EL PAíS
› LA ESTRATEGIA DE KIRCHNER EN SU VISITA A NUEVA YORK
Gestos fuertes, lejos del fantasma bananero
Aunque no viajó para negociar la deuda, el Presidente partió anoche a Nueva York para participar de la Asamblea General de la ONU y consolidar una instalación política de la Argentina: buscará reforzar una imagen institucional y de presidencia fuerte escapando al intento de tropicalización por parte de los sectores ligados a los bonistas. El homenaje a las víctimas argentinas del 11-S será el mensaje más fuerte.
› Por Martín Granovsky
Los norteamericanos son sensibles a dos tipos de comunicación: statements, declaraciones, o hechos con fuerza simbólica y el agregado de nombres y apellidos. Escuchan las primeras, pero valoran y entienden más los segundos, sobre todo cuando el protagonista de los hechos pone el cuerpo. Para la visita a Nueva York que comienza esta mañana de domingo, el presidente Néstor Kirchner eligió la segunda opción: apuesta a que se entienda la posición internacional de la Argentina convirtiéndose en el primer país que honra a los propios muertos de las Torres Gemelas en su consulado.
Por el mes y la campaña electoral, los norteamericanos viven pendientes del 11 de septiembre. John Kerry y George W. Bush disputan quién es el que cuidará mejor a los Estados Unidos de otro ataque. Pero en la vida de Nueva York el derrumbe planificado de las Torres Gemelas representa, además, una herida cotidiana para los newyorkers nacidos y criados y para los millones que se hicieron newyorkers por decisión voluntaria.
El miércoles 22 a la tarde, en el consulado, Kirchner encabezará el acto por las víctimas argentinas. Dos de ellas murieron ayudando a otras víctimas. El cónsul Héctor Timerman convocó a la comunidad argentina y también a dirigentes políticos y sociales de la ciudad. Y estarán los familiares de Pedro Grehan, Mario Santoro, Sergio Villanueva y Gabriela Waisman.
Será el gesto simbólico más fuerte de un gobierno que en sus primeros 15 meses cumplió con dos criterios a la vez. Por un lado abandonó las relaciones carnales construidas por Carlos Menem y continuadas, como “intensas”, por Fernando de la Rúa. Por otro lado eliminó de su discurso la retórica antinorteamericana. En las discusiones con los bonistas o con directivos del Fondo Monetario Internacional, e incluso con los bancos, siempre estuvo ausente toda referencia a Washington como la supuesta matriz política del mal desparramado sobre la Tierra.
“Las víctimas argentinas pusieron el cuerpo, y en términos políticos la placa y el acto en el consulado también significará poner el cuerpo por parte del Presidente”, dijo ayer a Página/12 un diplomático que pidió reserva de su nombre.
Para el Gobierno, se tratará al mismo tiempo de una búsqueda. Será el intento por disipar la imagen de una Argentina populista, tropical y casi bananera que viene dibujándose en algunos artículos de los grandes diarios de finanzas.
El Presidente recibió una señal de ese clima por el relato de un encuentro entre el cónsul Timerman y Jim Jones, un viejo asesor del presidente Lyndon Johnson, el vice que sucedió a John Kennedy, lobbista con América latina y ex embajador en México entre 1997 y 2002.
–Kirchner es muy populista –dijo Jones en un encuentro.
–No entiendo por qué lo dice –repuso Timerman–. Kirchner es muy cuidadoso con el gasto fiscal. El superávit es record y es alto el almacenamiento de reservas en dólares.
–Entonces ustedes tienen un problema de imagen, porque yo creía que el tipo estaba malgastando el superávit –concluyó Jones después de escuchar tendencias y números.
El mundo financiero norteamericano se mueve con estereotipos. Naturalmente el mayor demonio, entre los más nuevos, es Hugo Chávez. Pero Chávez acaba de pasar tres exámenes. Primero convocó al plebiscito, después lo ganó. Y al final la legitimidad del triunfo fue aprobada por los observadores internacionales y por el Centro Carter. De todos modos, Venezuela despliega en estos días una campaña publicitaria en medios norteamericanos para presentar un país amigable y pacífico, lo más lejos posible de unadinastía petrolera de caudillos preocupados full time por la forma de perjudicar a los Estados Unidos.
