EL PAíS
› BAJA A 1 POR CIENTO EL IMPUESTO AL CHEQUE, QUE SIGUE MUY ALTO
Una reducción “tímida e irrelevante”
Por J. N.
Con decepción. Así recibió el Banco Central la decisión de Roberto Lavagna de bajar de 0,6 a 0,4 por ciento el impuesto a los Créditos Bancarios. Como se mantiene en 0,6 la alícuota que castiga los débitos, el total del tributo desciende de 1,2 a 1,0 por ciento. Esta reducción es calificada de “tímida e irrelevante” por el BCRA, según constató ayer Página/12. Pero fuentes de Economía explicaron que al ministro lo ataja la cautela. Acostumbrado a proponer pero no a disponer, teme que el “ala política” del Poder Ejecutivo lo obligue a conceder un aumento salarial a los empleados públicos, además de mejoras en las jubilaciones mínimas. Por tanto, antes de prescindir de ingresos (este chiste del cheque lo privaría de unos mil millones de pesos anuales) quiere saber mejor qué se trae entre manos el kirchnerismo.
Quienes odian este impuesto, que Domingo Cavallo introdujo en abril de 2001 como un presunto instrumento letal contra el riesgo argentino, copiándoselo a los brasileños, no lo detestan solo por lo que es sino también por su alícuota sideral. Sólo en la Argentina se aplica también a los créditos, pero además la tasa para los débitos, que se mantiene en 0,6 por ciento, supera a la de Brasil, que es de 0,38, y a las de Colombia, Venezuela y Perú, donde también se aplica. En suma, los brasileños bancarizados pagan menos del 40 por ciento de lo que se les quita vía sistema financiero a los argentinos.
El Central ha calculado, con alguna frivolidad, que este impuesto, cuando estaba en el 12 por mil, gravaba con una tasa anual del 40 por ciento el capital de trabajo de las pyme. En realidad, esa cuenta sólo sería válida si se supusiese que las pequeñas y medianas empresas operan totalmente a través de los bancos, lo cual dista de ser cierto. Pero lo que sí es verdad es que ese gravamen a las transacciones financieras, que embroma más a las firmas no integradas verticalmente, estimula a mercar en efectivo, con lo que fomenta una evasión que tiende a extenderse a todos los impuestos, incluyendo IVA y Ganancias.
Por eso muchos piensan que Lavagna hace mal los números: quizá resignando los $ 6000 millones que ahora va a rendirle esta gabela recaudaría mucho más por la merma evasora en los restantes tributos. Sin embargo, Cavallo vistió su desnudez con ese traje, y ni Remes Lenicov ni el actual ministro osaron arrojar la prenda al tacho de residuos.
Ahora Lavagna lo entalla un poco, pero sólo en beneficio de los aportantes de Ganancias y Ganancia Mínima Presunta, pues el 0,2 por ciento rebajado será tomado como pago a cuenta de esos impuestos. Lo cual, de paso, complica un poco más la administración tributaria. Además, deja fuera de la reducción a monotributistas y empleados con sueldos que no llegan al mínimo no imponible. Lo que sí dice el morador de Hipólito Yrigoyen 250 es que quiere “blanquear la economía”. Desde el BCRA le replican que así no lo logrará, y que al ahuyentar depositantes a plazo traba el resurgimiento del crédito. Y los espanta porque hoy, a las tasas vigentes de plazo fijo, el gravamen supera a la renta.
Lo que decididamente no hay es un cronograma de futuras rebajas, aunque existe el compromiso, tomado con el FMI, de eliminarlo alguna vez. Pero acambio de eso la AFIP no castigará con un 3 por ciento mensual a los contribuyentes remolones: sólo les aplicará un 2 por ciento, que no deja de ser un tipo de interés altísimo.