Mar 05.10.2004

EL PAíS  › EL FMI ALIENTA A LOS ACREEDORES A NO RENDIRSE

Andá a cantarle a Gardel

› Por Maximiliano Montenegro

Uno de los capítulos centrales de la última asamblea anual del Fondo Monetario fue cómo resolver las “crisis de deuda” por venir –nadie duda de que las habrá, sin que los futuros países en default deban atravesar el purgatorio por el que todavía deambula Argentina. Ese tópico, que ocupó la agenda del llamado Comité Financiero del Fondo Monetario, confirma, el interés del G-7 porque el caso argentino no se transforme en una renegociación en la que un país sin mayor respaldo internacional y un discurso contestatario logra imponer de manera unilateral una inédita quita a sus acreedores. Semejante “leading case” dispararía consecuencias políticas insospechadas en otros deudores –desde Brasil hasta Turquía, pasando por México y Filipinas– y haría tambalear los pilares de la nueva arquitectura financiera internacional ideada por Washington.
Todas las fórmulas que se discuten por estos días para futuros procesos de reestructuración deudas soberanas apuntan a conseguir “acuerdos amigables” o “voluntarios” entre deudores y acreedores, para eludir la llamada vía judicial que, se supone, dejaría al país en cuestión al margen de la legalidad internacional, abrumado por embargos y barreras para continuar participando en el comercio y las finanzas mundiales. Vale recordar que los “países emergentes” han resignado en los últimos años la jurisdicción nacional al emitir bonos de deuda pública, en favor de tribunales de Nueva York (62% del total), Inglaterra (27%), Alemania (7%) y Japón (4%).
Sin embargo, el propio FMI está sorprendido de la relativa facilidad con que el gobierno argentino ha podido sortear las demandas judiciales que, se pronosticaba, lloverían cual meteoritos sobre tierra gaucha. “Es llamativa la calma con que los acreedores han encarado sus denuncias judiciales contra Argentina. Tal vez se sientan en cierto modo frustrados por la dificultad para hallar activos embargables. En los procesos abiertos en Nueva York, el largo tiempo gastado en contestar la información que Argentina debería proveer sobre la localización de sus activos comerciales, sólo dio por resultado información limitada para los acreedores”, dice uno de los documentos emitidos días atrás por el mencionado Comité Financiero. “De cualquier manera, está todavía por verse qué pasará cuando los acreedores se embarquen en una etapa de demandas judiciales más agresivas”, advierte el Fondo, como si alentara a los bonistas a no rendirse, a no resignarse a la “expropiación”.
Según el informe, “a pesar de la aparente dificultad para sostener demandas contra Argentina, 5 nuevas acciones de clase (N. de R.: demandas colectivas de diversos grupos de acreedores) han sido presentadas en la corte de Nueva York desde febrero de 2004, elevando el número de acciones de clase a 15”. No obstante, los burócratas del FMI reconocen que “sólo una de esas acciones de clase ha sido certificada hasta la fecha (un paso necesario para continuar con el proceso) y esa demanda parece estar frenada por mandato de los bonistas que deberían en el futuro ratificar la denuncia para recobrar la acción de clase”.
En otras palabras, por ahora, en los tribunales de Nueva York, que se anunciaba como el frente más temible, la administración Kirchner cava trincheras sin novedades.
Aun así, el documento del FMI insiste con el fantasma de los juicios contra el Estado argentino, en teoría el único elemento de presión concreto con que contarían los acreedores. Dice que en una de las más recientes demandas judiciales, denominada “Lavaggi class action”, aparece “un nuevo concepto legal” para litigar contra Argentina. Este grupo de acreedores denunció al Estado argentino por “enriquecimiento injustificado”, alegando que Argentina utilizó recursos disponibles para los bonistas para “otros propósitos”. Dicha demanda por “daños y perjuicios” perseguiría el pago de 100 mil millones de dólares. “Un reclamo por daños y perjuicios aplicado a un caso de default de deuda soberana es un ejemplo de hasta dónde puede llegar la agresividad de losacreedores a la hora de subir la apuesta”, analiza el Fondo, un organismo que perdió hace tiempo el sentido del ridículo.

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