EL PAíS
› LA COMUNICACION, PROBLEMA CRONICO DEL GOBIERNO
Heredarás tu propio ruido
› Por Mario Wainfeld
Cuando todavía no se ha develado el arcano de las megainversiones chinas, el Gobierno se ve envuelto en otro desaguisado comunicacional. Ahora se trata de un supuesto “paquete social” anunciado ayer por dos diarios, que el oficialismo salió en malón a desmentir (ver nota central). Ya se hablará de las medidas en danza con algún detalle, pero vale adelantar la conclusión de esta columna: la sucesión de anuncios fastuosos y desmentidas ulteriores no tributan al azar ni a malicias ajenas al oficialismo. Revelan un problema crónico del Gobierno, sus severas dificultades para manejar la comunicación política. Son los funcionarios los que instalan con cierta desaprensión y ostensible falta de coordinación los temas de agenda pública que luego ellos mismos desmienten o desinflan. En la Rosada y zonas aledañas reconocían ayer a la tarde (sí que en voz baja y pidiendo reserva de identidad) que así ocurrió con el sonado “paquete social”.
Repasemos cómo venía y cómo vendrá el citado paquete. Constaba de:
a) un aumento en las asignaciones familiares,
b) el pago (por esta sola vez) de un aguinaldo completo (por decir bien “un doble medio aguinaldo”) a fin de año a los jubilados y quizás a los empleados estatales.
c) una suerte de aguinaldo o bonificación de fin de año, fuera cual fuere su denominación, a los beneficiarios del Plan Jefas y Jefes de Hogar.
d) con mucha menos inminencia, se viene mentando un aumento salarial, por decreto, a los trabajadores privados.
Ayer el oficialismo negó que fuera a implementar todas y cada una de ellas. Lo hizo con algunas contradicciones. Las más patentes se refieren a las asignaciones familiares. El titular de la Anses, Sergio Massa, negó que su repartición tuviera a estudio su aumento, siendo que “nosotros somos los que las pagamos”. Sin embargo, fuentes muy cercanas al ministro de Economía reconocían que la medida se estudia, que Roberto Lavagna la considera viable medida en términos de caja. Y en la Rosada, funcionarios muy cercanos al despacho y al corazón presidenciales, rememoran que Néstor Kirchner prometió ese incremento a la conducción de la CGT y aseguran que honrará esa promesa. Visto desde afuera, puede augurarse que el aumento está mucho más cerca de plasmarse que de archivarse.
El pago del doble medio aguinaldo a los pasivos fue negado por todos los funcionarios que se agolparon para hablar, que fueron muchos. Este diario dialogó con fuentes irreprochables de Jefatura de Gabinete y Economía, que coincidieron en que un pago de ese jaez desfondaría las cajas y hasta podría generar un derecho adquirido para los jubilados. La negativa es potente pero igual cabe agregar una nota al pie. La medida sí se analizó en Gobierno y más de un funcionario la venía anticipando como posible. Recién ayer se unificó el discurso. ¿Para siempre?
La bonificación a los JJDH también suena como inviable. Tiene más detractores que abanderados en un gobierno que suele permitir que su inquina a los dirigentes piqueteros derive en excesivos pruritos a la hora de aumentar la protección de los desocupados. El oficialismo está dividido pero muchos pareceres de peso (Roberto Lavagna, Alberto Fernández para empezar) mocionan en contra.
En cuanto al aumento de salarios a trabajadores del sector privado da la traza de no estar en la agenda previa al verano. Lavagna instaló el tema en el coloquio de IDEA diciendo que, si los empresarios no se ponen las pilas (o no se ponen tout court), el Gobierno podría ordenarlo por decreto. Carlos Tomada piensa igual y también lo deslizó en oídos empresariales. También coinciden en postular que lo deseable es que el incremento lo resuelvan los privados y que la intervención estatal sería un remedio sustituto a la inacción de las patronales.
Ahí termina la sintonía entre el titular de Economía y el de Trabajo. Lavagna predicó en Mar del Plata que los aumentos deben estar asociados a la productividad. Tomada piensa que, además, para su fijación debe tomarse en cuenta el poder adquisitivo de los sueldos, algo que tiene su tangencia con los recientes reclamos de la CGT y la CTA. Más allá de esa diferencia, la coherencia de la posición oficial presupone que se dará un tiempo a las empresas para tomar sus decisiones.
El Gobierno niega que exista el paquete social y tiene su parte de razón, como ya se dijo. Pero vale repetir que la especie que niega o minimiza surgió de sus entrañas, tal como ocurrió con lo de China. En ambos casos, que tienen sus diferencias, a esta altura es difícil concluir qué hay de cierto y qué de desechable.
Aunque el Agora lo obsesiona, el Gobierno tropieza en cada una de sus veredas, se mete goles en contra jugando solo. No es el suyo un problema técnico sino político, aunque sea tentador pensar lo contrario. La ductilidad de “los Fernández” lo sacó por un rato del paso pero luego se le hizo bumerán. Ningún portavoz resiste indemne, perpetuo, ante una sociedad desconfiada y un sistema mediático politizado. Tras el mutis del jefe de Gabinete y el ministro del Interior, con cierta ligereza se pensó en la Rosada derivar con provecho de la hiperpresencia al silencio, lo que fue otro error. Carente de una voz que lo identifique, con voceros ministeriales varios hablando en estereofónico, sin unificar el discurso, el Gobierno emite más ruido que información.
Como decía Bugs Bunny, “eso es todo, amigos”. O, como diría el simpático conejo si fuera informador en la Argentina, “eso es todo, hasta las próximas noticias o las próximas desmentidas”.