EL PAíS
› MILITARES Y POLICIAS EN EL SIGLO XXI
W mirando al sur
Con la reelección de Bush el Comando Sur fijará la política hacia América Latina. Su jefe, general James T. Hill, la debatió con el columnista de Página/12, presidente del CELS y directivo de Human Rights Watch/Americas, Horacio Verbitsky. También participó el viceministro del Pentágono, Roger Pardo Maurer. Narcotráfico, delito común, terrorismo y populismo, como racionalización para el control social de una región clave mediante policías y militares. A medianoche se emite por televisión.
› Por Horacio Verbitsky
La reelección de Bush ratifica el rol central del Comando Sur en la fijación y aplicación de la política hacia América Latina. En su libro The Mission. Waging War and Keeping Peace with America’s Military la periodista del Washington Post Dana Priest describe cómo en la última década el establishment militar de su país desplazó a la Secretaría de Estado en la formulación y ejecución de la política exterior estadounidense. Esto se hizo evidente en forma dramática a partir del 11 de setiembre de 2001, cuando el ministro de Defensa Donald Rumsfeld subordinó en la toma de decisiones al canciller Colin L. Powell. Según Priest, los jefes de los Comandos Sur, Europa, Central y del Pacífico reinan como procónsules. No sólo fijan la política sino que además disponen de los recursos materiales para aplicarla, mientras la cancillería languidece.
Con 1100 personas, el Comando Sur supera la cantidad de especialistas en América Latina de las Secretarías de Estado, de Defensa, de Agricultura, de Comercio y del Tesoro sumadas, afirma Priest. Powell visitó tres veces la región en cuatro años, el jefe del Comando Sur vino 84 veces en dos años. Su objetivo es el control social de los países americanos policializando el conflicto social, militarizando a la policía y volcando a las Fuerzas Armadas fronteras adentro de cada país. Tuve la oportunidad de impugnar esa política y advertir sobre sus riesgos ante el jefe del Comando Sur, general Charles T. Hill, y el viceministro del Pentágono para América Latina y el Caribe, Roger Pardo Maurer. Participaron también el periodista y escritor venezolano Alberto Garrido, autor de cinco libros sobre Hugo Chávez, y Joy Olson, directora de la ONG WOLA (Oficina de Washington para América Latina). El debate ocurrió en Miami hace tres semanas y se transmitirá esta medianoche en la televisión argentina y en otros diecisiete países, en el programa Oppenheimer presenta. Los resultados de la elección del martes redoblan su interés.
El debate
General James T. Hill Latinoamérica es la región menos militarizada del mundo aunque la más violenta. Las amenazas que los países latinoamericanos enfrentan hoy no son las mismas que en el siglo XX. A los líderes militares y civiles les sugiero que observen con honestidad qué necesitan sus fuerzas de seguridad, militares y policiales, para el siglo XXI: qué tipo y número de fuerzas, con qué estructuras, cuánto pueden permitirse gastar y cuánto no, y cuáles son sus roles. Este diálogo acerca de lo que las Fuerzas Armadas hacen en apoyo de la democracia era imposible hace 25 años porque las Fuerzas Armadas no apoyaban a la democracia y en muchos casos estaban en el gobierno. No quiero volver a ver eso. El Comando Sur ha jugado un rol importante para que estemos donde estamos ahora. En ningún lugar de Latinoamérica algún ejército está amagando invadir otro país. Los que más cerca llegaron fueron Chile y Argentina y hoy son un modelo. Comparten en forma transparente sus presupuestos de defensa, y en Chipre hay un pelotón chileno dentro del batallón argentino en misión de mantenimiento de la paz. Depende de cada nación decidir en forma soberana lo que quiere que hagan sus fuerzas de seguridad. Lo que yo sugiero es que los países no pueden mantener Fuerzas Armadas y de seguridad del tamaño que necesitan. Deben elegir qué clase de fuerzas de seguridad quieren, cómo lograrlo, cómo organizarlas, pagarlas, entrenarlas y dirigirlas.
Andrés Oppenheimer Siete ministros de Defensa sudamericanos se reunieron en el mes de septiembre y dijeron que el Comando Sur los quiere empujar a hacer labores policíacas. El ministro de Defensa argentino José Pampuro dijo: “La visión de Estados Unidos es que los militares latinoamericanos hagan labores de policía o de control interno. Nuestra visión es diametralmente opuesta”.
