Mié 29.09.2004

EL PAíS  › UN ALUMNO MATO A TRES COMPAÑEROS E
HIRIO A OTROS CINCO EN CARMEN DE PATAGONES

Sangre después del saludo a la bandera

Entró al aula junto con sus compañeros. Empezó a disparar a mansalva con una pistola 9 milímetros de su padre, un suboficial de Prefectura. Y dejó de tirar cuando se trabó el siguiente cargador. Tiene 15 años, como los chicos que murieron. Crónica de un día trágico.

› Por Alejandra Dandan

Iba vestido como todos los días: pantalón negro, zapatillas y una remera negra, pero esta vez se había puesto un chaleco verde militar antes de entrar a la escuela. Escondida entre la ropa llevaba una pistola de su padre, un hombre de la Prefectura Naval. Era una 9 milímetros con tres cargadores, el arma que después de las 7.35 de la mañana coló el nombre de la Argentina en las tapas de la prensa del mundo y a Rafael como el autor de una masacre sin antecedentes en el país. A esa hora descargaba 13 tiros contra sus compañeros del primer año del polimodal B de la escuela Islas Malvinas de Carmen de Patagones, al sur de la provincia de Buenos Aires. La ráfaga de plomo ejecutó a tres de sus compañeros, dejó a otros cinco heridos, dos de ellos en gravísimo estado de salud. La Justicia lo detuvo, y lo declararía inimputable. Era un “pibe retraído” de 15 años, con problemas para vincularse con sus pares, dijeron en la escuela. Según los especialistas, además, poseía cierta instrucción para manejar armas. El presidente Néstor Kirchner declaró duelo nacional.
La escuela Malvinas Argentinas es la más prestigiosa de esta ciudad de 25 mil habitantes, y uno de los dos únicos colegios públicos con polimodal. Rafael era uno de los 29 alumnos del primer año B de la mañana, y uno de los 1900 que van a diario a la escuela. Ayer entró con el resto de sus compañeros poco después de las siete, izaron la bandera y se fue para el aula. Rafael se sentó allí, estuvo durante unos veinte minutos en el pupitre de todos los días, aquel que ayer secuestró la policía y donde alguna vez había dejado escrito: “Lo más sensato que podemos hacer los seres humanos es suicidarnos”, el mismo destino por el que optaron los protagonistas de la masacre de la escuela Columbine de Denver, ocurrida en 1999 en Estados Unidos.
En el aula no estaban el profesor ni el celador. Así como estaba, con el arma escondida en la ropa y un cuchillo de “supervivencia” del estilo Rambo, se levantó del asiento. Era entre las 7.30 y 7.53 de la mañana, según calculó el comisario Eduardo Diego, de la seccional de Carmen de Patagones.
“Primero se paró de frente al pizarrón y luego se dio vuelta con el arma en la mano para empezar a disparar en el aula”, detalló durante el día la jueza de menores Alicia Ramallo, a cargo del caso. Según los datos reunidos entre los investigadores por Página/12, Rafael no le “disparó a ningún compañero en especial”, tiró “a quemarropa contra la línea de chicos”, les apuntó “a la altura del pecho o del vientre” hasta acabar la primera serie de 13 balas del primero de los tres cargadores que llevó. Apenas lo vio uno de sus compañeros se sorprendió: “¿Qué hacés, loco?”, le dijo. Pero la locura ya había empezado: de las 13 balas disparadas, 11 dieron contra sus compañeros, convertidos en blancos móviles.
Inmediatamente la operación continuó: Rafael sacó el cargador, tuvo tiempo de colocar el otro y hasta de desplazar la primera bala hacia la recámara del arma. Una falla en el mecanismo de la pistola le impidió continuar con lo que de allí en más “se hubiese convertido en una masacre peor”, describió ante una consulta de este diario y todavía consternado Ricardo Curetti, el jefe de Gobierno de Carmen de Patagones.
Cuando falló la pistola, Rafael ya estaba fuera del aula, en el pasillo y camino al patio, donde amenazó con el arma a los que estaban en un rincón, indicó una fuente del caso. En ese instante, ya no había más tiros. Fue apenas un momento, pero bastó para que uno de sus compañeros se arrojara sobre él para sacarle el arma.
