EL PAíS
› EL OSCURO ASESINATO DE CISNEROS EN LAS CONVERSACIONES DE PIQUETEROS Y EL GOBIERNO
D’Elía, otra vez en la Rosada por el asesinato
La plana mayor del Gobierno recibió al líder de la Federación de Tierra y Vivienda, el movimiento en el que militaba Martín Cisneros. D’Elía sigue cargando las tintas sobre el duhaldismo. Los funcionarios eluden públicamente esta teoría.
› Por Diego Schurman
Aunque públicamente se siguen haciendo esfuerzos para sacar del centro de la escena a Eduardo Duhalde, el nombre del ex presidente se coló en la cumbre que el Gobierno y el piquetero Luis D’Elía mantuvieron ayer en la Casa Rosada. Y fue ni más ni menos que al momento de especular sobre las responsabilidades en el asesinato del piquetero Martín “El Oso” Cisneros, lo que de todos modos no evitó que el Gobierno se comprometiera a investigar “hasta las últimas consecuencias” para llegar a los autores materiales y también políticos del crimen.
“La verdad, es probable que tengamos un nuevo Gregorio Ríos”, especularon puertas adentro cuando se intentó entender el homicidio de Cisneros. Gregorio Ríos fue el jefe de custodia de Alfredo Yabrán. Y asesinó a José Luis Cabezas tras haber interpretado que tal era la orden del empresario telepostal, quien se sentía acosado por el reportero gráfico.
En consecuencia, la traducción que nadie hizo en voz alta en la reunión pero que todos inferían era que la inquina de Duhalde con los piqueteros del grupo de D’Elía pudo haber derivado en un asesinato, en este caso presuntamente llevado a cabo por el ahora detenido Juan Carlos Duarte.
Tras el encuentro con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, el ministro de Justicia, Gustavo Beliz, y el secretario general de la Presidencia, el propio D’Elía buscó ajustar datos a esa teoría recordando que Duarte estuvo prófugo de la Justicia de Lomas de Zamora –los pagos de la familia Duhalde–, pese a que desde hace tres años estaba con pedido de captura por un robo a mano armada.
“No se puede estar prófugo tres años si no se tiene protección policial, judicial y política. Esta es una novedad que realmente despeja cualquier duda sobre la connivencia policial con este sujeto, al cual el comisario (Cayetano Vicente) Greco (desplazado anteayer de la Comisaría 24ª, de la Boca) salió a defender. La policía no lo encontraba y el sábado a la noche no quería ir a buscarlo.”
Siguiendo con Duarte, dijo lo extraño que le resulta “un prófugo que hablaba con los patrulleros, que comercializaba droga, que se saludaba con los consignas y que entraba a la comisaría. Sin cargar las tintas sobre nadie –señaló el titular de la Federación de Tierra y Vivienda– quiero ir a fondo sobre las relaciones políticas y los personajes que rodeaban a este señor”.
A esta supuesta inacción, D’Elía –quien llegó acompañado por el titular de la FTV-Capital, Angel Borello– sumó otras, de la Justicia, ya que hubo denuncias por amenazas, ocurridas también en la Boca, que al parecer nunca fueron investigadas. “Al Gobierno ya le informamos de estas irregularidades que sucedían en la jurisdicción de la Comisaría 24ª. Además, queremos garantías para la familia porque sigue la presión policial contra el comedor Los Pibes que dirigía Cisneros”, señaló el referente de los desocupados.
–¿Usted insiste en que Duhalde tuvo algún tipo de responsabilidad en la muerte de Cisneros? –le preguntó este diario.
–Nosotros no descartamos ninguna hipótesis y en consecuencia tampoco la que podría involucrar a Duhalde –contestó, tajante.
El que marcó distancia con esta teoría fue Fernández. El jefe de Gabinete suele diferenciar entre Duhalde y el duhaldismo, obviamente para preservar al primero y cuestionar el accionar de la tropa bonaerense. Ayer no fue la excepción.
En el Gobierno insisten en que la suma de casualidades –que la muerte de Cisneros fue en vísperas del aniversario de las muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, que el asesinado era afín a Néstor Kirchner y que el Presidente se encontraba en el exterior– lleva a pensar que el hecho no fue, precisamente, una casualidad.
Claro que las expresiones públicas de los miembros del Ejecutivo están bastante lejos de lo que dialogan en privado, en especial cuando del expresidente se trata. Un botón de muestra son las palabras que en las últimas horas repite hasta el cansancio Aníbal Fernández. “Sé que Duhalde es un hombre de bien y jamás actuaría en una cosa de esas características”, señaló el ministro del Interior, uno de los funcionarios que justamente no transita su mejor momento con el duhaldismo.
En rigor, fue Kirchner quien ordenó correr del centro de la escena a Duhalde a través de uno de sus contactos telefónicos desde Beijing, donde se encuentra de gira. El “refuerzo” se consustanció ayer en el Senado, donde por unanimidad –o sea, sin diferenciación entre kirchneristas y duhaldistas– se aprobó un proyecto de declaración para desagraviar a Duhalde por las acusaciones de D’Elía.
Claro que esto no quita que el Presidente insista con la existencia de movimientos desestabilizadores de la derecha –también se ha llegado a mencionar en la Casa Rosada “la derecha peronista”– que conjugarían la política con el delito. Quienes conocen en la intimidad a Kirchner, recuerdan a menudo una frase que acuña desde el mismo momento en que asumió: “El límite de la sociedad con Duhalde son las mafias”.
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