Algunas notas de la prensa financiera afín a los bonistas parecen, ahora, ocupadas en tropicalizar a Kir-
chner.
El lunes último La Nación reprodujo un artículo del Wall Street Journal sobre Cristina Kirchner en su sección Economía. Pero estaba perdido, en una página par, bien abajo. En la edición original el artículo arrancaba en la primera página, y mostraba una tapa de Caras con la senadora.
El Wall Street Journal no les da tanta importancia a las notas sobre medios, salvo que el medio sea la CNN o un gran fenómeno internacional de negocios. Caras no lo es. Y la visita de la senadora Kirchner a Nueva York que reflejaba el Wall Street Journal había sido a principios de año. El foco del artículo era, entonces, una manera de aproximarse a la Argentina. Lo hacía a través de una nota de Caras sobre las extensiones capilares de Cristina Kir-
chner. Matt Moffett, el autor de la nota, recordaba que Caras cobró notoriedad cultivando la fama de Carlos Menem, “que posaba con Ferraris y modelos”, y retratando la troupe de cirujanos plásticos y modistas que rodeaba a la élite del poder entre 1989 y 1999. Y escribía Moffett: “En el país de Eva Perón, pocos símbolos son tan fuertes como una política popular, lo cual explica la fascinación por la señora Kirchner. A la vista del empobrecimiento del país, algunos argentinos criticaron el nuevo look glamoroso de la señora Kirchner, especialmente porque la primera dama, que viene del ala izquierdista del Partido Peronista, denigró los excesos de la era menemista”. Para citar luego una frase: “Esto es muy ostentoso”. La expresión pertenece, en la nota, al “actor de comedia Nito Artaza, un activista de oposición del Partido Radical”. Bingo: la república bananera es tan completa que hasta el crítico de la ostentación tiene perfil bananero.
Fue el mismo día, 13 de septiembre, que The Financial Times de Londres publicó como verdad revelada una frase ya famosa, según la cual el ministro de Economía Roberto Lavagna no ablanda la posición oficial porque “está adoptando una postura ferozmente populista antes de su probable renuncia en enero”.
Algunos de estos artículos son los que alimentan –o son alimentados por, si alguien se pusiera conspirativo y quisiera verlo así– el estado de ánimo de muchos de quienes compartirán el almuerzo del Consejo de las Américas, también el miércoles 22. Allí irán hombres de negocios con intereses en la Argentina y obsesión por dos cosas, el aumento de las tarifas de servicios públicos y el ofrecimiento a los bonistas de una propuesta más generosa por parte de la Argentina.
La esperanza de Kirchner debiera ser, siempre en el mundo de los statements y no de los hechos, que los comensales lean no solo The Wall Street Journal sino, por ejemplo, el informe especial sobre la Argentina que la revista conservadora The Economist distribuye a un grupo selecto de abonados.
El trabajo pinta un Kirchner que intentará aumentar su nivel del control sobre el Partido Justicialista mientras busca un rol más activo para el Estado en regulaciones y gasto social. “Las autoridades buscarán atraer nuevas inversiones mediante el restablecimiento gradual de normas estables y derechos de propiedad”, dice, sin tono apocalíptico. “El señor Kirchner se encuentra ostensiblemente en buena posición para llevar adelante su programa de gobierno, que busca consolidar la recuperación económica mientras pone mayor énfasis que otros gobiernos anteriores en las políticas sociales y la reforma institucional”, señala otro párrafo.
En cuanto al supuesto populismo del Presidente, para The Economist no está en el fondo de su política. Se trataría, sólo, de “un toquecito populista” en el estilo. La revista destaca la ausencia de tono antinorteamericano enlos discursos de Kir-
chner, y la presunción de que las relaciones podrían profundizarse luego del arreglo de la deuda.
Kirchner salió anoche de Buenos Aires sin Lavagna. En el viaje hablará de la deuda, pero no la negociará en persona. Aprovechando la cumbre sobre el hambre que comienza mañana y su discurso en la Asamblea General el martes, el Presidente intentará consolidar lo que un artista llamaría una instalación de la Argentina. Una instalación a la que cuatro víctimas del 11 de septiembre del 2001, las cuatro con nombre y apellido, alejan de la ficción.