos tiene que ver con su partido, Acción por la República, que en otros momentos fue una fuerza de centroderecha modesta, pero en ascenso, y que hoy es un conglomerado de dirigentes en fuga.
El bloque de doce diputados que tenía hasta hace dos años se ha reducido: algunos, como Guillermo Johnson o Franco Caviglia, volvieron al PJ; y otros, como Fernanda Ferrero, se acercaron a la UCeDé. Hasta José Luis Fernández Valoni, un ex diplomático amigo de Cavallo, cuya esposa es además íntima de Sonia, piensa en emigrar al peronismo.
Con la diáspora, el partido conserva un bloque de sólo cuatro diputados nacionales, capitaneados por Guillermo Alchouron (que no es precisamente una figura carismática) y otro en la Legislatura porteña, liderado por Marta Oyhanarte, que luego del fracaso de su jefe decidió cambiar el nombre: en lugar de Acción por la República ahora se denomina bloque Bases y puntos de Partida, en referencia a Juan Bautista Alberdi.
La agrupación giró siempre en torno de la figura de Cavallo, y hoy es él quien tiene que hacerse cargo del peso económico de un partido en decadencia: no puede cancelar el contrato de alquiler de la sede central, de Junín y Corrientes, y la oficina de Tagle (está en leasing a su nombre) le cuesta un ojo de la cara todos los meses.
Demasiados gastos para un hombre que ha perdido sus dos fuentes tradicionales de financiamiento: lo abandonaron los empresarios que antes lo idolatraban y la Justicia le ha prohibido salir del país para dar conferencias.
Cargado de problemas financieros, golpeado desde el punto de vista político, Cavallo también ha perdido casi todo su prestigio como economista, lo que complica la posibilidad de reinsertarse como tecnócrata internacional. “Es cierto”, reconoce uno de sus amigos. “Pero lo que más le duele no es eso, sino algo mucho más personal: está aburrido. Y para un hiperquinético como él, acostumbrado a hacer miles de cosas por día, el encierro y la falta de actividad forman un cuadro terrible”, agrega.
Su vida, hoy por hoy, es bastante monótona: no se muestra por la calle, hace en auto las pocas cuadras que separan su departamento de Libertador de su oficina en Tagle y Figueroa Alcorta, y sólo mantiene reuniones con un puñado de íntimos.
Esto explicaría algunas de las últimas decisiones de Cavallo, como el increíble artículo que publicó en el diario La Nación, en el que explicaba cómo tenía que hacer el Gobierno para desactivar el corralito. O la insistencia con la que intentó comunicarse con algunos miembros del nuevo equipo económico, que no le contestaron el teléfono a pesar de que muchos de ellos eran –hasta no hace tanto– sus amigos. No fueron los únicos que lo ignoraron. A principios de enero, Cavallo le mandó una carta manuscrita a Eduardo Duhalde en la que le recomendaba no abandonar la convertibilidad. A pesar de la buena relación, nunca obtuvo respuesta.
Y así está hoy: encerrado en sus oficinas, sin muchos asuntos para atender, con la mirada clavada en un futuro que no parece muy promisorio. Es que Cavallo no sólo tuvo que abandonar su sueño de convertirse en presidente, sino que también se vio obligado a resignar la aspiración, más modesta, de heredar el lugar de Alvaro Alsogaray como referente de la derecha argentina. En el nuevo escenario político, otras figuras se preparan para ocupar aquel espacio. Lo sabe bien su hija, Sonia Cavallo, integrante de una fundación –la Cippec– que ya se encuentra trabajando en los equipos técnicos de Mauricio Macri.
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