EL PAíS
› LA FEDERAL ECHO AL AGENTE QUE MATO
EN UN CONTROL A UN ESTUDIANTE EN PALERMO
“El policía que disparó estaba resacado”
El hecho ocurrió en medio de la promocionada “ola de inseguridad” que busca fortalecer la mano dura: un policía disparó en la nuca contra un joven que pasaba en moto por un control. El agente declaró que fue “un accidente”. Pero el testimonio de un amigo de la víctima que iba con él lo desmiente. Anoche hubo una nueva marcha de repudio frente a la comisaría 31ª.
› Por Alejandra Dandan
El policía de 26 años Matías Tarditi, que revistaba hasta ayer entre los numerarios de la comisaría 31ª, quedó cesanteado. La cúpula de la Federal dispuso además el pase a disponibilidad de los otros dos agentes que estaban con él el domingo a la madrugada cuando gatilló la Browning 9 mm contra la nuca de Lisandro Barrau en el barrio de Palermo Hollywood. El agente había egresado hacía sólo un año de la escuela de policía y según el amigo de la víctima, que iba con él, “cuando el policía disparó el arma estaba resacado”. En su declaración indagatoria, Tarditi sostuvo, en cambio, que fue “un accidente” producto de un supuesto “forcejeo” con los muchachos. Una versión que no coincide con la del joven sobreviviente y varios testigos. Sus familiares y amigos realizaron una nueva marcha frente a la comisaría 31ª, luego de la que el domingo terminó con el frente de la seccional destruido (ver aparte). En el Ministerio de Justicia ratificaron la sanción contra el policía: “No se va a tolerar la más mínima irregularidad o encubrimiento”, dijeron.
Lisandro recibió el disparo en la nuca el domingo, aproximadamente a las 3.20 de la mañana, en la esquina de Nicaragua y Bonpland, en el barrio de Palermo. Era la cuarta vez que pasaba con su moto por la esquina donde un grupo de tres policías de la comisaría 31ª montaban guardia. Lisandro llevaba a un amigo sentado en la parte trasera de la moto: Marcelo Tedesco, el joven que esa noche se convirtió en sobreviviente.
Antes de la última vuelta, dos de los tres policías habían parado y controlado a la moto en una ocasión, como lo hicieron durante toda esa noche con otras que pasaban por el barrio. La policía llevaba adelante una suerte de operativo de control contra los motoqueros porque los vecinos del barrio habían denunciado que “estaban robando muchachos en moto”.
A las 3.20 de la mañana, Lisandro y Marcelo pasaron por allí por última vez. A treinta metros de la esquina, dos de los policías a cargo del operativo “antimoto” les hicieron señas para que se detuvieran. “Los chicos pasaron de largo: o porque no vieron las señales o porque la burlaron”, le explicaba a este diario uno de los testigos del barrio. La moto siguió de largo. Treinta metros más adelante, Tarditi entró en acción. Aparentemente, según los testigos, hizo tres movimientos: se abalanzó contra la moto, los jóvenes perdieron el equilibrio e inmediatamente se oyó el disparo.
“Marcelo escucha el disparo y se caen”, le contaba anoche uno de sus amigos a Página/12. “Pensó que no había pasado nada hasta que se dio cuenta de que Lisandro estaba tirado.”
El juez de instrucción Ricardo Warley tiene en manos la causa desde el domingo. Ayer recibió el testimonio de Marcelo, y a continuación le tomó la primera declaración indagatoria al policía. Frente al juez, el agente intentó demostrar que se había tratado de un accidente, en una versión que incluyó el episodio de un “forcejeo”. El relato del único sobreviviente fue distinto. Según Marcelo, Tarditi ya lo había abordado antes en la puerta de un bar, lo había palpado de armas y en el momento del disparo “estaba muy sacado, parecía drogado”.
Los peritos consultados por Página/12 también descartaron en primera instancia que se hubiera tratado de un accidente: “Acá hubo alguien que apuntó con un arma, que tenía una bala en la recámara, que sacó el seguro, apretó el gatillo y que disparó”, indicaron. “No se escapan las balas –agregaron–, no estamos ante un caso como el del tiro contra la pierna de Alberto Kohan.” En este marco, los exámenes sobre el cuerpo ahora deberán determinar el ángulo y la distancia del disparo. Intentan saber si el policía disparó mientras la moto estaba en movimiento o cuando los muchachos estaban en el piso.
Pero la pesadilla del sobreviviente ni siquiera terminó ahí. Cuando intentaba desesperadamente comunicarse con algún familiar o llamar a la ambulancia, “los policías no le querían prestar el celular o un teléfono”,contaron sus amigos. “Marcelo tuvo que dar vuelta el cuerpo de Lisandro, buscar el celular para poder llamar a la ambulancia.”
El SAME ayer difundió su versión en un comunicado: “Según la retícula grababa en la central, el pedido fue realizado desde un teléfono celular particular –no desde Comando Radioeléctrico– a las 3.43 por herido en accidente de moto”. Tal vez haya sido el celular de Lisandro, tal vez no. Lo cierto, según las fuentes del SAME consultadas por este diario, es que la policía no se comunicó “en ningún momento” con el servicio de emergencias.
La demora de la ambulancia es otro de los capítulos abiertos en la investigación. Los amigos de Lisandro anoche aseguraban que había llegado más de quince minutos después del pedido de auxilio. Según el servicio de emergencia, el tiempo fue menos de siete minutos. “Llamamos al Hospital Fernández, que era el que estaba más cerca”, explicaron. Y 6,40 minutos después de la primera llamada, el chofer de la ambulancia se comunicó al hospital para decirles que llevaba el cuerpo de Lisandro. A esa hora, según el parte, ya estaba muerto.
Lisandro tenía 24 años, hacía la licenciatura en Administración de Empresas en la UBA, formaba parte del grupo de Los Cachafaz, una murga de Colegiales. Su papá es cirujano, y ayer le pidió a uno de sus amigos que interviniera en la autopsia ordenada por el juzgado. Sus padres se enteraron del disparo a través de los amigos. Cuando atendió el teléfono, Elba de Barrau pensó que se trataba de las trampas habituales antes de un robo: “Nos llamaron para avisarnos, yo corroboré la noticia con la guardia del Fernández antes de ir porque, justamente, por el tema de la inseguridad, pensé que podía ser una trampa para que uno salga y entren a la casa o nos roben afuera”.
Durante el día, recibieron en el departamento de avenida del Libertador al 4400 al secretario de seguridad Norberto Quantín, que permaneció 45 minutos con el jefe de Policía. Cuando abandonó el edificio, el ex fiscal quedó frente a frente con los medios, que a esa hora cuestionaban el nivel de instrucción con el que había egresado de la escuela de policía el autor del disparo: “No sé si recibió una mala instrucción o no supo aprenderla”, dijo Quantín poco después de haber confirmado su cesantía.
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