EL PAíS
› LA HUELGA DE HAMBRE DE CASTELLS
Alimentación forzada
Las autoridades del Hospital Perrando de Resistencia, donde Raúl Castells se encuentra internado en huelga de hambre, aseguraron ayer que en poco tiempo podrían someter al dirigente piquetero a un régimen de “alimentación forzada”. Mientras, Castells insiste en sostener el ayuno, que ya lleva 34 días, y ayer se volvió a definir como un “rehén” del gobierno.
La directora del hospital, Raquel Inés Crudo, no descartó la posibilidad de alimentar a Castells por la fuerza. “Se haría en el marco de una medida de protección de persona en base a una evaluación integral de las condiciones de salud”, explicó Crudo. Y agregó que mañana comenzarán a realizarse una serie de estudios médicos ordenados por la Justicia para “evaluar los riesgos que podría traer el prolongado ayuno que lleva adelante Castells”. El parte médico difundido ayer señala que Castells “se mantiene lúcido, con frecuencia cardíaca normal” y agrega que “continúa manifestando que padece debilidad y dolores musculares”.
Ayer, Castells formuló declaraciones desde su cama en el hospital. “Los abogados y la gente del Chaco tienen el convencimiento de que voy a quedar libre porque esta situación resulta tan burda y ridícula que no tiene sustento dentro del derecho”, explicó el líder piquetero, que el viernes pasado había ofrecido su versión ante la Cámara de los acontecimientos que determinaron su detención.
El 16 de julio pasado, Castells ingresó con un grupo de militantes piqueteros del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados al casino Gala, en Resistencia, para pedir comida. El episodio motivó que la Justicia lo acusara de “extorsión” y ordenara su detención, a lo que Castells respondió iniciando una huelga de hambre que perjudicó notablemente su salud. Ayer, tras ofrecer su relato ante los camaristas, el líder piquetero comenzó a ingerir líquidos.
Cuando ayer le preguntaron qué ocurrirá si el tribunal ordena que continúe su detención, Castells aseguró que se siente prisionero del Gobierno. “A los 50 años de edad, no me voy a quedar acá como rehén del Gobierno y regalarles una de las dos décadas que me quedan. Esto que hace el poder no es más que repetir lo que han hecho las clases dominantes a lo largo de décadas de la historia argentina”, concluyó.