J.T.H. Soy consciente de la pesada mochila que se carga cuando se discute sobre las Fuerzas Armadas en la Argentina. Es una discusión muy difícil, pero es necesario darla. Nunca presioné. Sólo sugerí que en una democracia es legítimo que dirigentes civiles y militares discutan sobre el rol adecuado de las Fuerzas Armadas y de seguridad en apoyo de la democracia. Y corresponde a cada país resolverlo, porque cada país puede tener una manera distinta de verlo. Es cierto que en el Comando Sur hay más gente dedicada a la región que en todo el resto del gobierno. Pero el Comando Sur apoya la política del gobierno, que establecen en Washington el presidente, el secretario de Estado y el secretario de Defensa. Yo sigo sus directivas.
A.O. ¿Hay una intención de andinizar el Plan Colombia, de extenderlo a Ecuador, a Perú, a otros países de la región?
J.T.H. Trabajamos con todos los vecinos de Colombia para apoyarlos, a cada uno en su territorio, contra las amenazas que enfrentan, ya emanen del interior o de la irrupción en esos países de las FARC o de otros grupos ilegales armados.
A.O. Horacio Verbitsky, ¿lo convenció el general Hill?
Horacio Verbitsky Me convenció de que hay un proyecto de volver a utilizar a los militares latinoamericanos como instrumento de control social, sobre una región que según declaraciones del propio general Hill ante el Congreso de su país, provee un tercio del petróleo que importa Estados Unidos, es decir más que todos los países del Medio Oriente juntos; implica un intercambio comercial equivalente al que Estados Unidos tiene con toda Europa y para dentro de pocos años, en 2010, superará al que Estados Unidos tendrá con Europa y Japón juntos. El año pasado Estados Unidos vendió a los países del Mercosur más que a China y la India juntos. Este es el contexto básico para entender de qué estamos hablando. El Comando Sur está agitando en América Latina una nueva amenaza: los demagogos populistas. En una audiencia legislativa, Hill ha llegado areferirse críticamente a los presidentes Lula y Kirchner por el Consenso de Buenos Aires de 2003. Se agita el fantasma del populismo radical en América Latina y se trata de confundirlo con el terrorismo, el narcotráfico, la criminalidad organizada, el lavado de dinero, las pandillas urbanas. Es decir una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos frente a la cual se trata de profundizar el nexo con los militares al margen de los gobiernos y de las instituciones políticas del sistema interamericano como la OEA. En este momento hay un conflicto muy serio sobre las reformas a la Junta Interamericana de Defensa. Estados Unidos está proponiendo que la JID no dependa del control político de la OEA. En la última década se firmaron convenciones que crearon organismos controlados políticamente por los gobiernos y por la OEA, que se encargan de combatir el terrorismo, el tráfico de estupefacientes, el tráfico de armas. Estados Unidos está intentando que esas competencias pasen de los organismos de la OEA a la JID, lo cual implica un vaciamiento de la OEA. Como los países del Cono Sur se oponen, Estados Unidos ha hecho saber que si la reforma de la JID no se produce en los términos en que la seguridad de los Estados Unidos reclama van a dejar de financiarla.
Alberto Garrido Hay una veloz lógica de confrontación y una escalada de militarización. El plan Colombia no le ha dado resultados satisfactorios al Comando Sur y al gobierno colombiano. El subsecretario de Estado Roger Noriega reconoció ante el Congreso que el 90 por ciento de la cocaína que sigue entrando a Estados Unidos es de procedencia colombiana, que también hay un porcentaje importante de heroína y 30.000 irregulares en armas. El Comando Sur exige la intervención en ese conflicto armado de los ejércitos de los países vecinos.
A.O. Verbitsky decía que Estados Unidos presiona a los militares con la idea de populismos radicales para que asuman labores de seguridad interna.
A.G. Esa idea se integra a la lógica de la confrontación porque surge un proyecto distinto con eje en Venezuela, la revolución bolivariana.
