Luis Barrionuevo y Oscar Lescano podrían integrar el Consejo del Salario convocado por el Gobierno. El dato no sería demasiado llamativo si no fuera que el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, le había solicitado a la CGT que esos dos sindicalistas no sean de la partida. La razones son harto conocidas: uno es enemigo declarado de Néstor Kirchner; el otro fue el responsable del exabrupto de convocar a un paro general poco después de lograda la unificación cegetista.
La decisión de incluir a Barrionuevo y Lescano se analizó ayer en una reunión de consejo directivo como respuesta a una solicitud de Tomada, quien no hizo más que transmitir a la conducción tripartita de la CGT un deseo expreso de la Casa Rosada.
Susana Rueda cumplió con la formalidad de comunicar el pedido al resto de los capitostes sindicales. Hubo una reacción homogénea de los otros dos integrantes de la conducción tripartita. “Nosotros no nos metemos en la interna del Gobierno, por lo tanto que el Gobierno no se meta en la interna nuestra”, evaluó José Luis Lingeri en sintonía con Hugo Moyano.
–¿Qué pasa? ¿Otra vez no me quieren? –se victimizó, jocoso, el propio Barrionuevo.
Anoche, voceros de la co-secretaria cegetista afirmó a este diario que “aún no se designó ningún nombre de los que participarán en el Consejo."
No es la primera vez que el Gobierno lo veta. En julio, una treintena de sindicalistas, integrantes de la flamante CGT unificada, visitó a Kirchner en la Casa Rosada. En esa oportunidad el gastronómico brilló por su ausencia haciendo lugar a un pedido de Presidencia. La excusa del faltazo fue un viaje a Catamarca.
Los gestos de obediencia no duraron demasiado. Semanas después desembarcó en el Ministerio de Salud y estrechó su mano con la de Ginés González García. Kirchner terminó retando al funcionario por semejante exposición.
Los choques entre Kirchner y Barrionuevo son públicos. Y siempre logran recuperar actualidad. Sin ir más lejos, la semana pasada la interventora del PAMI, Graciela Ocaña, señaló al gastronómico como uno de los principales responsables de los negociados en esa obra social de los jubilados.
Los reparos sobre Lescano tienen razones más coyunturales. El propio dirigente de Luz y Fuerza se ganó el encono oficial cuando, al día siguiente de la unificación cegetista, salió a pedir la realización de un paro general sin dar mayores precisiones del porqué.
Pero a la falta de sentido de oportunidad agregó otros argumentos que marcaron con lápiz rojo en el Gobierno y que están relacionados con el sector eléctrico. Algunos hasta se animaron a deslizar la existencia de actos de sabotaje por parte del gremio, aunque sin aportar ninguna prueba en ese sentido.
Claro que la rebeldía no es únicamente un signo sindical. Desde las filas empresarias también estarían planteando un desafío al Gobierno al anunciar la presencia en el Consejo del Salario del abogado ultraliberal Daniel Funes de Rioja. Tomada había pedido que los técnicos quedaran fuera de ese ámbito de discusión. Pero el promotor de la flexibilización laboral encontró un atajo para participar: irá en representación de la cámara de laboratorios.
No es la única novedad. La Asociación Empresaria Argentina, que reúne a los grupos económicos más grandes, desistió de ocupar una de las 16 plazas que le corresponden al sector. La lectura fue unánime: no hay voluntad para discutir sueldos. La silla de AEA quedará para la UIA, que pasará a ocupar 5 lugares.
Claro que no son todas pálidas para Tomada. A su pedido, la CGT aceptó resignar 4 de sus 16 sillas del Consejo del Salario: tres en favor de la CTA y una de la UOM. El resto se completaría con dirigentes cegetistas de la construcción, comercio, personal civil de la Nación, gastronómicos, químicos, bancarios, lucifueristas, tranviarios, camioneros, sanidad, alimentación y obras sanitarias.