Durante el día, los relatos de los adolescentes de la escuela sirvieron para conocer detalles de los ocho minutos de fuego y de pánico en la escuela Islas Malvinas. Bien temprano, uno de los compañeros del aula vecina contó: “Escuchamos un montón de gritos, salimos del aula y vimos a tres chicas tiradas. Parece que había discutido ayer (por el lunes) con los chicos del grado y después disparó a quemarropa, le tiró a la pared y a los chicos (que) mientras tanto se escondieron a bajo de los bancos”. La ráfaga de fuego mató a tres de sus compañeros: Sandra Núñez, Evangelina Miranda y Federico Ponce. Todos tenían 15 años. El kiosquero de la escuela, la bibliotecaria y un grupo de profesores se encargaron en tanto de los que habían quedado heridos. Mientras la policía ya entraba a la escuela, los pusieron en el patio cubierto. Dos de los cinco fueron internados en un centro asistencial mientras que a los otros tres los llevaron hasta el hospital Artémides Zatti de la vecina ciudad de Viedma. Anoche seguían con pronóstico reservado, en terapia intensiva y con asistencia respiratoria mecánica. El caso más delicado es el de Rodrigo Torres, un chico de 15 años que recibió tres disparos en el tórax y otro en el abdomen, indicaron los médicos.
Cuando la policía llegó, Rafael estaba en la puerta de la escuela. En estado de shock y en silencio. “No habló ni en ese momento ni después, no dijo nada: solo lloriqueaba, como su padre”, le explicó anoche a este diario el comisario Diego, encargado de monitorear desde entonces la detención del adolescente y de comenzar con la investigación que quedó en manos de Alicia Ramallo, la jueza de menores de Bahía Blanca.
La policía se llevó de la casa de Rafael alguna de sus pertenencias, entre otras, una hoja donde había escrito “me gusta ver sangre”. Allí constataron parte de los comentarios de sus compañeros de escuela, encontraron música hard y se llevaron secuestrada una de sus supuestas últimas lecturas: una biografía sobre Marilyn Manson. Según el comisario Eduardo Diego, el arma con la que entró a la escuela era “una pistola de su padre”, un hombre de la Prefectura que vivía hasta hace unos diez años en la provincia de Misiones con su mujer y su hijo. Desde entonces, la familia está en Carmen de Patagones. Rafael hizo la primaria y la secundaria en la escuela de la masacre, la misma donde sus compañeros lo llamaban Junior, uno de sus sobrenombres. Para sus compañeros era alguien “retraído” pero “tranquilo”, y para la dirección, un chico “que nunca tuvo problemas”.
Adriana Goicochea es la directora de la escuela y ayer lo nombraba de esta manera: “Le costaba integrarse pero nunca tuvo actitudes violentas”. Otro de los profesores, el encargado de educación física, contó: “Nunca hubo un problema con él, siempre tuvo una excelente integración, buen comportamiento social, aplicación y afición a los deportes”. Rafael, dijo, “no tenía ninguna característica particular que lo hiciera susceptible de cargadas”. Es más, según su relato, como tiene buenas características como arquero “sus compañeros siempre lo elegían para jugar al fútbol”. Y no sólo ellos. Rafael además de estudiante, amante del hard e hijo de un prefecto vive en el barrio 99 Viviendas y es el arquero del club Jorge Newbery.
Durante la tarde, el ministro de Educación bonaerense, Mario Oporto, viajó a Carmen de Patagones. Se reunió con la directora de la escuela y con los docentes, que a partir de ahora comenzarán a trabajar con un equipo de psicólogos especial de la Provincia. Durante las reuniones, los profesores le fueron contando detalles más puntuales del autor de los disparos, pero se preocuparon especialmente por el día después: “Nuestro problema ahora es qué viene. Cómo sigue la historia, y cómo hacemos de aquí en más para entrar al salón o pasar por el aula que estuvo enchastrada por charcos de sangre”, contaron.
Mientras la escuela intenta repensar el día después, Rafael espera la evaluación de la jueza. Ayer a las 8.40 de la mañana quedó detenido en la comisaría de Carmen de Patagones, pero más tarde fue trasladado a Bahía Blanca, la ciudad que actúa como cabecera judicial. Está a disposición de la jueza Ramallo, del juzgado de menores 1, que ayer sostuvo que por su condición de menor de edad, el adolescente es “inimputable”.
Todo Carmen de Patagones anoche aún estaba consternada por la masacre de la escuela. Muchos caminaron hasta el Club Atenas de la ciudad donde los compañeros y familiares de los tres chicos muertos despedían sus restos. También estuvo el gobernador Felipe Solá. Allí, al dolor se sumada y climatenso. Varios fotógrafos fueron echados e incluso alguien sacó a relucir un arma para forzar la salida de los periodistas gráficos.
Más temprano, un chico se había acordado de algo. La frase que, dicen, pronunció Rafael cuando llegó a la escuela: “Hoy –dijo– va a ser un buen día”. Y entró.

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