Jue 18.11.2004

EL PAíS  › OPINION

Mecanismos del miedo y la rabia

› Por Luis Bruschtein

Las bombas en los cajeros fueron puestas para que explotaran en un horario en que suele haber público. Podrían haberlo hecho en la noche o en la madrugada. Las bombas panfleteras y de estruendo suelen tener carcaza de cartón, pero éstas, según la información policial, estaban dentro de un caño de metal, es decir que estallan con esquirlas. Y no había panfletos. La intención no era hacer propaganda sino daño, víctimas, generar caos, inducir a hipótesis interesadas, crear el tipo de confusión que no capitaliza nadie pero que enrarece el escenario político.
Entonces la discusión es si se trata de bombas de derecha o de izquierda o de ahorristas furiosos y al mismo tiempo se hace referencia al perfil setentista del Gobierno. Ese fue el contenido de las primeras repercusiones a boca de jarro y que, de una manera bastante elocuente, muestran el tipo de confusión que buscan los autores de los atentados.
Porque también es absurdo tratar de relacionarlos con la visita del presidente chino o con la presencia del rey de España o buscar una vinculación más conspirativa con el último tramo de la negociación de la deuda. Parece demasiado desparejo relacionar los atentados con cualquiera de esas situaciones. Pero tampoco fueron obra de un loco.
En general, podría decirse que cuando los atentados parecen tener menos sentido es cuando están hechos por la gente que más sabe de estas cosas. No están buscando un rédito inmediato ni evidente, tratan de golpear en mecanismos de la sociedad que se detonan con el miedo y la rabia. No hay propaganda, los blancos no fueron las entidades financieras, sino en todo caso el público que asiste a ellas. Y tampoco hay relación visible ni deducible con hechos políticos sobre los que quieran llamar la atención. Cualquiera diría que fueron cuatro loquitos. Pero resulta que en el trámite de tratar de entender quién lo hizo se empieza a hablar de izquierda y de derecha y de los años setenta y cada quien aprovecha para sacar ventaja y sembrar desconfianza. El juego político, demasiado intoxicado de palabrerío y especulaciones pequeñas, es demasiado sensible a este tipo de estímulo.
Se podrá decir que al que más afecta el clima que crean los atentados es al Gobierno. Y otros dirán que el Gobierno puede usar la excusa de los atentados para desatar una política represiva. Se pueden decir muchas cosas según el rinconcito desde el que se hable. Y lo único cierto hasta ahora es que para lo único que sirven estos atentados es para que se hable desde esos rinconcitos. Porque en definitiva el enrarecimiento del escenario político perjudica a toda la sociedad y aquí no hay derecha o izquierda que valga.

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