EL PAíS
El viejo Mercosur murió y ahora discuten cómo definir el nuevo
La visita del canciller brasileño a la Argentina terminó con una promesa: administrar sector por sector el choque productivo de los últimos tiempos, que en buena medida se produce porque los dos gobiernos coinciden en proteger más sus industrias.
› Por Martín Granovsky
Parecen andar a tientas, la Argentina y Brasil. Como si ambos se dieran cuenta de que el Mercosur de los ’90 se terminó y no alcanzaran a terminar de definir en conjunto una sociedad distinta, adaptada a estos tiempos. Ayer, durante la visita del canciller Celso Amorim a la Argentina, su colega Rafael Bielsa dijo qué quiere el Gobierno: más institucionalidad del Mercosur, y también integración productiva. El resultado podría ser la vuelta a una relación más administrada, con foros sectoriales. Así funcionaban los dos países antes de 1991, cuando se creó el Mercosur.
Amorim desplegó una agenda completa en poco más de un día. Se reunió con el presidente Néstor Kir-chner, con el ministro de Economía Roberto Lavagna y con Bielsa. Dijo ser “solidario” con la Argentina en la discusión con el Fondo Monetario, porque “tenemos situaciones distintas, pero la misma visión”. No firmó nada, aunque pudo llevarse un repertorio completo de las preocupaciones oficiales.
Una la dijo Bielsa en público: “Más que discutir si va a haber en Argentina una heladera brasileña de más o de menos, o un lavarropas argentino de más o de menos en Brasil, es que haya productos argentino-brasileños o brasileño-argentinos en terceros mercados”.
Otras fueron habladas por los argentinos en las distintas reuniones.
Pidieron a Amorim, por ejemplo, que el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva tome una medida máxima y otra mínima para convertir en normas los acuerdos con la Argentina. La de máxima: reforma constitucional para que, como aquí, la ley internacional prevalezca sobre la interna. La de mínima: incorporar a la normativa brasileña cada acuerdo cuando sea menor y no mayor que una ley de Brasil.
“Busquemos un estatuto legal de casados, no de juntados”, graficó un negociador local.
El canciller brasileño tomó nota, pero según los funcionarios argentinos no comprometió una respuesta.
En cuanto al aspecto productivo, del cual las heladeras son el último caso, el mensaje fue éste: “No esperamos que Itamaraty trabaje para que Whirlpool deje de invertir en Brasil, pero no queremos que trabaje para que Whirlpool invierta solo en Brasil”.
Para bajar este criterio a tierra habrá rondas sectoriales auspiciadas por ambas cancillerías, como sucedía en 1985, a comienzos de la integración entre los dos países. La Argentina quiere pactar un porcentaje de la producción automotriz, a nivel fabril, y no seguir con las limitaciones actuales que le imponen no producir el auto económico. En términos políticos, el Gobierno quiere que los foros por sector canalicen las rispideces del Mercosur, para que no sea el proyecto global de integración el que sufra por cada choque en un sector productivo.
“Sería razonable que vuelva una etapa de mayor administración, porque hace mucho que entró en crisis el Mercosur de los mercados”, comentó anoche a Página/12 uno de los negociadores de aquel momento, el ex subsecretario de Asuntos Latinoamericanos Alberto Ferrari Etcheberry.
En rigor, parte de la crisis se debe a un fenómeno que un artículo del diario Folha de Sao Paulo del 18 de julio último definió así: “Las crecientes asimetrías (tamaño de la economía y capacidad productiva) son hoy el principal impedimento para la integración regional”.
Según Renato Baumann, jefe de la delegación de la Comisión Económica para América latina en Brasil, el PBI brasileño es 3,3 veces el argentino. A principios de los ’90 no llegaba a ser ni siquiera el doble.
Las coincidencias ideológicas entre Kirchner y Lula también tienen un efecto paradójico en las relaciones bilaterales. Según el profesor Amado Cervo, de la Universidad de Brasilia, citado por Folha, “Lula y Kirchner adoptaron el discurso de apoyo a la industria nacional, que había sido abandonado en los años ’90”. Cervo dice que para la Argentina, “apoyar la industria local significa protegerla de la competencia brasileña en sectores como tejidos, calzados, línea blanca, carne y automóviles”. Cervo recomienda no invadir la Argentina con productos, “pero sí con empresas”.
Los funcionarios argentinos percibieron durante estos días de contacto con Amorim que los brasileños están muy ocupados en su objetivo de liderar el bloque regional para consolidarse como actores mundiales. La idea del Gobierno es negociar, en ese contexto, mayores ventajas para la Argentina. Sin embargo, como el vínculo está en pleno proceso de redefinición, no aparece claro qué mercancía está dispuesto a jugar cada uno en ese toma y daca. Un problema es el puesto fijo en un eventual Consejo de Seguridad reformado. Los brasileños quieren que, si los miembros permanentes se amplían alguna vez más allá de Estados Unidos, Francia, Rusia, China y el Reino Unido, el cargo latinoamericano sea para ellos. Dicen tener la representatividad regional para merecerlo. A los argentinos esa palabreja les produce urticaria. No quieren una definición ahora mismo. En todo caso patean el asunto hacia adelante con otro argumento: “El objetivo en Naciones Unidas es más Asamblea y no más Consejo”, dicen.
Está claro que hasta donde alcanza la vista no habrá reforma del Consejo de Seguridad, aunque una potencia como Alemania presione con fuerza para incorporarse. Pero Brasil quisiera contar ya mismo con la simbología de la representatividad regional, para reforzar su papel de potencia intermedia. La Argentina, a su vez, tiene reclamos más perentorios. No quiere bajo ningún punto de vista que un pedido reciente del número dos del Departamento del Tesoro, John Taylor, de incluir el tema de las retenciones en el debate de la Organización Mundial de Comercio tenga, como creyeron percibirlo, apoyo brasileño.
“Lavagna y Bielsa tienen miedo de que una discusión sobre retenciones se les cuele por la ventana, y eso sería terrible para la disciplina fiscal de la Argentina y para la estabilidad de precios”, dijo anoche un funcionario que pidió reserva de su nombre.