EL PAíS
Los obreros de Zanon harán una carpa en Plaza de Mayo
Con un pedido de desalojo del gobernador Sobisch que fue avalado por la Justicia de Neuquén, los obreros de Zanon difundirán su situación en Plaza de Mayo.
› Por Adriana Meyer
Desde Neuquén
Mientras sigue en pie la amenaza del desalojo pedido por el gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch, y ya ordenado por la Justicia, los obreros ceramistas de Zanon se preparan para acampar en Plaza de Mayo. El objetivo es difundir luces y sombras de la situación que viven en la fábrica, que funciona bajo control obrero desde hace tres años. A partir del viernes 19 y durante una semana explicarán la compleja trama judicial que les impide, por ejemplo, exportar la producción que casi duplicaron en relación con la gestión “bajo patrón”. También describirán los beneficios de la autogestión, exigirán el reconocimiento de la cooperativa que formaron y darán detalles del proyecto de expropiación definitiva de Zanon. Diputados, artistas (anticiparon recitales sorpresa con músicos populares), intelectuales, abogados (Osvaldo Bayer y Ricardo Monner Sans comprometieron su presencia) y trabajadores de otras fábricas desfilarán por la carpa. Llevarán 30 mil metros cuadrados de cerámicos con el calendario 2005 para repartir a la gente. Los visitantes podrán percibir hasta qué punto están dispuestos a resistir, con el apoyo de gran parte de la sociedad neuquina que permanece en estado de alerta junto a ellos.
A la salida de Neuquén capital hay que tomar la ruta 7 hacia Centenario. A pocos minutos, a la izquierda, aparece el enorme predio de Zanon. Es como ingresar a una cancha de fútbol. En medio del polvillo de la arcilla, el calor de los tres hornos que están funcionando (hay otros ocho), los olores de los esmaltes y el ruido de las líneas de producción 450 operarios producen un promedio de 300 mil metros cuadrados de cerámicos por mes. Están en un 30 por ciento de la capacidad productiva. En septiembre de 2001, antes de que los dueños apagaran las máquinas, producían al 21 por ciento. Los Zanon decían que la fábrica era inviable y se disponían a despedir a la mayoría del personal. Ahora, la gestión obrera no sólo incorporó desocupados sino también antiguos ceramistas que se habían ido. Incluso se pudieron dar un aumento: todos ganan 950 pesos, con variaciones por antigüedad.
Daniel Riquelme, más conocido como Cepillo, es el encargado de la seguridad y hace de guía. Desde el filtrado de la arcilla hasta la selección de calidad y el palletizado, pasando por el laboratorio y el sector serigrafía (donde ellos mismos crean los diseños), todo volvió a ser replanteado en esta experiencia de trabajar sin patrones.
“Con los capataces había más presión, ahora los compañeros pueden tomar mate, el ritmo se sigue por conciencia porque laburamos para nosotros”, describe Cepillo. Sin embargo, admite que “la libertad también trajo cosas malas”, que los obligaron a debatir nuevas normas de convivencia. “Se aplican sanciones pero no a lo drástico, primero se analiza cuál es el problema familiar o de salud que pueda tener el compañero. El que se tira a chanta perjudica a los demás porque esto es una cadena de producción. Y es difícil sancionar porque no nacimos para jefes ni patrones. Venimos de años de laburar con la cabeza agachada, y cuesta entender que acá hay una libertad de trabajo, tratando de impulsar una sociedad diferente.”
Cuando recién habían tomado la decisión de volver a producir, en 2001, tuvieron que asesorarse con profesionales de la Universidad del Comahue, que les ayudaron a organizar el planeamiento. “Los jerárquicos que había acá sólo hacían numeritos. Ahora nosotros aprendimos a hacerlos y la planificación se hace en conjunto, desde la guardia hasta la venta”, agrega, al tiempo que señala el local ubicado en el ingreso de la planta para atención al público.
Durante el almuerzo, los ceramistas comentan que por estos días tuvieron un problema en una línea de producción. Y quedan expuestas las diferencias entre quienes pugnan por no descuidar la producción dentro de la fábrica y quienes sostienen que lo indispensable es mantener vivo el nexo con lacomunidad. Pocos días más tarde vieron ratificada esa necesidad al enterarse de la orden que la jueza Ana Lía Zapperi dio a la Gendarmería para que “facilite” las tareas de secuestro de las maquinarias. Lo hizo a pedido del gobernador Sobisch, quien en su condición de acreedor pretende resarcimiento. Los interventores solicitaron la suspensión de la medida, pero la jueza podría ignorarlos.
En otro sector de la fábrica se encuentran los matriceros. Allí, el veterano Miguel Ramírez muestra orgulloso cómo su hijo está aprendiendo el oficio junto a él. Acerca del destino de la toma, no duda: “No nos van a sacar de la fábrica porque esto es muy grande, sería otro Chicago si entran, ya lo he hablado con mi familia. A mí me matan acá, si me quieren sacar”. Antes de despedirse, agrega: “Sería otra Patagonia rebelde”.