Roger Pardo Maurer Eso es absurdo. Yo soy el funcionario civil de Defensa de más alto rango para América Latina y el Caribe. Por eso pueden conocer en forma directa la política de los Estados Unidos y no las ideas fantasmagóricas o paranoides, francamente falsas, sobre ella. Por ejemplo, la cita del ministro Pampuro. Eso no lo dijo él. A mí me llamaron del ministerio de Defensa de la Argentina para quejarse del artículo. Lo escribió una reportera irresponsable, que sin saber el tema reportó palabras totalmente fuera de contexto y que no eran lo que dijo Pampuro. Los gobiernos en Latinoamérica saben que no estamos presionando. Nuestro mensaje ha sido muy claro: cada país tiene el deber y el derecho de determinar soberanamente cuáles son las tareas específicas de las Fuerzas Armadas y de la policía. Horacio mencionó el tipo de amenazas que enfrentamos hoy día pero parece que no le resultan muy importantes. Para nosotros en Estados Unidos la criminalidad organizada, el tráfico de drogas, el tráfico de personas, el tráfico de armas ilegales, el terrorismo son una preocupación muy grande. Como son problemas transnacionales, requieren cooperación entre los países y entre las agencias en los países. Las aduanas, la policía, los ministerios de Hacienda y Finanzas y las Fuerzas Armadas tienen que ocuparse de esos problemas. Ese es el tipo de cooperación que estamos buscando: cómo esclarecer los papeles y fortalecer la cooperación entre ellos. El Plan Colombia es un plan integral de apoyo a la democracia, la seguridad y el desarrollo, que son inseparables. El general Hill y yo representamos al Departamento de Defensa. Es lógico que nuestro enfoque sea la seguridad. Pero si estuviera aquí mi colega del Departamento de Estado, el señor Noriega, le hablaría de un contexto más amplio. Si estuviera mi colega de la AID, le hablaría de los programas de cooperación en obra humanitaria. Entiendo la perspectiva argentina explicada por Verbitsky, entiendo la perspectiva venezolana. Cada país tiene que decidir. Son 32 países, cada uno con su historia, sus preocupaciones, sus prioridades y sus retos. La respuesta adecuada para la Argentina no lo es para Colombia, Grenada o Canadá. Y por eso debemos lograr un marco conceptual para trabajar en forma racional con todos los países de la región, porque estos problemas no se pueden resolver de a un país por vez. Los países deben trabajar juntos para resolverlos. A Colombia hay que verla como un caso especial y se deben hacer cosas que no vienen al caso para otros países. Pero lo que amenaza hoy a Colombia puede amenazar mañana a otro país, porque la naturaleza del narcotráfico es que se mueve de país en país.
H.V. Quiero preguntarle a Roger Pardo y al general Hill qué está haciendo el Ejército de Estados Unidos dentro de Estados Unidos frente al problema de las pandillas juveniles; qué está haciendo el Ejército de Estados Unidos en su propio país frente al consumo de sustancias narcóticas en el mayor mercado del mundo.
A.O. Buena pregunta.
R.P.M. Pero tendenciosa. En Estados Unidos tenemos un sistema legal muy establecido, en el cual hay tareas explícitas para las Fuerzas Armadas, muy definidas para la policía, muy esclarecidas, con sistemas de mando, de control, de responsabilidad política. El Ejército no tiene una misión urbana. En muchos países de Latinoamérica existe una confusión total. Nadie sabe cuál es el papel del juez, el de la policía, el de las Fuerzas Armadas. Ese es el problema fundamental. La confusión los hace vulnerables a la delincuencia común y el narcoterrorismo de mayor escala.
H.V. En muchos países de América Latina, después de las dictaduras, lejos de haber confusión hay creciente claridad sobre estos temas. Y nosotros queremos hacer como hacen ustedes: que el Ejército se ocupe de las amenazas externas, que la policía se ocupe de hacer cumplir la ley, que los jueces impartan justicia, que el Congreso legisle, que el Poder Ejecutivo fije la política. La confusión no surge de nuestros países que están haciendo esfuerzos muy valiosos para discriminar esas funciones y constituirse en democracias maduras y sólidas, donde cada uno tenga una función diferenciada. Lo que confunde es la presión del Comando Sur para que nuestros militares participen en tareas de seguridad interior y el entrenamiento que están brindando militares norteamericanos a policías de América Latina. El Centro de Estudios Hemisféricos de la Defensa fue creado en 1996 por los ministros de Defensa para entrenar a los civiles en cuestiones de Defensa, pero ahora está entrenando a policías. Su directora era una economista y fue reemplazada por un coronel de inteligencia del Ejército de Estados Unidos, que antes estuvo en la Escuela de las Américas.
