Lun 11.10.2004

EL PAíS  › ESCRITO & LEÍDO

Rediscutir el pasado

› Por José Natanson

El relato convencional sostiene que la Argentina nació el 25 de mayo de 1810, cuando un levantamiento inspirado en la Revolución Francesa puso fin al yugo colonial y dibujó las bases de un nuevo país. Para Alejandro Horowicz, las cosas sucedieron de un modo muy distinto. El país que estalló. Antecedentes para una historia argentina (1806-1820) (Editorial Sudamericana) es un intento por reinterpretar de modo radical la prehistoria nacional bajo una tesis que –según el autor– plantea un ángulo nuevo que dice bastante sobre la Argentina de hoy.
“La historia hasta ahora no sólo falsifica el pasado e impide entender el presente, sino que traba el porvenir”, explica Horowicz en la introducción. Y propone algunas ideas.
En principio, el sociólogo sostiene que el relato histórico convencional ubica en la Revolución de Mayo el nacimiento de la Argentina como país. Para él, en cambio, el orden colonial no comenzó a caer ese día sino cuatro años, cuando las Invasiones Inglesas inauguraron las primeras milicias, los Patricios, que más tarde se convertirían en el respaldo armado de los criollos y en la clave de la lucha por la independencia.
La segunda afirmación –que según Horowicz rompe con la versión de los manuales– es que la Revolución de Mayo no fue una revolución. “No se trata de una junta que se levanta contra un poder realmente existente, de un contrapoder, sino de una surgida para evitar el vacío. No se trata siquiera de una rebelión comunera, sino de la desintegración de una estructura supranacional, la monarquía borbónica, que en su agotamiento requiere, impone, imprime nuevos términos políticos”, sostiene Horowicz. Y agrega que los episodios de mayo tuvieron poco que ver con la Revolución Francesa: el “raquitismo” de la burguesía local –argumenta– le impidió concretar una revolución democrática al estilo de la de 1789.
Una vez aclarados estos puntos, Horowicz proclama la decisión de reescribir algunos episodios de la historia nacional desde otra perspectiva. Su tesis fundamental es que el estallido de 1806-1820 generó una guerra civil y desató fuerzas centrífugas imposibles de controlar, creando un vacío que fue ocupado por una clase nueva, que nació de las entrañas del caos poscolonial y se articuló en función del comercio internacional dominado por Inglaterra: los ganaderos bonaerenses y el capitalismo agrario de base pampeana.
Para Horowicz, se puede hablar de un nuevo país –más tarde llamado Argentina– recién cuando “esa clase no sólo se apropia de las mejores tierras de la pampa húmeda y, mediante el trazado ferroviario y la federalización de Buenos Aires, dibuja el mapa definitivo de un nuevo mercado interno”. Fue un largo proceso de consolidación, que comenzó en el período 1806-1820 y que se coronaría 70 años después, en 1880, cuando se definirían los contornos de una nación que se parece bastante a la actual.
La Argentina que estalló, última publicación del autor de Los cuatro peronismos, tiene varias ventajas. La primera es estilística. Se agradece la prosa sencilla, alejada de los párrafos eternos que caracterizan los “textos serios”, y despoblada de modismos académicos. A diferencia de muchos de sus colegas, Horowicz no le teme al punto y aparte.
Pero lo central no es el tono sino la voluntad de rediscutir el pasado. A diferencia de los libros que se proponen, a veces livianamente, develar la “trama oculta” de la historia, Horowicz no aporta datos nuevos ni descubre documentos enterrados. Hace, en cambio, algo más valioso: relee lo escrito, retoma las fuentes públicas y se basa en testimonios y episodios conocidos para, a partir de ahí, reinterpretar la historia.

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