Mar 21.09.2004

EL PAíS  › LULA PIDIO UNA ARGENTINA INDUSTRIALIZADA Y EXPLICO SU PAIS

“Dios se toma vacaciones en Brasil”

En su desayuno en el Waldorf, Kirchner y Lula acordaron coordinar la producción para que la Argentina no pierda toda chance industrial.

Por M. G.
Desde Nueva York

Los presidentes de todo el mundo forman una sociedad en la que de igual a igual, y no importa el poder relativo, suelen comentar su oficio de político, que ejercen al nivel más alto en cada país. “Si Dios no es brasileño, por lo menos se toma vacaciones en Brasil”, le dijo un Lula contento a un Kirchner sin preocupaciones de política interna.
Fue en el desayuno de ayer a la mañana en el Waldorf Astoria, el hotel que le gustaba a Frank Sinatra y que de los presidentes argentinos monopolizó Carlos Menem, y Luiz Inácio Lula da Silva hablaba de las elecciones municipales de octubre. Dijo que si se hubieran hecho en abril los temas hubieran sido nacionales, porque su gobierno estaba peor. Pero ahora, con una expectativa de crecimiento del 5 por ciento para el 2004, el Partido de los Trabajadores confía en que las municipales no serán un riesgo a nivel federal.
Kirchner, sin elecciones a la vista hasta el 2005, se quejó de que no tenía “una oposición sólida”.
Obviamente no hubo solo política interna en el desayuno del Waldorf. Entre el café circularon unas cuantas bandejas de Mercosur.
Para alegría de Kirchner, Lula repitió una frase que en los últimos tiempos también dijo el canciller Celso Amorim, uno de los presentes del lado brasileño. Del argentino, además del canciller, Rafael Bielsa, estuvieron el embajador en la ONU, César Mayoral, el vicecanciller Jorge Taiana y el nuevo subsecretario, Roberto García Moritán, un diplomático de carrera sin tradición de alineamiento automático con Washington.
–La grandeza de Brasil está vinculada a una Argentina industrializada –dijo Lula, y miró a José Furlán, el ministro a cargo de los conflictos industriales con los argentinos.
Ambos presidentes quedaron de acuerdo en que no puede haber una política de integración solo defensiva, pensando en la existencia de cupos para cada sector, sino basada en la necesidad de reformar el Mercosur. El problema en este caso no es solo la asimetría (Brasil, con toda su crueldad interna y sus diferencias sociales, es la décima economía del mundo) sino la disparidad de políticas económicas. Por un lado, Brasil subsidia más. Por otro, los funcionarios argentinos recuerdan que en los años ‘90 Brasil firmó solo cuatro tratados de protección de inversiones. La Argentina, 54.
Kirchner hizo énfasis en las promesas de Petrobras.
–Están comprometidos con el gasoducto –dijo Lula.
Y el presidente argentino, palabras más, palabras menos, dijo algo que sonó a “sí, sí, pero vamos a mirarlos todo el tiempo”.
Un funcionario explicó que no es el gasoducto lo que tiene que proteger una ley del Congreso argentino sino la intangibilidad del fideicomiso que se utilizará para construirlo, de modo que “el instrumento financiero tenga garantías a futuro”.
El desayuno de los presidentes tuvo el tono político del principio y el Mercosur estuvo a través de muchos temas económicos concretos.
El poderoso Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, el Bndes, abrirá una filial en Buenos Aires y lanzará una línea de créditos para comprar máquinas-herramienta.
Lula estuvo expresamente de acuerdo en coordinar cadenas productivas y discutir cómo la Argentina puede recuperar el tren perdido de la fabricación de automóviles.
Los delegados de ambas partes discutirán la forma de cumplir con la coordinación macroeconómica y también con los ajustes sectoriales.
Presionarán a los empresarios como parte de esos ajustes.
El criterio en un momento del desayuno lo expuso Lula:
–Si los empresarios privados trabajan bien, los ministros necesitan meterse menos. Y si los ministros se meten menos, los presidentes ni se enteran de esos problemas. Esa es la situación ideal, pero para que se dé hay que trabajar fuerte desde el poder político.
La Argentina y Brasil jugarán juntos en la cumbre de las Américas del 2005, que estará dedicada a la creación del trabajo decente y la lucha contra el hambre, y no a la corrupción como sugirieron en algún momento los Estados Unidos.
El nivel de acercamiento en el trabajo cotidiano es tan grande que ayer se podía ver a otro García Moritán, Martín, también diplomático de carrera, con una identificación brasileña. Es parte de la representación conjunta en el Consejo de Seguridad. El año que viene se supone que la Argentina ocupará el lugar, y los brasileños se integrarán al equipo. La discusión sobre si en una eventual reforma el puesto tiene que quedar para Brasil o para “América latina”, una manera de diluir la apuesta brasileña, no quedó durante este período de Asamblea General de la ONU entre las claves del debate diplomático. Se trata de una perspectiva de largo plazo, y para colmo teórica. Ningún observador internacional serio ve una chance razonable de cambio del Consejo de Seguridad de la ONU en un plazo que pueda vislumbrarse a escala humana.
La reunión con el presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, de la que se informa aparte, y el desayuno con Lula, y también la conferencia internacional sobre el hambre, que posicionó a Lula como dirigente mundial con perfil propio, fueron un precalentamiento para la Asamblea General que se abre formalmente hoy.
Habla el secretario, Kofi Annan. También lo hará George W. Bush, en un discurso muy esperado porque en los últimos tiempos la Convención Republicana, por ejemplo, convirtió a la ONU en blanco de uno de los máximos abucheos.
Y hablará el Presidente argentino. Un equipo trabajaba anoche en los últimos toques del discurso, que con seguridad incluirá una referencia importante a Haití, donde la Argentina tiene 500 efectivos para ayudar a la solución del otro huracán, el permanente, el de la devastación económica, las hambrunas y la crisis política del país más pobre del continente.
Anoche la seguridad se veía reforzada en toda Nueva York. El tráfico, normalmente denso, estaba francamente insoportable por los coches negros del FBI, las camionetas del Servicio Secreto, los bomberos, los camiones con tamaño de container para coordinar las comunicaciones de la policía y los innumerables grupos de patrulleros, además del sobrevuelo constante de helicópteros.
Como viene sucediendo desde el atentado del 11 de septiembre del 2001, mirar la ciudad desde una ventana de las Naciones Unidas, que ayer permitía ver el sol brillando en el río y las lanchas guardacostas en medio de la nada, porque la circulación estaba prohibida, producía la extraña sensación de una calma atada a la certeza de que algo puede pasar, pero nadie sabe qué.

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