EL PAíS
› LA ARGENTINA PRESIDIRA EN ENERO DEL 2005 EL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA ONU
Un sillón que da envidia
Una tensa situación se ha generado ante el empellón de Brasil por ocupar un curul permanente en el organismo, tras una futura reforma. La Argentina se opone. Cuáles son los motivos. Las últimas maniobras diplomáticas. La convivencia de dos socios estratégicos que difieren en un asunto central.
› Por Sergio Moreno
La Argentina presidirá el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en enero del 2005 y repetirá en dicho cargo 15 meses después, en abril del 2006. Aún no se ha hecho el anuncio público, pero el país ya consiguió los endosos (apoyos) de los países necesarios para presidirlo. Nuestro país estará sentado a la mesa del organismo más sensible del concierto de las naciones como miembro no permanente en momentos en que Brasil, principal socio comercial, aceleró su avanzada por conseguir un sitio permanente en el órgano de marras. La Argentina no sólo no apoya tal anhelo, sino que tiene un criterio totalmente opuesto al del “parceiro”, lo que prenuncia algunos chisporroteos entre ambos.
“Podemos diferir en este asunto y seguir siendo socios estratégicos en otros”, sostienen en el piso 13º de la Cancillería. “Con Brasil debemos tener una amistad espinosa: siempre en tensión, de lo contrario nos aplastaría por peso específico”, especula un alto funcionario del Gobierno nacional.
El Consejo
El Consejo de Seguridad de la ONU es un órgano donde los países miembro someten sus controversias a los efectos de evitar guerras y enfrentamientos armados. Como muestran los hechos, su eficacia es más que cuestionable. El cuerpo está compuesto por cinco miembros permanentes –los vencedores de la Segunda Guerra Mundial (Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña y Francia) más China, todas potencias nucleares– y diez miembros no permanentes, elegidos por la Asamblea General para un período de dos años.
Tras la crisis desatada en la organización a partir de la medida unilateral norteamericana de invadir Irak al margen del derecho y consenso internacionales, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, convocó a un grupo de denominados “hombres sabios” (wise men, en inglés) para reformular y democratizar las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad. Algunos de los mencionados “hombres sabios” son el ex primer ministro ruso Yevgeni Primakov, el egipcio Amr Musa, el titular del BID, Enrique Iglesias; y el ex consejero de seguridad nacional de los EE.UU. durante la presidencia de George Bush padre, Brent Scowcroft.
Amén de los malfuncionamientos de la ONU y el Consejo, hay países que vienen invocando supuestos derechos para obtener un sillón permanente en el organismo de seguridad. Tal es el caso de los vencidos en la Segunda Guerra, Alemania y Japón. Su principal argumento es su peso económico en el mundo y sus aportes a la ONU (Tokio tributa el 19 por ciento del presupuesto del organismo y Berlín, cerca del 9 por ciento). En las últimas semanas, Alemania consiguió el apoyo de Francia y, curiosamente, de Gran Bretaña.
En este marco se conformó un grupo de cuatro países cuyo interés es este mismo: ingresar como miembro permanente al Consejo. El G-4 está formado por Alemania, Japón, la India y Brasil. Este grupo ha salido a buscar apoyos para conseguir sus deseos.
Pero nada es fácil en esta vida y a cada país que quiere sentarse permanentemente en el Consejo se le opone otro (u otros) que considera(n) que no debe hacerlo. Tal es la situación de Italia respecto de Alemania, de Pakistán respecto de la India, de China respecto de Japón, de Egipto en relación con las también anhelantes Sudáfrica y Nigeria y, finalmente, de la Argentina en relación con Brasil.
Todo por el curul
Las diferencias que separan a la diplomacia argentina de la de Itamaraty (cancillería brasileña) en este asunto son conceptuales. Brasil –cuya fórmula para buscar apoyos es que los países reconozcan su “legítimo derecho histórico” a una banca permanente en el Consejo– aboga por la figura de “representatividad”. Bajo este criterio, Brasil obtendría un curul permanente en el Consejo como “representante” de Sudamérica. A ese criterio se opone la Argentina, que propone el de “democraticidad”, esto es, que sea la región la que tenga una banca permanente y que el miembro que la ocupe sea votado por los países integrantes del área de marras, en este caso Sudamérica.
Ambos criterios son excluyentes y no hay punto de acuerdo al respecto.
Paralelamente a tales labores y preocupaciones, la Argentina forma parte de un “grupo de reflexión” sobre estos menesteres denominado informalmente “Coffee Club”. El festivo nombre involucra, además de nuestro país, a España, Italia, Canadá, Egipto y Tailandia, entre otros, y fijó posición con respecto al Consejo.
A partir de la febril actividad del G-4, el Coffee Club decidió, la semana pasada, en Nueva York, aumentar la suya. En un almuerzo que mantuvieron cancilleres de los países mencionados, entre ellos el argentino Rafael Bielsa y organizada por el italiano Franco Frattini, coincidieron en 5 puntos, a saber:
- Mantenerse en la discusión sobre el futuro de las reformas en la ONU y, particularmente, del Consejo de Seguridad.
- Apoyar el criterio de “democraticidad” que sostiene la Argentina.
- Apoyar el criterio de regionalismo.
- Propiciar que las reformas sean por consenso y no por imposición de las potencias.
- Elaborar un documento unificado fijando la posición del Coffee Club, actualmente en proceso de elaboración.
No es difícil entender cuán opuestas son las propuestas de la Argentina y Brasil en la materia.
“Nosotros no queremos que Brasil sea miembro permanente del Consejo para ocupar ese lugar; queremos que haya un representante por la región y que sea rotativo, electo por los países de área”, aclaró una altísima fuente oficial a Página/12.
El matrimonio
¿Cómo pueden dos socios estratégicos sobrellevar estas diferencias? Brasil toma el asunto como una cuestión de honor nacional; fue excluido del Consejo cuando se formó la ONU, tras la guerra mundial en la que Brasil combatió del lado de los aliados; el recuerdo de las playas de Anzio sembrada de jóvenes cuerpos de soldados brasileños lejos está de esfumarse.
Según un informe publicado el 15 de septiembre en la revista Veja, Brasilia comprometió 403 millones de dólares en ayuda a países africanos y a Paraguay para obtener a cambio apoyo para su sueño del curul propio. Además, según el mismo informe, el país debe a la ONU 250 millones de dólares que debería saldar en caso de que dicho anhelo se concretase.
“La vida sigue igual”, dice un importante funcionario del gobierno argentino. “Podemos convivir con nuestros desencuentros y seguir adelante con la integración”, dijo otro de sus pares.
Como ejemplo, Bielsa fue invitado por el canciller brasileño Celso Amorim a compartir un almuerzo el próximo sábado junto a sus pares de Uruguay y Paraguay, para plantear la nueva estrategia a vista del fracaso de la firma de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.
La historia continuará.
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