EL PAíS
› JUECES BAJO PRESION DE LA OPINION PUBLICA
El peso de las cacerolas
› Por Victoria Ginzberg
“Hoy están en Talcahuano y mañana van a estar acá, no voy a ser víctima de una campaña en la que te golpean la puerta de tu casa”, dijo a sus allegados un juez federal en su despacho de Comodoro Py a principios de marzo, cuando miles de personas se reunían en la puerta del Palacio de Tribunales con sus cacerolas para protestar contra la Corte Suprema. ¿Es posible que el miedo al escrache haga reactivar causas que estaban perdidas entre pilas de expedientes? ¿Es el deseo de congraciarse con la sociedad lo que impulsa algunas investigaciones?
Camaristas y fiscales no descartan que el fantasma del cacerolazo influya en decisiones de sus colegas que están flacos en imagen positiva. ¿A quién no le gustaría mirarse en el espejo del juez Martín Silva Garretón, ovacionado en el mismo lugar donde los supremos son escrachados? Cuando los diputados se aprestaban a concretar la acusación contra la Corte, los ministros –que tuvieron que acostumbrarse a convivir con la protesta– escuchaban que los jueces temían que el escarnio público que sufrían sus superiores se repitiera frente a sus narices. En el máximo tribunal sabían que el fallido proyecto oficial de pasar a retiro a los magistrados que ya tenían la jubilación otorgada tenía más de una función. Proporcionaba una salida elegante para los funcionarios cuestionados, entre ellos a ocho integrantes de la Corte. Y además, apuntaba a oxigenar el Poder Judicial, que si bien no respondía al “que se vayan todos” de las asambleas, ayudaba a que se fueran unos cuantos (noventa jueces).
“Podía haber una sospecha de que después de que terminaran con la Corte iban a venir por nosotros, no por el desprestigio, sino porque hay una pésima relación con el Gobierno”, afirmó un camarista que no tiene miedo a los cacerolazos ni cree que sus colegas se guíen por ese temor. “Hay jueces que pueden tener una visión paternalista y quieren ‘reparar’ el daño que algunas personas le hicieron a la sociedad, pero responde más a una aspiración personal que a un plan”, aseguró el mismo magistrado.
“Hay muchos jueces que quieren seguir la ola de la sociedad, que cuestiona a la justicia, sobre todo a la Corte Suprema. El resto de los jueces quiere diferenciarse pero en algunos casos la cosa parece forzada”, dijo Pedro Kesselman, de la Asociación de Abogados Laboralistas, agrupación que impulsó los cacerolazos contra el máximo tribunal.
Los jueces intentan mejorar su imagen desde la caída del menemismo. Pero, sobre todo para los federales, no es fácil despegarse de la servilleta, símbolo que, justamente, instaló el ex ministro Domingo Cavallo. “Algunos tratan de levantar su imagen con causas sobre derechos humanos y otros buscan perejiles. Esto no quita los delitos que cometieron los torturadores o gente como Cavallo”, aseguró un secretario federal.