EL PAíS
› OBREROS DE ZANON RECLAMARON EL RECONOCIMIENTO DE SU COOPERATIVA
“Es posible vivir sin el patrón”
Luego de casi tres años de gestión obrera, los obreros de Zanon viajaron a Buenos Aires y marcharon junto a otros trabajadores por una ley de expropiación que proteja las fábricas recuperadas.
› Por Adriana Meyer
Vinieron desde el sur para reclamar el reconocimiento de la cooperativa Fábrica Sin Patrones (Fasinpat), que consolidaron con casi tres años de gestión obrera de la empresa Zanon, y para alertar sobre el aún vigente peligro de que los desaloje la Gendarmería por una orden judicial. Tras quince horas en micro desde Neuquén, se bajaron en el Hotel Bauen y marcharon junto a otros obreros por una ley de expropiación definitiva que proteja el destino de todas las fábricas recuperadas del país. Al final de un día intenso, que incluyó entrevistas con legisladores y conferencia de prensa en el Congreso, siempre vistiendo sus mamelucos marrones de ceramistas, Jorge Bermúdez, Miguel Ramírez, Víctor Ortiz y Miguel Soto dialogaron con Página/12 en el hotel que transita por la misma experiencia de haber sido recuperado por sus trabajadores.
Desde el salón Embajador provienen acordes de guitarra y risas. Son de un centenar de ceramistas que están descansando tras la agitada jornada porteña, mientras un rico olor a comida invade los pasillos. Los trabajadores del recuperado Bauen les dieron este sitio para reponerse antes de emprender el regreso, y les están preparando la cena. “El viaje lo pagamos con el dinero de las ventas, fue aprobado por asamblea, por mayoría de 80 por ciento”, explican. “Y los que se quedaron tienen que reforzar sus tareas, para no bajar el nivel de producción”, agregan. En algunas paredes hay cerámicos Zanon, donados de una gestión obrera a otra. El Bauen fue recuperado por sus trabajadores, que alquilan el teatro y los salones, pero necesitan apoyo para hacer funcionar la parte de hotelería.
El entrerriano Jorge Bermúdez tiene 57 años y mirada pícara. Entró a Zanon en 1985 pero en 2000 fue echado, y volvió, a ingresar en febrero de este año. Está casado, tiene dos hijos y le gusta escuchar a Louis Armstrong y la Antigua Jazz Band. “En la primera época era un orgullo trabajar en Zanon, pero hubo una bisagra en los ‘90. Extendieron el horario, los supervisores trabajábamos 12 a 16 horas, no había fines de semana, bajaron los sueldos. Era la época menemista”, recuerda. “Estaba trabajando en una escuela en Mendoza, y me acerqué a visitarlos. El me llamó (señala a Miguel Ramírez) y me pidió que me reincorpore. Lo tomé como un desafío personal.” Bermúdez tuvo militancia política en los ‘70 pero no quiere decir dónde. “En Zanon pude desarrollarme, hasta viajé a Italia a perfeccionarme en 1993. Y volví porque la conciencia de la militancia pasada me decía que tenía que jugarme con ellos. Trabajar sin patrones era una asignatura pendiente desde aquella década, pero hay que evitar que se frustre como ocurrió con las actividades que se hicieron en los ‘70”, reflexiona. Página/12 le pregunta de qué depende. “No tenemos que aislarnos, y hay que demostrar que somos capaces de gestionar una empresa con eficiencia.” Bermúdez cuenta que su familia lo ve feliz, pero a veces le reprocha que trabaja las mismas horas que antes. “Es muy distinto. Ahora trabajamos para nosotros, por el excedente político y social que obtenemos.”
Miguel Ramírez tiene 51 años, está casado y tiene dos hijos. En los ratos libres se dedica a la quinta y la chacra. ¿Su momento de esparcimiento? Ir al río “a tomar un poco de oxígeno” y a comer asado. Recuerda con dolor sus cuatro años de desocupado. “Más allá de los resultados que nos dé el Gobierno, que hasta ahora son nulos, estos viajes nos acercan entre compañeros.” Describe que “después del conflicto tuvimos que incorporar gente y les fuimos enseñando. Mi hijo Sergio, de 18 años, trabaja al lado mío, y es una experiencia hermosa”. A Ramírez le tocó ser asistente de cocina. El cocinero le comentó que deseaban empezar a retribuirles la donación de cerámicos con carne asada con papas. Este diario quiso saber cómo era Zanon antes de la gestión obrera. “Hasta el ‘94 era un privilegio, con el recibo de sueldo nos daban crédito en todos lados. Ese año la empresa ganó 77 millones de dólares, pero a partir de entonces empezaron a argumentar que no era rentable, y pasó todo lo que contaba Bermúdez, hasta que decidimos tomarla y ponerla a producir. Los comercios nos devolvieron el crédito, al igual que los proveedores.”
Víctor Ortiz tiene 30 años y es maestro mayor de obra. Entró durante la nueva gestión, que dio la oportunidad a diferentes organizaciones de desocupados. Venía del Movimiento Sin Trabajo Teresa Vive, y le asignaron un puesto en la guardia nocturna. “Después de mi familia, Zanon es lo más importante. Me cuesta ponerle palabras. Políticamente es una experiencia muy rica, uno leyó y trató de imaginarse cómo fueron los antecedentes de esto en los ‘60 o ‘70. Y ahora lo estamos viviendo, los trabajadores administrando una fábrica, es la teoría hecha realidad. Mi papá siempre me decía que era imposible. Y ahora vemos que es posible vivir sin el capataz, sin el patrón que nos explota. Es diferente salir de la casa y volver satisfecho. Digo con todo orgullo que no falté un solo día.”
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