Mié 24.04.2002

EL PAíS  › OPINION

La soledad del no poder

› Por Mario Wainfeld

- “Acompañame, Alieto, que esto es un desastre” fue el pedido, sincero pero no especialmente seductor, que le hizo el presidente Eduardo Duhalde a quien había nominado como sucesor de Jorge Remes Lenicov. Guadagni, que había suspendido un viaje a Santa Cruz de la Sierra, escuchó el ofrecimiento de integrar un nuevo gabinete para una nueva etapa. Fue el lunes a la noche, mientras se desmigajaba Remes. Por entonces Guadagni estaba dispuesto a aceptar, pero después lo fueron esmerilando críticas y operaciones, muchas surgidas desde el interior del peronismo.
- “El ministro es Guadagni o Guadagni. Si no les gusta ese ministro tendrán que buscarse otro Presidente.” (Frase pronunciada por Duhalde ante dos importantes integrantes de su gabinete, ayer a la mañana.)
- “Olivos era un bochorno. Estaba todo el mundo, parecía una romería. Yo creí que iba a una reunión seria y me encontré con los gordos entrando en autos carísimos. ¿Qué tenían qué hacer esos tipos ahí? Me parece que Duhalde no conduce”. (Un gobernador del PJ que también estuvo en Olivos.)
- “Si esto sigue complicándose yo me voy del Banco Central.” (Del presidente del BCRA, Mario Blejer, ayer, en reunión de directorio.)
Los textuales sugieren el mapa del Gobierno en uno de sus peores momentos, mucho más grave que el día en que la Corte Suprema decretó la inconstitucionalidad del corralito. Idas y vueltas del Presidente, falta de poder para imponer el plan Remex, proponer un ministro, contener a su tropa, dar tan siquiera una imagen de autoridad.
La coalición parlamentaria que eligió a Duhalde y le dio, si no legitimidad, legalidad y cierta base de sustentación, se le quebró. Para colmo, lo hizo sin ofrecerle un plan alternativo, sin sugerirle un ministro, un kit de medidas, dejándolo solo, muy solo, tan solo como Pinochet el Día del Amigo, según bromeó Luis Barrionuevo ayer por tevé.
A Duhalde siempre le costó juntarles la cabeza a los peronistas. Acompañaron a regañadientes su candidatura presidencial recién cuando percibieron que ir con Carlos Menem era un suicidio. Pero fue un matrimonio por conveniencia. Llegado, por un extraño camino, el bonaerense a la Rosada, sus compañeros, y en especial los gobernadores, dosificaron hasta la avaricia su compromiso con el gobierno. En estos últimos días le dieron menos apoyo que el que concedieron a la dupla De la Rúa-Cavallo de marzo a noviembre del año pasado. Con un país parado, con los bancos cerrados, los cajeros automáticos sin billetes lo dejaron ante un escenario cuya gravedad es difícil de exagerar. Nunca es seguro imaginar el futuro en la Argentina, aunque la ambición se limite apenas a avizorar las próximas horas. Pero es claro que, al momento de cerrarse estas líneas, cerca de medianoche, el gobierno de Duhalde estaba en el límite mismo de la supervivencia. Con una sola ayuda: la ausencia casi absoluta de un partido, un candidato, un programa alternativo al oficialista. Y con un problema: al menos hasta anoche tampoco Duhalde tenía otro programa.

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