R.P.M. Ni en Estados Unidos ni en América Latina hay dudas de que las Fuerzas Armadas deben responder al poder civil y que la democracia es el contexto apropiado para eso. Digo que hay confusión no en lo teórico sino en lo real. Sistemas de justicia que no brindan justicia, sistemas policiales que son mayor amenaza a la ciudadanía que los criminales. Hay que ver cómo se pueden resolver estas debilidades institucionales para proveer seguridad real a los ciudadanos. Ese es el esfuerzo de la cooperación de los Estados Unidos, que no es sólo militar, sino también con otras agencias, las policías, los sistemas judiciales.
A.O. Hablamos de la presunta responsabilidad de Estados Unidos en fortalecer indebidamente a los militares. Pero en Venezuela Chávez se viste de militar, el gobierno está lleno de militares, durante el referendo llevaban votantes en camiones militares, hay una politización total de las Fuerzas Armadas. ¿No hay un peligro mayor de militarización por el lado bolivariano que de Estados Unidos?
A.G. Por supuesto. La militarización no ha venido sola. No sólo hay un régimen de tutela militar. También tenemos una Doctrina de la Seguridad Nacional desde la izquierda. Varias veces salieron tanques a las calles a reprimir. Volvemos a un viejo diálogo de sordos. Tenemos que buscar mecanismos institucionales y hay una institución indicada que es la OEA que está haciendo agua, y la salida no puede ser la escalada bélica.
A.O. Verbitsky dijo que se estaba resquebrajando un mecanismo importante. Usted no respondió.
R.P.M. No puedo responder porque la descripción que dio Horacio de la posición de Estados Unidos respecto de la JID es irreconocible para mí.
H.V. Será porque no ha visto los documentos de las últimas reuniones. Yo sí los he visto. Por la jerarquía que tiene estoy seguro de que ya los va a ver.
R.P.M. Como subsecretario a cargo de la política le puedo decir que no hay tal.
H.V. Tal vez acá también la están decidiendo los militares y no le han informado.
R.P.M. Esa es una broma de muy mal gusto, porque si hay un principio absolutamente establecido en los Estados Unidos es el de la subordinación del rol uniformado a los civiles, y ese tipo de relación institucional es la que queremos fortalecer en América Latina.
Joy Wolson El Comando Sur está promoviendo roles no tradicionales para las Fuerzas Armadas de América Latina, primero respecto del narcotráfico, ahora borroneando la línea entre asuntos militares y policiales. Hasta usamos las fuerzas militares especiales para entrenar policías civiles en América Latina. En el último año el Comando Sur ha hablado mucho de las pandillas en América Central, lo cual quiere decir que se reserva un papel. Estoy de acuerdo en que es un problema muy serio, pero es un problema social. En los Estados Unidos tenemos divisiones legales bien claras entre roles militares y policiales. Las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos no deben promover en otros países roles que son ilegales aquí. De las necesarias reformas policiales deben ocuparse instituciones civiles, no las Fuerzas Armadas. Los Estados Unidos deben dedicar más tiempo y dinero a reforzar esas instituciones civiles, a invertir mucho más en desarrollo rural, en instituciones jurídicas, en sistemas de salud y programas para niños, no a ampliar los Ejércitos o fortalecer las policías.
J.T.H. Tengo enorme respeto por la soberanía de los demás. No interferimos. Sólo sugerimos algunas cosas. Uno de los panelistas habló de lo importante que la región es para Estados Unidos. Muy cierto. Tenemos gran interés en asegurar que la democracia florezca en América Latina. En el mapa actual de Latinoamérica todos los países salvo Cuba son democracias. No siempre fue así. Si no trabajamos todos juntos, podemos volver atrás. Estoy de acuerdo en que no hay solución puramente militar para ningún problema de América Latina porque la mayor amenaza es la pobreza, y de ella se derivan la corrupción, la violencia y la frustración. Ello incrementa el narcotráfico, las actividades ilegales y las pandillas. Lo que sugiero es que las fuerzas de seguridad deben responder a las amenazas reales: tráfico de personas y de drogas, desasosiego en la población cuyas legítimas expectativas no han sido satisfechas. Si usted tiene unas Fuerzas Armadas de 100.000 hombres y sólo 15.000 policías pero la mayor amenaza es el crimen urbano, ¿necesita 100.000 militares o 75.000 policías? Como no puede mantener a ambos yo sugiero tomar algunos de esos militares y reentrenarlos para ser policías. Si la clave es la pobreza, como yo creo, los gobiernos no pueden continuar teniendo las Fuerzas Armadas y la policía actuales. Necesitan más policía.
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