EL PAíS
› DOS MIRADAS SOBRE CHICOS, ESCUELA Y VIOLENCIA
Reflexiones para pensar la tragedia
La masacre de Carmen de Patagones tiene todos los ingredientes para las explicaciones facilistas que hacen eje en la supuesta ola de violencia. Aquí, dos expertos en minoridad intentan sobreponerse a la perplejidad y proponen otra mirada. La que incorpora categorías más profundas, que incluyen tanto lo social como lo individual.
DANIELA GUTIERREZ, PEDAGOGA
“No es violencia escolar”
Por Mariana Carbajal
“Me resisto a incluirlo en un caso de la llamada serie de violencia escolar. Es un episodio de violencia extrema que sucedió en una escuela, porque es el ámbito de interacción social de este chico, pero no tiene que ver con el sistema escolar”, consideró la pedagoga Daniela Gutiérrez, del área de Educación y Sociedad de Flacso, al reflexionar sobre la masacre de Carmen de Patagones.
–¿Cómo analiza, entonces, el caso?
–También hay que sacarlo de la construcción mediática de la ola de violencia.
–¿Ni pensarlo en la saga de violencia social?
–No. Vivimos en una sociedad violenta, pero esto nos incluye a todos en la película. Trataría de pensarlo lo más abierto posible. Lo primero que me suscita es perplejidad. Trato de evitar explicaciones unicausales del tipo “es un joven”, “es un joven violento”, “es un joven violento en la escuela”, “la sociedad produce jóvenes violentos”.
–¿Hay una responsabilidad de la sociedad?
–Sin dudas. En principio, en el aflojamiento general de la ley. Que un chico piense que puede llevar un arma al colegio es terrible. Hoy alguien decía de aquel muchacho llamado Pantriste: “Trajo un arma y antes de matar al amigo, dijo: ‘voy a hacerme respetar’”. En una sociedad donde la subjetividad está deteriorada, estos aparatitos, las armas, ofician de prótesis en la subjetividad. Te completan.
–El chico usó el arma del padre, que es oficial de la Prefectura...
–El papá trabaja en una fuerza de seguridad, tiene el privilegio legal del uso de las armas, lo que garantiza la seguridad en una nación. No está mal que tenga un arma. El punto es ¿cómo ese chico llega a esa arma? Evidentemente, estaba en un lugar que era posible que se la sacara.
–¿Cómo debería la sociedad abordar este hecho?
–La sociedad toma los hechos tal como los aborda la prensa en general. Los medios van a construir una crónica. Cuando se dice así, en femenino, crónica es una sucesión de hechos. Y en algún momento, hay un cambio de género y pasa a ser lo crónico, el malestar, la enfermedad incurable, el horror, el pus de la sociedad. Siempre como algo puesto afuera de lo que pasa en tu casa porque es muy inquietante. Mientras tanto, a lo mejor un papá se arma porque la muerte sí es pensable y es posible para alguien que va a sacarte lo tuyo.
–¿Nos estamos pareciendo a la sociedad que refleja Bowling for Columbine?
–Aunque en los sectores más pobres y más pudientes la gente se está comprando armas para defenderse, creo que hay una diferencia con lo que se ve en la película: acá la gente todavía recurre a un arma con un criterio más de talismán: piensa, “yo voy a tener esto y no me van a venir a robar a mí”, como un pensamiento más mágico. No veo que en el país prime el discurso ideológico que defiende el derecho a armarse. Pero sería importante que no se naturalizara tanto la muerte.
–¿Por qué cree que se naturaliza la muerte?
–Porque vivimos en un contexto donde la violencia se dice y se ve todos los días y las imágenes saturan. De hecho, cuando se escuchan estos sucesos desenfrenados enseguida se los mete dentro de una estructura que ya te parece que la entendés y podés seguir desayunando tranquila. Hoy, cuando llegué al trabajo, lo primero que alguien me dijo fue “uy, viste, tipo Bowling for Columbine” y al rato (uy, tipo Elephant”, esta cosa de meterlo en una matriz que la tenés vista, lo naturaliza y al mismo tiempo lo vuelve menos peligroso. Si se lo piensa en serio, es un pensamiento difícil de procesar que un pibe de 15 años mate a otros pibes de 15 años. Paralelamente en la vida urbana se les atribuye a los jóvenes el estigma de que son violentos. En algún momento, los jóvenes tienden a hacer del estigma un emblema. Entonces, dicen: “Sí, somos los violentos”. Es una manera de apropiarse y de ser alguien y de tener un lugar en una sociedad que es muy excluyente con los jóvenes.
