Mar 28.09.2004

EL PAíS

“La primera obligación es hacer que el gobierno dure cuatro años”

Lo dijo Alfonsín en un debate sobre la Reforma Constitucional del ’94, donde también participó Cafiero. Corach faltó.

› Por Eduardo Tagliaferro

“Uno va a reuniones y muchos empresarios dicen ‘este gobierno no dura’. No dicen, ‘yo quiero que dure’. La primera obligación de todo político es que este gobierno dure cuatro años”, puntualizó Raúl Alfonsín, insistiendo con su idea de que muchos sectores están especulando con la caída de los índices de popularidad del presidente Néstor Kirchner para dar un zarpazo. La frase formó parte de su presentación en el seminario “A 10 años de una reforma consensuada”. Una mirada desde el derecho y desde la política de la reforma constitucional de 1994, realizado por la Universidad Nacional de La Matanza y del que también participaron el senador Antonio Cafiero y el constitucionalista radical Antonio María Hernández. A última hora, se excusó Carlos Vladimiro Corach. Desde el estrado se anunció que fue “por compromisos anteriormente asumidos”. Lo cierto es que un grupo de alumnos ya habían organizado un escrache contra quien supo ser una de las figuras estelares del menemismo.
Fue imperceptible pero el ¡Oh! que siguió al anuncio de la ausencia de Corach corrió entre el auditorio. Más de quinientas personas participaron del debate. En las primeras filas predominaban docentes, en las últimas, los estudiantes. Las más de quinientas butacas estaban colmadas.
Ratificando sus saberes de constitucionalista, Hernández puntualizó con tono docente los principales aspectos de la reforma constitucional. Este radical cordobés, que supo acompañar a Horacio Massaccesi como candidato a vicepresidente de la Nación en las elecciones de 1995, dijo que la reforma del ’94 fue “la más legal y la más legítima” de todas las modificaciones constitucionales. Resaltó que el objetivo de los constituyentes fue el de atenuar “el hiperpresidencialismo”, no solamente a través de la figura del jefe de Gabinete. “La figura de los jefes de Gabinete ha sido de muy bajo nivel. Y sobre todo el actual que no concurre a las cámaras para sus informes. Deploro que el Senado y Diputados no le inician juicio político al funcionario que no cumple”, dijo Hernández.
Cafiero definió a la reforma del ’94 como la del “consenso creativo”. Reivindicó que ninguno de los constituyentes arribó a la Convención con ideas predeterminadas que quisieran imponer a viento y marea. Dijo que cada Constitución tiene su emoción y así como la de 1853 la tuvo en el predominio de las ideas liberales y por ello hace hincapié en los medios más que en los fines, la de 1994 la tuvo en el reconocimiento al universalismo. No quiso nombrar la palabra globalización. “Hablo de universalismo como lo definía quien fue tres veces presidente de los argentinos”, dijo sin nombrar a Juan Domingo Perón. El universalismo que definió Cafiero se descubre en la fuerza que los tratados internacionales por sobre las leyes locales.
“Este esfuerzo que hicimos los constituyentes no logró que la Constitución fuera execrada al señalarla como el Pacto de Olivos”, dijo Cafiero. Las miradas de Alfonsín y de Cafiero se cruzaron y el peronista se vio precisado de aclarar: “Yo no estaba ahí”. Cafiero reivindicó los pactos. Los calificó como fundantes de la nacionalidad. “Si en aquella época hubieran estado los comunicadores de hoy, los hubieran calificados de ominosos”, dijo. Por lo bajo, Alfonsín agregó: “Y clandestinos”. “Yo con Alfonsín firmé acuerdos de gobernabilidad. No firmé el Pacto de Olivos”, reiteró, antes de con cierta nostalgia decir “ojalá algún día hagamos otra Constituyente”. Luego Alfonsín le acercó el texto constitucional con dos subrayados, el que castiga cualquier rebelión contra el orden constitucional y el que equipara a la corrupción con una desestabilización antidemocrática.
“Yo sabía que esto iba a pasar. Mis dos amigos, si Cafiero me permite que lo llame amigo, me dejarían sin tema. Así que yo voy a contarles algunas anécdotas”, arrancó Alfonsín. El ex presidente comentó que los primeros intentos reformadores de la Constitución se remontaban a su presidencia. También se preocupó en comentar por qué accedió a la reforma constitucional. Comentó que se encontró jaqueado entre la sanción de una norma del Congreso que reivindicaba la necesidad de la reforma y un probable llamado a plebiscito que tendría una alta aceptación popular.
Con soltura, Alfonsín fue improvisando su exposición con el repaso del texto constitucional. Tuvo tiempo para reivindicar el aborto en algunos casos. Resaltó que es católico y que comulgó hace dos domingos antes de decir que en esos casos el aborto también “tendría que ser aceptado por la Iglesia”. Básicamente se refirió a los casos de violación y de malformación. Reivindicó el diálogo político, “no como show”. “Yo no quiero ir a hablar con el Presidente. Claro que si me llama seré el primero en ir”, comentó. Le pidió al Gobierno no temerle a esta convocatoria. Puso el acento en que era necesaria para enfrentar las presiones estadounidenses por el proyecto del ALCA. Al final de su presentación, criticó a Cristina Fernández de Kirchner por haber pedido la reglamentación de los decretos de necesidad y urgencia antes y que ahora que hubo cambio de gobierno no los quiere reglamentar. Criticó la delegación de facultades legislativas en el Ejecutivo. Luego, en rueda de prensa, negó que el radicalismo pudiera aliarse a Ricardo López Murphy y por ello mismo dijo desconfiar del grupo radical conocido como Grupo Olavarría.

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