Mié 24.11.2004

EL PAíS  › JOSE NUN ES EL NUEVO SECRETARIO DE CULTURA DE LA NACION

“La cultura es algo prioritario”

El abogado y politólogo asumirá mañana en reemplazo del polémico Torcuato Di Tella, que renunció ayer. “La Secretaría de Cultura no se limita a los aspectos espirituales, sino que puede tener contenidos materiales muy significativos”, expresó a Página/12.

› Por Silvina Friera

Dicen que la tercera es la vencida. Fue el que más resistió a integrarse al gabinete por sus compromisos académicos como director del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín (Unsam) y como principal investigador del Conicet desde 1985. Pero el presidente Néstor Kirchner, finalmente, lo convenció. El nuevo secretario de Cultura de la Nación, que asumirá mañana, es el abogado y politólogo José “Pepe” Nun, quien fue nombrado en reemplazo del polémico Torcuato Di Tella, que renunció ayer. “La Secretaría de Cultura no se limita a los aspectos espirituales, sino que puede tener contenidos materiales muy significativos”, expresó ayer en diálogo con Página/12. Antes de que el prestigioso académico aceptara el cargo, el nombre de Nun había sonado para ocupar la embajada en España y la dirección de la Biblioteca Nacional. Hombre considerado independiente intelectualmente e integrante de la comisión asesora del actual director de la Biblioteca Nacional, Elvio Vitali, llegó a la gestión cultural tras una seguidilla de “fallidas” declaraciones de Di Tella que molestaron a algunos funcionarios del Gobierno y causaron revuelo en distintos sectores de la sociedad y del ámbito cultural.
Nun dijo que todavía no sabe quiénes lo van a acompañar en su gestión, pero reconoció que desea que continúen el director y subdirector de la Biblioteca Nacional, Elvio Vitali y Horacio González, respectivamente. “Tengo que pensar las nuevas designaciones. Sería absurdo dar nombres ahora. Si un equipo de fútbol puede pasar varias semanas hasta que nombra un técnico, en áreas sensibles como la cultura hay que ponderar distintos factores y llamar a concurso. Por ejemplo, para el cargo de director del Museo Nacional de Bellas Artes y también otros museos. Esa va a ser una tarea ardua y considerable que pondrá a prueba la capacidad de gestión de la secretaría.” Con respecto al Fondo Nacional de las Artes, dijo que buscará la solución a corto plazo. En relación con la siempre complicada cuestión del presupuesto destinado a Cultura, Nun subrayó que ya pidió a Kirchner y al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, un incremento en las partidas. “Encontré en el Presidente y en el jefe de Gabinete la mejor de las disposiciones para incrementar lo más rápido posible el presupuesto. Y esto marcha de la mano con la prioridad que le asignan a la cultura en este momento de la Argentina.” Nun señala que el Presidente le aseguró que “la cultura es prioritaria y decisiva para construir el presente y el futuro del país”.
El de Di Tella fue un final que no estuvo exento de humor. Y no podía ser de otra manera. El gato negro que se cruzó delante del auto del ahora ex secretario, cuando en la mañana de ayer salía de su domicilio rumbo a la Casa Rosada, no tiene la culpa. La suerte del controvertido sociólogo estaba echada y él lo sabía: el Gobierno había comenzado a desprenderse del funcionario durante la semana pasada, después de las polémicas declaraciones del ex secretario de Cultura en la revista TXT, justo un día antes de que empezara en Rosario el Congreso de la Lengua. Alrededor de las 9.45, con la renuncia redactada, Di Tella fue confundido en la entrada de Balcarce 50 con su hermano Guido, el ex canciller menemista ya fallecido. “Guido duró más tiempo en el cargo que yo”, bromeó Di Tella. Superado el error, el hasta entonces secretario de Cultura se reunió con el vocero presidencial, Miguel Núñez, para acordar el alejamiento definitivo del cargo que ocupó desde mayo del año pasado. No fue recibido por el presidente Néstor Kirchner ni por ningún funcionario de primera línea. Nun se refirió a su antecesor en el cargo: “Di Tella ha hecho cosas muy rescatables e importantes en términos de difusión de la cultura en el interior del país, que tuvo, seguramente, poca visibilidad en la Capital. Hay instituciones que empezaron a funcionar, como la Biblioteca Nacional, y esos aspectos deben ser continuados y reforzados”.
El escándalo con Di Tella había comenzado la semana pasada, cuando en una entrevista, el ex secretario de Cultura afirmó que el Gobierno se tenía que ocupar del hambre de los chicos de Santiago del Estero y no de quién era “la pelotuda o puta” que fuera a dirigir el Fondo Nacional de las Artes. De esta manera respondía al cuestionamiento que se hacía a su gestión, ya que esa institución está acéfala desde diciembre, cuando se alejó Amalia Lacroze de Fortabat. Y aunque por iniciativa del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, se designó a Nacha Guevara y al economista Javier González Fraga, el dúo renunció antes de asumir.
También en esa misma entrevista, la incontinencia verbal de Di Tella superó lo imaginable. Dijo que el área a su cargo es un circo: “Necesito monos, jirafas, enanos y elefantes. No puedo quejarme si hay estiércol en el piso porque con tantos animales es imposible”. Después, para amortiguar el impacto que sus palabras habían ocasionado, aclaró que su enumeración zoológica era una metáfora. Pero ya era tarde. Un grupo de intelectuales –convocados por Josefina Delgado, ex vicedirectora de la Biblioteca Nacional– le pidió al gobierno nacional “un inmediato cambio de gestión en la Secretaría de Cultura”. En el texto, firmado por Marcelo Birmajer, Rep, Beatriz Sarlo, Guillermo Martínez y Rubén Szuchmacher, entre otros, se rechazaba el argumento de que se debe postergar la cultura si no se resuelve antes el hambre, porque “quienes lo dicen tienen garantizados para sí y sus familias el acceso a los bienes culturales, desamparando a los más desposeídos al quitarles una eficaz herramienta de movilidad social”. Un representante cultural de la villa 21-24, de la Capital Federal, envió una carta (que fue publicada ayer por el diario Crónica) en la que defendía a Di Tella porque “nos habla en una lengua que sí entendemos, en un argot llanamente comprensible. (...) No nos conmueve, ni mucho menos nos escandaliza el recurso de la puteada, la apelación escatológica o el ‘carajeo’ rubricante”.
Nun, un reconocido intelectual que asume por primera vez la responsabilidad de la función pública, deberá lidiar con las magras cifras destinadas al área cultural. Prestigio, qué duda cabe, le sobra, pero la Secretaría de Cultura es una cartera que, por el estilo que impuso Di Tella, está en la mira de la sociedad.

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