EL PAíS
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Compartir la superrenta
› Por Alfredo Zaiat
El imprescindible ajuste del nivel de las retenciones al complejo petrolero, ineludible para avanzar en criterios de equidad distributiva, se efectivizó luego de dos amagues-presión del Gobierno. Al margen, ¿por qué las ventas al exterior de gas natural tienen el privilegio de seguir exentas de ese tributo? Basta con observar el ranking de ganancias de los grandes grupos económicos del año pasado en Argentina y Brasil para toparse en el primer lugar con Petrobras y en el tercero con Repsol YPF. Con el precio del crudo por las nubes (ayer superó la barrera de los 40 dólares el barril) era un abuso que el Estado, que se enfrenta a una complicada crisis energética, estuviera ausente en la apropiación de una pequeña porción de esa superrenta. Extraordinarios beneficios que –no está de más recordar– son fruto de la explotación de un recurso estratégico no renovable.
Puede discutirse que las retenciones deberían ser más elevadas que las ahora fijadas, debido a que el aumento del precio internacional del crudo casi se ha duplicado desde el momento en que se estableció esa carga tributaria. Pero es indudable que el Gobierno ha asumido un papel activo en la intervención en la forma en que se reparten los recursos de un sector con elevada rentabilidad. Y no se ha dejado seducir por ese discurso extravagante, dadas las condiciones de vulnerabilidad económica y social, de los tecnócratas del FMI y de profesionales de la city dedicados a pronósticos errados que consideran las retenciones como un impuesto “distorsivo”.
La distorsión se encontraba en que empresas que mantienen niveles elevados de utilidad no hayan realizado inversiones de magnitud en los últimos años; hayan realizado maniobras de retención de la oferta de gas para obtener aumentos de tarifas y que hayan privilegiado el mercado externo al interno. Las retenciones, además de ser una valiosa herramienta de política económica para poner límites a precios que se mueven libremente, constituyen una relevante instrumento de redistribución de ingresos. Hubiese sido un exceso que el dinero necesario para realizar las inversiones ausentes del sector privado emergiera de las cuentas públicas. Ahora con los recursos que proveerán las retenciones adicionales se financiará lo que el mercado no hizo. El nacimiento de una empresa nacional de energía, proyecto alentador por sus intenciones, y la iniciativa de subir retenciones viene a compensar, aunque no a paliar, los efectos distorsivos de la mayor desregulación en el mercado gasífero. En sí forman parte de la batalla por definir una nueva ecuación energética. Lo peculiar de esa puja es que tiene en ambos lados con su contradicción a cuestas al propio Gobierno.