DANIEL EFRON, PSICOANALISTA
“Riesgo de banalización”
Por M. C.
“El riesgo fundamental en situaciones como ésta es la banalización”, señaló el médico psicoanalista Rubén Efrón, ex consultor de Unicef en programas de libertad asistida de menores con causas penales graves. En una entrevista con Página/12, Efrón analizó la tragedia de la escuela Islas Malvinas.
–¿Qué pasó con este adolescente que se apropió de lo más fundamental de tres compañeros como es la vida?
–Habría que ver si no sufrió una descompensación de carácter emocional de tipo psicótica. Lo que no me parece que hay que hacer es una inmediata traslación mecánica a considerar que esto viabiliza la violencia cotidiana. Existe la tendencia natural a pensar este hecho como un reflejo de la violencia existente en los jóvenes, por los jóvenes y hacia los jóvenes. Algo de esto podría haber, pero hay que tomarse un poco más de tiempo para ver de qué se trata, para salir del horror, que es un estado que no permite pensar demasiado.
–Este adolescente es introvertido y tímido. ¿Qué papel pudo jugar esta característica de personalidad?
–Hay cierto tipo de problema psicopatológico, como la esquizofrenia, que tiene como antecedentes la introversión y la timidez, pero eso no quiere decir que haya una relación directa: la mayor parte de los chicos introvertidos no hace un cuadro de estas características. Decir qué le pasó es hacer ciencia ficción. También uno se siente muy tentado a pensar que vive en una casa en la que el arma es un instrumento cotidiano, por el hecho de que su padre es un militar. Pero cientos de miles de chicos están en escenarios así y no matan a sus compañeros. El riesgo fundamental en situaciones como ésta es la banalización.
–También se tiende a demonizar a los jóvenes...
–Eso es tremendo. No se puede profundizar la concepción diabolizante de los jóvenes. Hay una línea impulsada por algunas personas –que ya sabemos cuáles son– que apuntan a eso. En ese sentido, habría que tener mucho cuidado. Al contrario, este episodio más bien abonaría la necesidad de pensar cómo se hace para cuidar a nuestros jóvenes.
–¿Qué influencia pudo tener el contexto familiar?
–No sabemos. En el famoso caso de Inglaterra (del chiquito que fue asesinado por dos nenes) aparentemente los padres eran de familias “convencionales”. Relaciones de causalidad mecánica no hay que hacer. Es peligroso por el riesgo de condenar a todos los padres porque tienen ciertas características. No obstante, es lógico pensar que algún efecto puede tener en la subjetividad del chico el hecho de pertenecer a una familia que tiene a un arma como un escenario cotidiano. En la película Bowling for Columbine, un hombre de la milicia de Michigan afirma que “estar armado es una responsabilidad”, lo cual ya es una monstruosidad. Vivir en un escenario donde para alguien la utilización de armas es un indicador de responsabilidad es una situación extremadamente riesgosa. No digo que sea éste el caso de esta familia, pero habrá que ver si no existía el discurso familiar de “tu padre es responsable porque está armado”, como aparece en la película.
–¿Cómo se puede trabajar con este chico? ¿Se lo puede “recuperar”?
–Sí, por supuesto. Si su reacción no fue consecuencia de un cuadro psiquiátrico muy estructurado, el eje del tratamiento tiene que ser confrontarlo con su propia responsabilidad: él se tiene que hacer responsable de su acto. A partir de ahí, se debe desarrollar un tratamiento psicológico intensivo y profundo. No se puede pensar en una recuperación que no incluya el tratamiento psicopatológico. Eso es imposible. Me he confrontado con chicos que han cometido delitos gravísimos, y he observado que con un enfoque adecuado se los puede ayudar. Pero hay que hacer abordajes de distinto orden. Hay que analizar el contexto familiar y determinar en qué medida los padres pueden contribuir a acompañarlo y a contenerlo. De todas formas, se debe dejar enclaro que este es un caso muy pero muy extremo. Los casos así son una excepcionalidad. Este, probablemente, sea el único en la historia de nuestro país.